El Espíritu Santo que habita en nosotros nos sirve como:
• Seguridad. En el momento de la salvación, somos sellados en Cristo por la tercera persona de la Trinidad. La presencia del Espíritu de Dios nos marca como hijos del Padre, y garantiza que perteneceremos a Él para siempre (Ef 1.13, 14).
• Ayudador. El Espíritu Santo provee sabiduría, conocimiento y entendimiento (1 Co 2.12). Por ser divino, conoce maneras de ayudarnos que ningún simple mortal puede siquiera imaginar. Él nos fortalece cuando estamos debilitados, y ora por nosotros cuando no sabemos cómo hacerlo (Ro 8.26).
• Guía. El Espíritu Santo puede dirigirnos apropiadamente pues conoce la verdad de cada situación, los corazones de las personas que nos rodean, y nuestros motivos y actitudes. Su guía será siempre correcta porque Él conoce la voluntad del Señor para nosotros (1 Co 2.9-11). Podemos confiar en lo que Él dice, pues no habla por su propia iniciativa, sino comunica lo que escucha del Padre (Jn 16.13, 14).
• Fuente de poder espiritual. El Espíritu libera su poder en nuestras vidas con el fin de que realicemos un servicio fructífero y vivamos en santidad (Ef 3.16). Esta autoridad divina está siempre a nuestra disposición si nos rendimos a su control.
El Espíritu santo es plenamente Dios, y vive dentro de nosotros para que llevemos a cabo los propósitos divinos del Dios trino. ¿Está usted siguiendo su dirección?
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