El estado actual del cuento de ciencia ficción

Publicado el 30 septiembre 2010 por Kaplan
Es lugar común que la ciencia ficción se defiende bastante mejor en longitudes cortas. "La realidad es que la cf resulta mucho más adecuada para el cuento que para la novela larga", sentenciaba Kingsley Amis. Pregúntenle a cualquier entendido y éste les dirá que la esencia del género se encuentra en los relatos más que en las novelas. No voy a discutir aquí si eso es cierto o no, pero semejante afirmación deja la puerta abierta a algunas conclusiones que se podrían calificar de controvertidas. La más significativa es, sin duda, la correspondencia que se establece por relación directa entre ciencia ficción y literatura de ideas. El cuento es o debería ser una novela concentrada. En tan corto espacio no hay tiempo para gastar en caracterización de personajes, sofisticadas tramas o argumentos enrevesados. Si en el relato corto prima algo, es desde luego la idea. Y a la cf se la lleva catalogando como literatura de ideas desde hace décadas, así que, si ha de existir un terreno propicio para ella, éste ha de ser el cuento.
Por supuesto, ahí está la gran literatura para rebatir tales argumentos. Acudan a Chéjov, Hemingway, Faulkner o a cualquiera de los grandes y descúbranse ante las técnicas y maneras de los grandes maestros, ante la forma aparentemente sencilla con la que desmienten eso de que en tan corto espacio poco se puede hacer por conceptos como personajes y trama. Aunque tampoco hace falta que salgan del género. Lean al mejor Bradbury, el de los 50, y traten de dilucidar si en sus cuentos es más importante la forma o el fondo, el estilo o la idea. Pero claro, Bradbury es la excepción. La cf, casi en su totalidad, utiliza el cuento como mero embalaje de sus ideas. Si quieren comprender inmediatamente a lo que me refiero, lean el ultracorto Respuesta, de Fredric Brown, obra maestra y epítome del cuento de ciencia ficción.
Sea como fuere, el cuento ha pasado a la historia de la cf como su vehículo más directo. Es, además, por donde todo escritor joven comienza. Aunque sólo fuera por eso, su importancia quedaría más que justificada. Esa es la razón por la que me apena tanto la actual situación del cuento de cf en España. Lean, por ejemplo, las recientes nominaciones a mejor cuento de los dos principales premios del género que existen en este país.
Premio Xatafi-Cyberdark
• Mejor relato español
"El faro de las islas de Os Baixos", de Juan Jacinto Muñoz Rengel (en De mecánica y alquimia, Salto de Página).
"Lapis philosophorum" de Juan Jacinto Muñoz Rengel (en De mecánica y alquimia, Salto de Página).
"La maldición de los Zweiss" de Juan Jacinto Muñoz Rengel (en De mecánica y alquimia, Salto de Página).
• Mejor relato extranjero
"Un alma embotellada", de Tim Powers (en El reparador de biblias, Gigamesh).
"El camino de bajada", de Tim Powers (en El reparador de biblias, Gigamesh).
"Dondequiera que se oculten", de Tim Powers (en El reparador de biblias, Gigamesh).
"El reparador de biblias", de Tim Powers (en El reparador de biblias, Gigamesh).
Premio Ignotus
• Mejor relato español
"El faro de las islas Os Baixos", por Juan Jacinto Muñoz Rengel (De mecánica y alquimia, Salto de Página)
"Lidia y los hombres feos", por Ramón San Miguel Coca (Visiones 2007)
"Una valla en la eternidad", por Alejandro Carneiro (Artifex 4º Época nº 4-5 - Asoc. Cult. Xatafi)
"Victimas Inocentes", por David Jasso (Sable 7)
• Mejor relato extranjero
"Dondequiera que se oculten", de Tim Powers (El reparador de biblias, Gigamesh)
"El imperio invisible", de John Kessel (Historia Alternativa II, Grupo AJEC)
"El reparador de biblias", de Tim Powers (El reparador de biblias, Gigamesh)
"Un alma embotellada", de Tim Powers (El reparador de biblias, Gigamesh)
Como se puede apreciar, la categoría de relato extranjero está en ambos premios casi copada por un solo autor, Tim Powers. Para colmo, el libro que contiene todos esos cuentos, El reparador de biblias, es una edición no venal, imposible de encontrar. En la categoría de relato español, Juan Jacinto Muñoz Rengel logra, con los cuentos contenidos en De mecánica y alquimia, acaparar todas las candidaturas en uno de los premios y aparecer en el otro. Si estas nominaciones dan una impresión de escasez, es porque la hay. Ahora mismo no hay ninguna publicación de cf en papel en la que un escritor novel pueda foguearse y comenzar a aprender la disciplina de la escritura. Quien quiera ver sus cuentos publicados habrá de intentar colocarlos en alguna revista electrónica o en su propio blog. Cuán diferente del panorama que teníamos hace 10 años.
En el año 2000 salía el último número de BEM a la calle, y sin embargo no había motivo para la preocupación. Se publicaban por entonces Artifex Segunda Época, Framauro y las revistas Solaris y Gigamesh, esta también en su segunda época. Al año siguiente nacería la revista 2001 y luego Galaxia, y la enésima versión española de la afamada Asimov, que a los cuentos procedentes de la revista madre añadía habitualmente uno español. Un escritor podía, con toda normalidad, probar suerte en tres o cuatro publicaciones distintas. Si lo comparamos con la actualidad, la impresión es desoladora. ¿Qué ha pasado? ¿Es culpa de Internet, que ha cambiado el medio? ¿Es quizás por los nuevos caminos que ha tomado la cf, por fin fuera del gueto? ¿No hay relevo generacional? En fin, interesantes preguntas que deberían ser debatidas en la muy próxima HispaCon de Burjassot. Les dejo, recordando tiempos mejores, con algunas reseñas de entonces, tal como las escribí originalmente. Encontrarán en ellas nombres de merecida actualidad.
Artifex 3
La calidad de una antología se suele medir por la calidad individual de los cuentos seleccionados, pero también por el resultado global que puede extraerse del conjunto. Las historias contenidas en este Artifex Segunda Época vol. 3 van desde lo excelente hasta lo inánime, de lo emocionante a lo insustancial, pero respetando una línea temática que, salvo en algunas excepciones que aportan la necesaria variedad al producto, sirve como referente para conocer por dónde van los tiros actualmente en el género de fantasía en España. Y, afortunadamente, se puede constatar que marchan por senderos diametralmente opuestos a las dragonadas y similares que tanto proliferan hoy en día en los trillados campos de ese maltratado género. Las once contribuciones que recoge el tercer volumen de esta antología de literatura fantástica están, además, escritas por autores de diferentes generaciones, lo que se suma significativamente al interés muestral de esta recopilación.
Si hay que buscar defectos, quizá el más llamativo se encuentre en la elección de "Los sirvientes" como presentación de esta antología. La macabra aportación de Ramón Muñoz es una muestra de terror gore que puede llamar a engaño sobre los cuentos que le suceden, más dados a la emoción que a la escabrosidad. Alguno de ellos, incluso, en el extremo opuesto, como el relato de Daniel Mares "Baile de máscaras", que reúne comedia de enredo y realismo mágico en una historia francamente divertida.
Con resultados dispares, dos valores actuales de la ciencia ficción española ofrecen sendos ejercicios de estilo. Mientras que Eduardo Vaquerizo no logra concretar sus pretensiones en "La ciudad cambia cada noche", Rodolfo Martínez desgrana en "El segundo principio de la termodinámica", con música de Joaquín Sabina de fondo, dos historias que en realidad son una sola, logrando un final realmente meritorio. Sin embargo, quien hace una búsqueda más intensa de la belleza estilística es el autor vitoriano José Antonio Cotrina, que en "Soñando Soberbia: el arquitecto" logra dar vida a un relato excelente. Con una prosa recargada, no apta para todos los públicos, pero básica en el resultado final, Cotrina introduce al lector en la mente de un arquitecto que se rebela contra la castración del arte y cuyos sueños, apoyados por el elemento fantástico, acabarán dando lugar a la ciudad ideal.
En el terreno de la ciencia-ficción, el cubano Fabricio González Neira aporta la nota foránea con "La muerte de Mateo Habba", un original relato que desarrolla con estilo borgiano una trama de naturaleza ciberpunk en la que Dios y el ciberespacio comparten protagonismo. En ese mismo género, pero con una longitud mucho mayor, "Si pudieras ver Niágara" se adivina como el pilar central de la colección. Joaquín Revuelta, responsable de esta interesante novela corta que fue finalista del UPC 1999, mueve con soltura a sus personajes en un escenario sumamente atractivo, y lo hace con un estilo exento de barroquismos. La novela, que engancha notablemente, tiene su punto más débil en un final excesivamente místico al que seguramente no habrían venido mal unas cuantas páginas más.
"La llegada", una reflexión intimista de Elia Barceló, y "Más allá de...", una ingeniosa metáfora de estilo poco trabajado de los jovencísimos Sergio Parra y Albert Sans, suponen seguramente los cuentos más flojos de esta antología. Todo lo contrario que "La canica en la palmera", del consagrado Rafael Marín. En un maravilloso ejemplo de cómo hacer literatura de género netamente española, y con un arriesgado estilo narrativo, Marín crea una enternecedora historia de amistad infantil que se sirve del elemento fantástico para recordarnos, además, cuán diferente fue la niñez de nuestros padres de la de nuestros hijos. Un cuento que desde ya se proyecta como firme candidato al premio Ignotus del año próximo.
Sin asignaturas pendientes, este tercer volumen de ASE se muestra muy completo: autores casi noveles, veteranos y extranjeros; fantasía, terror y ciencia-ficción; relatos cortos, una novela e incluso algunos poemas... Si sumamos a todo esto la más que aceptable calidad de los cuentos, hay que concluir que la calificación de esta antología supera con creces el aprobado general.
Artifex 4
Como ya es costumbre, el otoño, además de la consabida gama de marrones y el agradable crujido de las hojas bajo nuestros pasos, vuelve a traernos un nuevo volumen de la antología fantástica española por excelencia. Y como es habitual, esta significativa cuarta entrega vuelve a convertirse en una excelente piedra de toque para conocer el momento actual del mencionado género globalizador en nuestro país.
Los ocho relatos que componen este ASE vol. 4, aportaciones entre cuyos autores encontramos a algunos de los más importantes escritores españoles del fantástico en los últimos años, denotan sin duda una marcada inclinación hacia la fantasía no heroica, como ya sucediera en el anterior volumen, pero esta vez con una insistente preferencia por lo terrorífico.
Rafael Marín abre con un cuento ambientado en la guerra civil española, introduciéndonos en la búsqueda de un perdido cuadro de Goya que arrastra una oscura maldición. "La sed de las panteras" atesora la calidad habitual de los últimos trabajos del gaditano, pero la excesiva decoración documental lastra notoriamente el trasfondo fantástico de la narración, haciendo que éste se pierda al fondo de la clase de historia impartida por el escritor.
Continúa "El retrato de Paula", de Juan Carlos Planells, sin duda el peor relato de todos los aquí contenidos por fondo y por forma, al que sigue una de las dos aportaciones más importantes de la antología, el de Ramón Muñoz. En "Las sombras peregrinas", este amante de lo macabro desarrolla con su estilo siempre eficaz una historia que bien podría encuadrarse en la mitología de la España oscura, fabulando una trama de venganzas y redenciones servida en forma de persecución a través de las serranías andaluzas en pos de un monstruo devorador de niños. Una extraordinaria historia que incita a la lectura continuada, que cierra perfectamente el círculo y a la que no le sobra absolutamente nada.
Haciendo una sorprendente incursión en ese mismo género que tan bien cultiva Muñoz, un audaz José Antonio Cotrina se aleja radicalmente de sus líricas creaciones sobre Soberbia, la mágica ciudad presentada en anteriores volúmenes, y se sumerge de lleno en lo escabroso a través de una truculenta historia que se revuelca en los terrenos más exagerados del cuento de terror. Con el habitual adornamiento, "Tres noches y un crepúsculo" es la apuesta decidida de Cotrina por crear una nueva mitología dentro del horror gore, sirviéndose de unos personajes y una trama no apta para estómagos sensibles. Un satisfactorio ejercicio de un autor que a pesar de sus éxitos recientes (premios UPC y Alberto Magno) aún sigue buscando nuevos caminos.
Antes de ofrecer un respiro, la antología se sumerge en los delirios obsesivos del protagonista de "El efecto Kierkegaard-Pennebaker", un relato claustrofóbico de Carlos F. Castrosín que ofrece algunos misterios y respuestas sólo sugeridas en breves detalles. Efectivo estilo al servicio de una historia repleta de incógnitas que queda aparcada en espera de su conclusión real, y a la que sigue una breve toma de aire que casualmente viene dada por la mano de un prometedor autor novel, Alain Ochoa, quien recrea en "La torre", de manera agradable y efectiva, un mágico cuento de licantropía y amores perdidos.
En el penúltimo cuento, "Cualquier noche puede salir el sol", un ciberpunk espléndidamente ambientado, Manuel Diaz Román no logra concretar sus interesantes propuestas debido a una marcada precipitación que transforma lo que podía haber sido uno de los principales logros del año en un relato con buena nota. Y para cerrar este ASE vol. 4, una memorable elección, ya que la creación de Félix J. Palma remata de manera magnífica, con inteligencia y humor, esta interesante antología. "Morir en tu bañera y otras lamentables casualidades" es uno de esos cuentos que uno no llega a olvidar y que de haber tenido un final más consecuente con el desarrollo -el que tiene ya lo es bastante- podría haber pasado por el mejor del año.
En suma, lo que viene a demostrar esta colección de relatos escritos en y por gente de nuestro país es que contamos con autores solventes a la hora de pasar sus ideas al medio escrito, aunque lleguen escasas veces al difícil logro de la excelencia, y que en cuanto a la apetencia de géneros, el terror y la fantasía son más llamativos (o más fáciles, a saber) para los escritores actuales que la ciencia-ficción. Hay que aceptarlo.
Artifex 5
Nuevo siglo, nuevo milenio, y el Apocalipsis sigue empeñado en hacernos esperar. Quien no ha faltado a su cita es el nuevo volumen de esta popular antología fantástica española. Una nueva entrega de Artifex Segunda Época que presenta nueve aportaciones de temática variada y autorías diversas, además de una introducción en extremo interesante. Lejos de pontificar, los editores se limitan a señalar un asunto que algunos ya teníamos bastante claro: en el mejor momento de la historia del fantástico español, la madre del cordero, la ciencia-ficción, corre el riesgo de quedarse descolgada. La falta de motivación, pericia o vayan ustedes a saber qué está provocando una mixtificación e incluso omisión de un género que, sin embargo, es el de más calado entre los aficionados a la literatura de lo extraño. Víctima de los tiempos del mestizaje y la abulia producida por el exceso tecnológico, la ciencia-ficción comienza a boquear de manera peligrosa, ya sea por falta de imaginación en los países anglófilos o por poca presencia en el nuestro, donde, además, lo poco que hay se adscribe al omnipresente subgénero ciberpunk. Échenle un vistazo si no a las distintas colecciones de cuentos que por aquí solemos reseñar.
Entrando en materia, este volumen esgrime la siempre esquiva bandera de la regularidad. Si bien la calidad individual de los cuentos es ligeramente inferior a la de números anteriores, la valoración media que se puede extraer del conjunto es uniforme, sin grandes altibajos. Las inquietudes estilísticas siguen primando sobre las ideas de fondo, en algunos casos con resultados francamente sobresalientes, como en el borgiano cuento de Lorenzo Luengo "La paradoja de Barthes", un divertimento que homenajea al maestro argentino con habilidad. Al contrario que en "La piel que te hice en el aire", de Rafael Marín, una ñoña tragedia de amor homosexual carente de diálogos en la que de nuevo vuelven a ser más importantes sus conocimientos del decorado, en este caso la "movida" madrileña, que el entramado fantástico que, todo sea dicho, es interesante pero no aparece hasta ya bien pasadas las primeras veinte páginas.
Dos sensaciones contrarias se dan cita en un mismo relato. En "El hombrecillo de la maceta", Alejandro Carneiro logra una de las dos notas más altas de este volumen gracias a las divertidas andanzas de un liliputiense urbano y su atolondrada casera, pero la irritante ausencia continua de cierta preposición logra sacar al lector de sus casillas aún más que el citado enano.
Sendos escritores habituales de esta colección dejan una vez más buen sabor de boca con sus aportaciones. Ramón Muñoz vuelve a demostrar con su habitual eficacia que es un autor de propuestas interesantes, aunque en "Bajando", historia de interrelación entre especies inteligentes, prometa más de lo que finalmente da. Eduardo Vaquerizo presenta en el interesante "Soñando del revés" un ciberpunk camuflado, con el ciberespacio transformado en un entorno onírico de aspecto semejante.
Cuatro cuentos más cierran este número cinco de ASE. El dickiano y satisfactorio "Cuerpos", de Pedro Pablo García May; el quizá demasiado conciso "Ojos aguamarina", de Julio Septién; "La mansión de los umbrales infinitos", un Cube literario de José Carlos Canalda, más interesante en su final que en su comienzo, y "Obra maestra", del jovencísimo Francisco Ontanaya, una versión del Mantis benfordiano trasladada a términos humanos que maneja de manera confusa los tiempos de la narración.
Una antología que, como siempre, acerca al lector a la realidad del fantástico español actual, y que, también como siempre, le deja a la espera del próximo número, allá por la aún lejana estación otoñal.
Framauro 2
Nadie puede poner en duda que el género fantástico patrio vive actualmente uno de los mejores momentos de su historia, si no el mejor. Una de las principales causas de este hecho es, seguramente, la publicación de numerosos fanzines y antologías de cuentos con capacidad para aglutinar tanto a jóvenes autores noveles como a veteranos valores ya consagrados, algo que ha repercutido de manera exponencial en la cantidad y calidad de escritores hispanos. Con lo que ya parece el formato oficial aceptado por toda antología de género fantástico que sale a la calle en nuestro país (o sea, el formato de Artifex Segunda Época), y presentado con una maravillosa ilustración de portada, el segundo volumen de Framauro, compuesto por diez cuentos y un artículo, muestra una notable irregularidad en cuanto a su contenido. Lo bueno alterna con lo muy malo e incluso lo sorprendente, como lo es el hecho de que el propio editor decida sumar un relato propio al conjunto.
Entre lo mejor hay que anotar la aparición de un joven valor, José Mª Bravo Lineros, que en "La huesa" construye con humildad y sin efectismos un relato muy directo sobre un terrorífico descubrimiento realizado por un adolescente dentro de un ambiente semirural. Constituye sin duda la mejor aportación junto a la de Eduardo Vaquerizo, prolífico cuentista habitual del fantástico, quien en esta ocasión recrea en "Agua mineral" una historia plena de sensualidad, de notable atmósfera romanticista, que se transforma en algo insospechado y terrorífico y que sirve de vehículo para que el madrileño muestre su habitual gusto por la búsqueda de extrañas naturalezas ocultas del ser humano. Inexplicablemente, Vaquerizo decide cambiar de protagonista en la última página, lo que estropea en cierta manera (aunque no decisivamente) el cuento. Cosa que también ocurre con el relato de Eugenio Sánchez Arrate. El humor soterrado del que hace gala y la maravillosa ironía final logran que el excesivo parecido de superficie que muestra este "El corazón del ensela" con el famoso "Besos de alacrán" de León Arsenal no resulte finalmente significativo. Divertida historia de pasiones mortales y puntos de vista distintos, constituye además un extraño y magnífico (permítanme hacer proselitismo) oasis de ciencia-ficción en la actual producción de nuestro país, volcada casi en exclusiva hacia la fantasía y el terror.
Armando Boix y Pedro Pablo G. May ofrecen dos historias también interesantes de resultados opuestos. Mientras el primero logra levantar gracias al ocurrente final su "Trampa para almas", el segundo estropea la interesante distopía "On-line" a causa de la cargante utilización de un artificio narrativo nada satisfactorio al final de la historia. Se pueden contar, no obstante, en la zona positiva de la antología, al igual que "Si la memoria sirve", relato de Jack Ketchum en el que pedofilia y satanismo se unen con un macabro resultado.
Los puntos oscuros de este volumen los constituyen las aportaciones de Ángel Torres Quesada, cuyo "El trovador" no pasa de ser un capitulo simplista mal trabajado, Esteban Matesanz, que con un estilo repetitivo recrea en "La casa del bosque" una historia vacía y mal ordenada, y el propio editor, Raúl de la Cruz, quien regala al lector una colección de diálogos con un fondo muy trillado bajo el título de "Creación".
La antología concluye proponiendo al lector una esforzada inmersión en el engrudo estilístico que da vida a las dos aportaciones de Julio Ángel Olivares. "Umbría Goetia de los desamparados", cuento que demuestra la querencia del autor por lo barroco más que por lo gótico, da paso a un artículo espeso hasta la exageración, titulado "Trece puertas al vacío", que oposita con firmeza a instalarse como nueva acepción del término afectación en el DRAE.
En definitiva, este segundo número de Framauro es una significativa muestra del incesante movimiento que el género fantástico (últimamente, fantasía y terror) está produciendo en los últimos años en nuestro país, y de las distintas calidades que lo conforman. La nota final, a pesar de todo, es positiva, y bastará que los editores intensifiquen tanto el trabajo de corrección ortográfica y sintáctica como la exigencia del tamiz de selección para que Framauro se convierta con el tiempo en una antología imprescindible.
Asimov 5
El enésimo intento de publicar en nuestro país Asimov's, la afamada revista norteamericana dirigida por Gardner Dozois, parece que por fin va a ser coronado por el éxito gracias a la más que aceptable edición realizada por ediciones Robel. Junto a los restos de la anterior versión, ofertada en paquetes de a dos con precio reducido, se pueden encontrar ya, en un lugar más lucido de la misma librería, siete números de esta nueva etapa de cadencia mensual y formato al uso, incluido el lomo estilizado. Los responsables de su adaptación al español y colaboradores siguen siendo prácticamente los mismos que en alguna ocasión anterior: históricos como Miquel Barceló, Luis Vigil o Domingo Santos, que esta vez parecen haber dado con personas capaces de llevar a buen puerto una publicación decente que respete al lector, es decir, al que paga, por encima de todo. (Y en estos momentos, pensando en el affaire PulpEdiciones, añadiría también, como condición fundamental, que respete la legalidad.)
El quinto número, con varios meses de travesía ya recorrida, constituye una excelente oportunidad para enjuiciar la calidad de la nueva acometida a un proyecto conducido en tiempos anteriores, con reiteración, al fracaso. Y no sólo para eso, puesto que la lectura de este más que satisfactorio volumen sirve también para dar cuerpo a una serie de reflexiones en torno a la situación actual de la ciencia-ficción en España, en las que entraré más abajo.
Aunque el principal valor de la revista procede de la serie de relatos de diversa extensión, mezcla de los provenientes del original norteamericano y de los seleccionados de entre los más significativos autores de nuestro propio país, también se recogen, además del editorial, otras secciones breves dedicadas al libro, película y DVD del mes, respectivamente. Las habituales páginas dedicadas al correo de los lectores y un artículo fijo mensual escrito por Robert Silverberg (Reflections, al igual que otras muchas secciones de la revista madre, colgado gratis aunque en inglés en la página oficial de Asimov's en Internet) completan el corpus habitual de la revista, que en este quinto número cuenta con dos novelas cortas y cuatro cuentos.
"Tierra de residuos" fue publicado tras la muerte de Charles Sheffield, hace poco más de un año. Se trata de una novela corta (aunque esto de las longitudes siempre es discutible) de tono detectivesco e indiscutiblemente asimoviana, entretenida pero fácilmente olvidable, que no llega a la altura que suelen ofrecer las novelas de quien fue un maestro en el hard accesible, siempre divertido e inteligente.
"El pregonero" es otra novela corta que propone, al igual que la anterior, una historia de investigaciones y criminales. Aunque John Varley crea un argumento más oscuro y descarnado, y un final con ciertos toques de ingenio, el resultado global no supera el listón de lo destacable.
"Apto para el Oriente", de Karen Traviss, sirve para evidenciar un aspecto de las envidiadas revistas de cf norteamericanas que raras veces se ha tenido aquí en cuenta a la hora de realizar comparaciones. Y es que sus famosísimas publicaciones también rebosan de relatos de dudosa calidad, pobres en ideas y conceptos literarios, que, de haber sido escritos por un escritor autóctono, difícilmente habrían visto la publicación en nuestro país. Debido al gran número de publicaciones actuales, comenzamos a ver las narraciones que alimentan a las grandes del otro lado del océano, y algunas provocan incluso perplejidad. Como en este caso, en que sorprende la elección hecha teniendo posibilidades mucho mejores que esta trasposición de un western de inocencia empalagosa que, además, incluye mensaje. Colonos humanos pérfidos e indígenas incomprensibles, pero humanamente bondadosos, en las praderas del nuevo mundo. O lo que es lo mismo: por favor, salven a los indios.
El relato de Stephen Baxter "Territorio de cría" se inscribe en su serie del universo Xeelee (pronuncien bien, por favor). Es un excelente cuento hard de universo interior en el que, como curiosidad, el artefacto a recorrer está vivo. Pero sin duda el mayor atractivo reside en esa humanidad futura que describe por medio de un puñado de refugiados, una humanidad expansionista que ha asumido su rol con todas las consecuencias. Aunque varios de los cuentos incluidos en la serie han sido publicados por diferentes revistas españolas, las distintas editoriales siguen sin animarse a traernos ninguno de los cinco libros (cuatro novelas y una colección de cuentos) que la componen y en los que se desarrolla, desde un punto de vista hard, la historia de la humanidad hasta el fin del universo, un lapso de tiempo de gran atractivo para cualquier lector del género.
"16 de junio en Anna's", de Kristine Kathryn Rusch, es sin duda la sorpresa de este volumen, una de esas pequeñas joyas que se suelen encontrar inesperadamente. En pocas páginas, toca tangencialmente la tragedia del 11S y demuestra en una emotiva historia la verdad universal de que el pasado es imposible de recuperar, y que la tecnología no puede aportar más que sucedáneos a la realidad; en definitiva, que no hay curas artificiales para las enfermedades del alma.
Por último, la aportación española en este número es responsabilidad de José Antonio Cotrina, quien en "La niña muerta" vuelve a deslumbrar con su habitual riqueza estilística, plena de metáforas y elegantes adjetivos. Quizá en esta ocasión Cotrina no acierta con el tempo de la narración, que cerca de su ecuador pide un desarrollo final de mayor premura que el concedido por el vitoriano, pero es innegable una vez más que en sus manos reside actualmente una de las mayores capacidades literarias de nuestro género. Claro que la pregunta es, ¿de qué género?
Como adelantaba al principio de esta crítica, este número de Asimov se presta a otras consideraciones, que vienen dadas precisamente por la inclusión de este último cuento en la revista. Sin duda, el loable afán de presentar a sus lectores los mejores relatos de la producción española es lo que ha movido a sus responsables a publicarlo, ya que se trata del último premio Domingo Santos. El problema es que "La niña muerta" no es ciencia-ficción, y eso es ciertamente chocante en una revista que se declara, a diferencia del resto, exclusiva de ese género. En realidad, no es más que otro síntoma de la realidad literaria española que se viene arrastrando desde hace años. No nos cansamos, unos y otros, de repetir que este es el mejor momento de la ciencia-ficción en nuestro país, algo que si bien es innegable en cuanto a la edición de obras extranjeras, es al menos discutible si nos referimos a la producción propia, centrada especialmente en una suerte de fantástico patrio que ha ido adquiriendo variados matices en manos de los nuevos (y no tan nuevos) valores.
Tal es la escasez que incluso los principales antologistas han llegado a reunir bajo el epígrafe de ciencia-ficción relatos pertenecientes a esa desviación castiza de la fantasía bautizada como "cachava y boina" (¿no sería más pertinente, por cierto, llamarla "cayado y boina"?). En resumen, que el gran momento actual se sustenta más en la fantasía que en la ciencia-ficción, una realidad que debería obligarnos a los que amamos especialmente a esta última a seguir apoyándola y promoviéndola con todas nuestras fuerzas. Por ejemplo, comprando una buena revista como Asimov.
Todas las reseñas anteriores aparecieron publicadas originalmente en Bibliópolis, crítica en la red.