¿El Estado colombiano prepara su narrativa para confrontar a Venezuela?

Publicado el 31 diciembre 2017 por Jmartoranoster

María Fernanda Barreto

La cumbre de la retórica retorcida la alcanzó el propio Juan Manuel Santos: en días pasados aseguró que Venezuela es su “peor pesadilla”. La propia agencia EFE reconoce que “en las últimas semanas ha endurecido su discurso en contra del gobierno de Nicolás Maduro”. Este endurecimiento paulatino del discurso del presidente colombiano contra el Gobierno Bolivariano y su beligerancia en los asuntos internos de Venezuela, es directamente proporcional a los fracasos de la derecha venezolana en su intento por desestabilizar al chavismo. Su atrevimiento al opinar públicamente sobre la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), su posterior instalación y las elecciones de las gobernaciones venezolanas, su “exigencia” de elecciones generales en Venezuela y sus cuestionamientos al Consejo Nacional Electoral (CNE), dejan en ridículo a la dirigencia opositora venezolana, que pareciera no poder defenderse por sí sola. Sin embargo, el primero en lanzar esta matriz contra Venezuela fue el venezolano Julio Borges, quien a principios de este año declaró ante el Senado colombiano que “mientras no haya democracia en Venezuela, el proceso de paz en Colombia corre peligro”. La voz del senador colombiano Iván Cepeda fue la única que se alzó para disentir y recordar la deuda de gratitud que tiene Colombia con el Gobierno venezolano, según sus palabras, por su apoyo al proceso de paz y al pueblo venezolano en general por albergar durante años a millones de colombianos y colombianas que han salido del país huyendo de la pobreza y la violencia. En general, la idea de que Venezuela es una amenaza para toda la región se instala a partir de la orden ejecutiva que firmó Obama en el año 2015, y la refuerza en agosto de este año el vicepresidente estadounidense al señalar al país de ser un peligro para todo el hemisferio. Por supuesto, se fortalece con el apoyo de medios como el Nuevo Herald que titularon en la misma fecha que la crisis en Venezuela es un riesgo para Colombia.

Matrices violentas

Básicamente, las matrices de opinión que se han venido instalando para culpar a Venezuela del fracaso de la “paz del posconflicto”, son tres: 1. “Si hay una implosión en Venezuela, no es que vamos a recibir 500 mil (personas), que es lo que hemos recibido, serán millones y eso va a ser un problema tremendo para el proceso de paz y para Colombia en general”. La primera cifra de Santos ya es incierta. La supuesta crisis de refugiados proveniente de Venezuela que haría colapsar la economía colombiana, y que Santos teme, inicia supuestamente con una primera entrada de 500 mil personas que, según dice, se han traslado hacia Colombia. Pero según el departamento de migración de Colombia, el 71% de las personas que cruzan lo hacen para realizar compras, trabajos temporales o visitar familiares, y regresan a Venezuela casi en idéntica cantidad. Otra cifra dada por autoridades colombianas dice que el 70% del total de personas que entran desde Venezuela para establecerse allí, nacieron en Colombia o pertenecen a familias mixtas, por lo que serían personas colombo-venezolanas, por ello debería hablarse de un retorno de colombianos y colombianas, más que de un desplazamiento. El último dato curioso es que, de ser cierta la cifra dada por Santos y sus representantes, ese retorno no llegaría ni siquiera al 10% de la colombianidad en Venezuela. Lo que sí es incoherente, es que un gobierno que se dice dispuesto a salvar a la población venezolana de una supuesta “crisis humanitaria”, no haya implementado a través de sus consulados ningún plan especial para que esa población colombiana que constituye aproximadamente la sexta parte de la población en Venezuela, pueda obtener alimentos, artículos de higiene personal o medicinas. Una política exterior responsable de parte del gobierno colombiano bastaría como contribución. El gobierno colombiano no atiende a sus ciudadanos y ciudadanas en el extranjero y a la vez teme que regresen masivamente a Colombia. La pregunta que cabe es si Venezuela es caos y Colombia paz, por qué ese retorno masivo no se ha dado. 2. “Caos en Venezuela contribuye a resurgimiento de Los Rastrojos de Colombia”. Basada en un estudio reciente de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), titulado “Crimen organizado y saboteadores armados en tiempos de transición”, surge esta tendenciosa matriz.
La paz de Venezuela sí está seriamente amenazada por esta nueva etapa del imperialismo
Ciertamente, este informe describe cómo el fortalecimiento de grupos de menor tamaño del crimen organizado como Los Rastrojos, puede poner en mayor peligro la supuesta transición en Colombia y señala a Venezuela como una ruta obligada del narcotráfico donde este grupo se ha recuperado y fortalecido. Esta fundación, formada por el empresariado colombiano con claros objetivos económicos sobre el nuevo negocio del llamado “posconflicto”, cuenta con el apoyo para sus actividades de la Usaid, el BID y los gobiernos de Suecia y Estados Unidos, entre otros, por lo que la objetividad de sus estudios bien puede ser cuestionada. Además, la exportación de paramilitares hacia Venezuela ha sido planificada y ejecutada con la participación de los gobiernos de Álvaro Uribe y Santos, algunas empresas transnacionales y, por supuesto, la derecha venezolana. Esta última los usa para apoyar sus operaciones de control territorial llamadas “guarimbas”, la resistencia de la mafia terrateniente a la expropiación de sus latifundios decretada por el presidente Chávez y los reiterados intentos de realizar operaciones terroristas en Venezuela, como por ejemplo la llamada Operación Daktari. El fortalecimiento del paramilitarismo colombiano se está dando dentro de Colombia, ocupando los territorios abandonados por las FARC e imbricándose cada vez más en la economía y la política nacional. Venezuela es claramente la víctima de una invasión paramilitar desde Colombia, no la victimaria. 3. “La grave crisis institucional que golpea Venezuela ha repercutido en la política colombiana y amenaza con contaminar el clima del posconficto entre el Estado y las FARC y, sobre todo, el diálogo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN)”. Por el contrario, el papel de Venezuela en el acuerdo que se firmó con las FARC fue reconocido por esta guerrilla y por organismos internacionales. Por su parte, el ELN ha expresado que “el conflicto político que atraviesa Venezuela merece respeto de gobiernos vecinos, en especial del colombiano, desprovisto de autoridad moral”. Venezuela es uno de los países que, por mutuo acuerdo entre el ELN y el gobierno colombiano, se constituyeron en países acompañantes del proceso de diálogo en búsqueda de la paz y su papel no ha sido cuestionado. Santos sabe que la participación venezolana es tan fundamental para dialogar con el ELN como lo fue con las FARC.

Cerco estadounidense

La paz de Colombia aún no ha comenzado a construirse. El tan mentado “posconflicto” es sólo una realidad parcial en términos militares. Las verdaderas amenazas a esa posibilidad de paz tienen que ver con las contradicciones históricas que persisten en Colombia y que la posicionan geopolíticamente como un país sin soberanía al servicio de intereses transnacionales dispuestos a implantar la violencia en toda la región para controlar sus recursos naturales y minero energéticos. El gobierno de Colombia asume con vehemencia el ataque a Venezuela para continuar invisibilizando su propio conflicto interno, justificar su adhesión a la OTAN y una mayor presencia militar estadounidense en sus propias fronteras, probar su nueva doctrina militar in situ, seguir dinamizando la economía vinculada a la guerra y el narcotráfico, y continuar recibiendo los aportes millonarios que EEUU ha garantizado los últimos años. El ejercicio militar Amazonlog 2017 marca un nuevo relacionamiento entre EEUU y Brasil que hasta ahora se había mostrado más resistente a supeditarse, y Venezuela pasa a estar rodeada por no menos de 15 bases militares estadounidenses que al fin cubrirían los cuatro puntos cardinales. Aún así, Colombia se mantiene como la vanguardia político-militar, geoestratégicamente ubicada para ser el centro de operaciones en América del Sur, impedir la reconfiguración de las fuerzas de izquierda en el continente, derrotar la Revolución Bolivariana y, en suma, garantizar el control militar estadounidense en la región, una vez que ha perdido su hegemonía económica mundial ante los poderes emergentes de China y Rusia. La paz de Venezuela sí está seriamente amenazada por esta nueva etapa del imperialismo que precisa Estados-naciones aún más debilitados y una guerra infinita. Con todos sus errores y debilidades, la construcción histórica de la Revolución Bolivariana es, no la única, pero sí la más grande y estratégica barricada puesta en el Caribe para contener el violento avance del país de James Monroe y darle a toda la región la oportunidad de construir su historia en paz Anuncios &b; &b;