Termino la obra teatral El estado de sitio, de mi adorado Albert Camus, que se ambienta en Cádiz y que nos explica de una manera poética una epidemia de peste en la ciudad.Es una pieza que se lee con agrado y con admiración literaria, pero sospecho que verla representada debe de ser menos admirable, porque sus figuras (Nada, Diego y Victoria) son preciosos ángeles con las alas de mármol: bellísimos, pero quizá no airosos de vuelo. Es lo malo que tiene buena parte del teatro simbólico e ideológico: que sus diálogos son hermosos, mas no creíbles. Parece como si los personajes se enzarzasen en un fuego cruzado de sentencias y aforismos que, a la larga, desmotivan al lector.Subrayo muchas frases en el tomo, de las cuales doy aquí un pequeño resumen: “He conservado mi libertad de despreciar”. “Yo no concibo la inactividad más que en los cuarteles y en las listas de espera”. “No insista. Tengo un carácter débil”. “Vivir y morir son dos deshonras”. “Yo tengo la mirada fija del que manda”. “Ningún hombre tiene bastante virtud para que pueda consentírsele el poder absoluto”.
Termino la obra teatral El estado de sitio, de mi adorado Albert Camus, que se ambienta en Cádiz y que nos explica de una manera poética una epidemia de peste en la ciudad.Es una pieza que se lee con agrado y con admiración literaria, pero sospecho que verla representada debe de ser menos admirable, porque sus figuras (Nada, Diego y Victoria) son preciosos ángeles con las alas de mármol: bellísimos, pero quizá no airosos de vuelo. Es lo malo que tiene buena parte del teatro simbólico e ideológico: que sus diálogos son hermosos, mas no creíbles. Parece como si los personajes se enzarzasen en un fuego cruzado de sentencias y aforismos que, a la larga, desmotivan al lector.Subrayo muchas frases en el tomo, de las cuales doy aquí un pequeño resumen: “He conservado mi libertad de despreciar”. “Yo no concibo la inactividad más que en los cuarteles y en las listas de espera”. “No insista. Tengo un carácter débil”. “Vivir y morir son dos deshonras”. “Yo tengo la mirada fija del que manda”. “Ningún hombre tiene bastante virtud para que pueda consentírsele el poder absoluto”.