El País, 3 de noviembre de 2011: “Miles de mirlos han caído desde la noche de Año Nuevo sobre el estado de
Todo apunta hacia las explosiones como catalizadores de este raro suceso en cadena -las aves halladas no presentaban ningún signo de violencia externa-. La noticia, por su singularidad, ocupa un espacio relevante en los medios de comunicación, momento para preguntarse en qué medida el ritmo de vida humano influye cada día en el resto de las especies. ¿Es exagerado pensar que podemos infligir la muerte de otros animales de manera sicosomática? El estrés es altamente contagioso, en efecto; la sensibilidad no es una cualidad humana: que estemos capacitados para explicar nuestras emociones y por ende, nuestro nivel de angustia, no significa que seamos menos resistentes a los cambios que otras especies. Los caballos, poniendo un ejemplo cercano, animales nobles a los que agrada la compañía humana, pueden traumatizarse de por vida por situaciones de alto estrés, de hecho, pueden incluso sufrir paradas cardíacas bajo alta tensión emotiva.
Cooliflowerense, como propósito para este 2011 recién estrenado sugerimos un cambio mental: los animales también sienten… a veces, por falta de inteligencia autocomplaciente y engañosa, de modo bastante más sincero y puro que nosotros mismos.
Muy interesante: Caballos que curan.