El estigma social: Consecuencias de un conflicto entre naciones

Por Yanquiel Barrios @her_barrios

La Real Academia Española (RAE) define la palabra estigma de siete maneras diferentes, siempre encausándola según la circunstancia o la ciencia. Por ejemplo, un estigma puede ser una marca o señal en el cuerpo. Desdoro, afrenta, mala fama. Huella impresa sobrenaturalmente en el cuerpo de algunos santos extáticos, como símbolo de la participación de sus almas en la pasión de Cristo. Marca impuesta con hierro candente, bien como pena infamante, bien como signo de esclavitud.

En otro sentido, desde la botánica es visto como el cuerpo glanduloso, colocado en la parte superior del pistilo y que recibe el polen en el acto de la fecundación de las plantas. La medicina en otro sentido, lo ve como una lesión orgánica o trastorno funcional que indica enfermedad constitucional y hereditaria. Mientras que la zoología lo define como cada uno de los pequeños orificios que tiene el tegumento de los insectos, arácnidos y miriópodos, por los que penetra el aire en su aparato respiratorio, que es traqueal.

Estigmas como el de la discriminación racial, la desigualdad de géneros o el que pueden provocar ciertas enfermedades como el VIH o la epilepsia, han trascendido en el tiempo para convertirse, como dijera una de las primeras definiciones, en una huella o marca que permanece inalterable, no en el cuerpo, sino en otro sitio más difícil de borrar: la memoria, la conciencia, el imaginario y la representación social del sujeto sociedad.

La vida moderna, lejos de proporcionarnos bienestar y satisfacción, se nos presenta en harto ocasiones de manera beligerante. Mientras que muchos luchan por eliminar estigmas añejos que inciden de manera negativa, lacerando la integridad emocional de quien los padece, otros por su parte, se empeñan en crearnos nuevas marcas. El conflicto entre Israel y Palestina, la turbulenta situación que provoca una inestabilidad constante en el Medio Oriente, la hambruna y la pobreza extremas en África, por solo mencionar algunos de los más importantes eventos a nivel mundial que generan controversia constante y por ende heridas y marcas bien profundas que a tono con la definición médica de estigma, se están volviendo irrevocablemente hereditarias para la conciencia colectiva de las sociedades que la padecen.

Desde tantos años atrás como 1959, las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos se han visto mediadas por un clima de tensión política que no ha encontrado el camino para solucionar diferencias y saldar antiguas deudas que más que nadie, el pueblo sufre. El difíciles relaciones entre ambos gobiernos han dejado una huella inborrable en las más de cinco décadas de conflicto político de La Habana y Washington. Desde los inicios esta situación desencadenó una reacción que aún en la actualidad permanece indetenible e innegable: el avance ininterrumpido de los cubanos hacia otras latitudes en busca de mejores condiciones de vida aun cuando esto demande cargar con el estigma del exilio y la añoranza por lo autóctono. Las cicatrices causadas por la separación continua de familias ha sido la herencia de una política infructuosa extendida en el tiempo por más de 50 años. El significado es bien elocuente, como mismo no se queda atrás en actos y palabras mudas el flujo permanente de cubanos fuera de las fronteras de la Isla. Por tanto si tanta significación tienen ambas razones, las cuales inciden de manera directa en la sociedad, por qué no resolverlas divorciados de viejos rencores.

Lucía es una amiga que como muchos cubanos tiene su pequeña gran historia de frustración, depresión, incertidumbre, ansiedad, etc. provocada por arbitrariedades políticas engendradas a través de un bloqueo económico el cual se materializa, en toda su expresión, fundamentalmente para los más desfavorecidos. Lucía, después de más de 40 años sin ver a su familia a la cual nunca conoció y que eligió la opción del Norte, y tras una espera aproximada de 3 meses para sin quererlo jugar al azar con su destino en una entrevista que pasa más por un test detector de mentiras dejado en manos de un ser tan mortal y desconocido como ella y que tiene en sus manos, transformadas en conciencia y subjetividad, la elección de convertir en privilegio el hecho de visitar o no el Gran Imperio del Norte.

Reza un teorema en sociología y aun cuando en la psicología es bien usado, llamado Teorema de Thomas: "si el hombre define situaciones como reales, ellas son reales en sus consecuencias". Este punto de vista resulta perfectamente aplicable a lo que sucede con la mayoría de los cubanos que llenos de fe se presentan en busca de la tan ansiada aprobación. La sugestión ante el historial de negaciones que se presenta en la realidad, se convierte en el imperativo que reina en la subjetividad de cada individuo que decide someterse a la prueba. Aunque analizándolo de manera objetiva y un tanto realista-pesimista, toda la positividad del universo no alcanzaría para vencer una ley que convida más a morir en el intento y de manera ilegal que a realizar las cosas de la manera correcta. Contradicciones muy democráticas y cargadas con un elevado grado de los más genuinos derechos humanos. Entre miles, dejó a mi amiga Lucía con un halo de frustración, incomprensión y ansiedad, pero no logró su objetivo final de invitarla al desenfreno de llegar a toda costa.

El beneficio de unos pocos, impuesto mediante arbitrariedades conscientes, provoca en un corto plazo y ante la frustración percibida y vivida, que la ansiedad se manifieste de diversos modos. Falta de sueño aunque no de despertar precoz, ausencia de apetito, fluctuación diurna del estado de ánimo, inhibición, pérdida del placer sexual o anhedonia. Una o varias causas, todo depende de la experiencia y el grado de tolerancia a las frustraciones. Lo más decepcionante en este punto de desesperación que vive la persona, resulta que quienes defienden desde sus perspectivas los derechos humanos y la democracia, están al tanto de todos estos padecimientos y continúan incentivando, a conveniencia, un odio irracional hacia otro que solo lacera la integridad y salud mental de los desesperados.

El estrés generado por toda la historia de vida, no solo de Lucía mi amiga, también de la mayoría de los cubanos, se une para formar una combinación fatal durante el antes y el después de la tan ansiada aprobación. Los problemas económicos pudieran enmarcarse como la primera causa desencadenante del estrés así como de la frustración de planes de vida que resultan condicionantes de gran peso en el malestar social. Ante este tipo de situaciones desesperadas, el ser humano por lo general decide tomar medidas aún más riesgosas, la mayor parte de las ocasiones sin conocimiento de causa y sin analizar que el posible fracaso de la empresa que supuestamente los aliviaría, puede provocar un daño aún mayor.

Dos causas que a simple vista pueden parecer sencillas para quien no las padece, pero la mayoría no cuenta con la capacidad de resiliencia para enfrentar de manera apropiada estos problemas de salud. Mayor complejidad en cuanto al estigma y la mentalidad que se va creando respecto al tema. El estigma se puede decir que es una marca mental y las marcas mentales nunca sanan, se mantienen vivas en el recuerdo. Lo que ha vivido la generación de Lucía y otras muchas durante más de 50 años de bloqueos, ha definido o se ha instaurado/impuesto, como elemento constitutivo de la personalidad, un modo y estilo de vida en ningún sentido positivo.