"Passport to Suez", en 1943, se ocupaba de fabular juguetonamente sobre qué hubiese ocurrido si los alemanes tomasen - aún era posible - el control de la salida del Mediterráneo hacia el Mar Rojo.
"None shall escape", sin aventuras ni comedia, fue publicitada por su parte como la película que auguraba el futuro que esperaba a los nazis que por fin iban a pagar por sus atrocidades y se estructura en flashbacks a partir de unos futuros Juicios de Nuremberg por crímenes de guerra a un oficial germano incorporado con una gama de recursos admirable por Alexander Knox.Me gustaría saber cuántos "autores" creerán haber llegado tan lejos como el "artesano" De Toth en "None shall escape" en la vieja tentativa de plasmar ese lado oscuro de la condición humana que aflora en el transcurso de una guerra.La larga sombra del neorrealismo italiano parece haber conminado a todo el cine bélico y derivados hecho en USA durante estos años (y al de otros países ocupados o afectados por la locura nazi, tachado insistentemente de burdamente propagandístico) a una especie de "segunda categoría", imagino que - no faltan argumentos apriorísticos ni películas que los corroboren - por edulcoramiento, por un acabado industrial, por maniqueísmo, etc."None shall escape", menos melodramática, más realista y dura incluso que sendos Lang, Sirk, Zinnemann, Dmytryk o Walsh y casi tan amplia como varios emblemáticos Borzage y un genial Lubitsch en clave de comedia, fulmina las objeciones para contar lo que estaba ocurriendo de verdad en Europa y curiosamente tal vez acercándose en el intento a la película que Frank Capra nunca rodó sobre el conflicto.
Apoyándose en este personaje despreciable pero gris y sin carisma, causa verdadero asombro ver como De Toth consigue contar, pausada y certeramente, en poco más de ochenta minutos, cómo se gesta la semilla del odio antisemita y el movimiento nacionalsocialista recién terminada la Gran Guerra, la ocupación de un pequeño pueblo polaco y el eco en Munich de la histeria por la figura de Hitler, cómo se ponía en marcha la maquinaria propagandística, el inicio de las deportaciones a campos de concentración y el nacimiento de la resistencia sin moverse un ápice de los parámetros y la planificación del western y el cine de género; se diría que involuntariamente, por puro rigor de la puesta en escena y conocimiento del oficio: es una obra crisol.
No irrumpe De Toth en el cine americano de los 40 con el ruido de Welles ni el atrevimiento de Fuller, ni el éxito de Wilder, ni la impronta culta europea de Sirk o, sin serlo, Mankiewickz y Lewin, ni los buenos contactos de Wise... aunque tal vez no sea tarde para restituir su nombre y el de sus grandes películas.