En Europa no hay futuro. Un continente cansado y cascarrabias que quiere enseñarle a los demás a vivir, pero que de tanto mirarse al espejo se congeló.¿Tú estudias Sociología? Italia y Francia gobernadas por payasos, ¿qué significa ser allá de izquierda?, no mucho, leer la prensa de izquierda, tener un viejo CD de Manu Chao, camisetas del Che Guevara y el Subcomandante Marcos, preocuparse por el medio ambiente, por los derechos humanos en algún país lejano, poco más; Europa, como toda sociedad opulenta, cae por la pendiente. Lo mismo que un individuo que lo tiene todo, que está enamorado de sí mismo y se admira, eso es lo que pasa allá, pero lo que no saben los europeos es que ellos no son el futuro de nadie. Es al revés: el futuro es la periferia.
Plegarias nocturnas es la historia de una huida y de una búsqueda que es otra huida. Es un joven detenido en Bangkok por posesión de narcóticos afrontando la posibilidad de una dura condena: es el diplomático que, en su defensa, toma el encargo de localizar a Juana, su hermana, desaparecida en una Colombia convulsa, cuya historia acapara páginas que uno lee con el aliento contenido. Es una trama que se pliega como esas láminas de papiroflexia en que las rayas y los dibujos se van uniendo ajustadas si lo has hecho todo bien. O como la puta estantería de Ikea que tiene el agujerito hecho con berbiquí justo en el punto idóneo para que puedas asirla con una tira de fleje a la pared. Es una novela precisa y preciosa, y mira que a mí los jueguecitos de palabras y las redundancias y la poética de tres al cuarto me repatean. Pero es que hasta ese viaje por las cercanías del ridículo voy a arriesgarme a hacerlo con tal de que se haga justicia.
¿Será un grupo de presos con buena conducta del correccional de Moundsville, hoy habitado únicamente por fantasmas? ¿Será un enfermo mental con acceso a Internet en algún sanatorio de Escandinavia que sueña con vivir en el mismo puente por el que deambula el personaje de El grito de Munch? ¿O un cónclave de novicios pederastas que intercambian fotografías de niños birmanos y keniatas a través de álbumes colgados en la red?¿Será tal vez un grupo de travestis chilenos que escaparon vivos de la dictadura de Pinochet y ahora componen sus memorias en verso y montan yeguas de color blanco en las facultades de letras?
No sé: puede que libros concretos lleguen en momentos concretos o puede que tome otro libro de este hombre y lo tire al suelo entre gritos de horror como si las páginas abrasaran mis manos tras hacerlo con mis ojos. A falta de seis días, y sin faltar al respeto a grandes libros y grandes autores que me han acompañado y a los que recuerdo, este es mi descubrimiento y mi firme apuesta del año.