En 1833, el doctor William Beaumont (1785-1853) era un desconocido médico de Connecticut que durante años había prestado sus servicios en el ejército como cirujano auxiliar, lo máximo a lo que podía aspirar por su formación de aprendiz de médico sin pasar por la universidad.
Pero ese mismo año su nombre pasa a la historia de la medicina al publicar “Experimentos y observaciones sobre el jugo gástrico y el funcionamiento de la digestión”. Su trabajo es un bombazo, una auténtica revolución respecto al conocimiento sobre la fisiología del aparato digestivo. Fue su salto a la fama, a la gloria médica. Con su descubrimiento se abandonó la idea de que el proceso digestivo humano se basaba en la molienda y putrefacción de los alimentos en el estómago, para confirmar que se trataba de un proceso químico ‘limpio’, en el que toda fermentación supone una patología.
¿Cómo un oscuro médico con una precaria preparación teórica llegó a descubrir la verdad de la digestión humana? Gracias a un colaborador especial que le acompañó en todo el proceso, un humilde transportista canadiense llamado Alexis Saint Martin.
Todo había empezado 11 años antes. El 6 de junio de 1822, Alexis Bidagan, llamado Saint Martin, un voyageur (transportista de pieles en canoa) de 28 años, se encuentra cerca del lago Hurón, en Michigan; aunque sería más correcto decir que está exactamente en el lugar equivocado en el momento más inoportuno ya que recibe, accidentalmente, un balazo. Herido de muerte, es llevado al fuerte de la isla Makignac, donde le atiende un tal William Beaumont, un médico del ejército con una larga experiencia en heridas de ese tipo. Con ojo de experto el doctor no le da dos días de vida: el proyectil había atravesado las costillas y el estómago. “Cuando llegué, se le estaba saliendo el desayuno”, escribió en su diario.
No es una crisis, es una oportunidad
Pero Saint Martin estaba hecho de una pasta especial, y sorprendentemente sobrevive con ese boquete en el estómago. Durante los primeros 17 días se le suministra comida directamente por el orificio de la herida. No tengo claro si en un primer momento la curación se resistió o Beaumont vio en seguida el cielo abierto en forma de estómago: “este caso representa una oportunidad única para experimentar los fluidos gástricos”, escribe. Aquella bala le había proporcionado a Beaumont una ventana al estómago, convirtiéndole en el primer investigador que, mediante esta rudimentaria fístula, podía observar como ocurría la digestión humana.
Dibujo de la fístula de Alexis Saint Martin realizada por el propio doctor Beaumont
Se inicia en ese momento una relación en la que Beaumont deja de ser médico para convertirse en científico y Saint Martin deja de ser paciente para convertirse en rata de laboratorio. Beaumont olvida el juramento hipocrático y mantiene abierta la herida para experimentar. Consigue, mediante excusas, dilatar tanto el cierre del agujero en el estómago del voyageur canadiense que este quedó abierto para siempre. El doctor nunca explicó por qué ni siquiera intentó operar para cerrar el agujero, algo que hubiera sido posible.
Directo al estómago
Beaumont recoge jugos gástricos del paciente para experimentar en recipientes de vidrio e introduce diferentes tipos de alimentos directamente en el estómago del paciente con un hilo o cuerda. Así metía pan, verduras, carne, etc. Luego, tirando de la cuerda los sacaba en diferentes intervalos de tiempo y observaba el grado de digestión de cada uno de ellos. A lo vivo, claro. Entre otras cosas comprobó que, en contra de lo que se creía, la verdura era muy costosa de digerir e, incluso, que el estado de ánimo también influía en al digestión.
En noviembre de 1833 tiene lugar el último experimento de ambos, al desaparecer Saint Martin con su familia. Beaumont intenta contactarlo, ya que estaba en trámites para que el Congreso de los Estados Unidos le financiara sus investigaciones, lo que no consiguió. Sí logró contactar con Alexis, pero no convencerlo. Éste imponía como condición que el doctor se ocupara también de su esposa e hijos, y ambos nunca llegaron a un acuerdo,
Tras la muerte de Beaumont en 1853 otros médicos intentaron contratar a la cobaya más famosa del momento, pero tampoco tuvieron éxito y Saint Martin ya no sufrió más experimentos hasta su fallecimiento en 1884.
Experimentar recto con renglones torcidos
Daños colaterales. Minucias comparadas con el importante avance que, gracias a Beaumont, experimentó nuestro conocimiento sobre la digestión humana. Las cobayas y ratas de laboratorio son fundamentales para el progreso, dirán algunos. Aunque siempre es más fácil cuando no son conscientes de su condición.
¿Se consideró afortunado Saint Martin por su contribución a la ciencia? No lo creo. Alexis muere en la miseria y casi alcoholizado y su familia rechazó las peticiones para vender su estómago. También mantuvieron el cuerpo oculto en casa mucho más tiempo de lo normal para que la descomposición evitara su uso científico.
Eso sí, en 1962, la Sociedad Canadiense de Fisiología le erige una placa y le rinde homenaje por su contribución a la ciencia.