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Especial. Cobertura BAFICI 2011
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Lejos de proponer una reivindicación romántica de la militancia, el film dirigido por Mitre explora los defectos denunciados por los defensores de la gestión pura, libre de estrategia ideológica: negociación, discrecionalidad, amiguismo, corruptela, asociaciones oportunistas, repartija de la torta, hipocresía, traición.
Esteban Lamothe (a quien vimos de refilón en la ayer comentada Vaquero) se destaca en la piel del provinciano e inexperimentado Roque. Actor y personaje crecen a medida que avanza la película, hasta encarnar la figura del cambio necesario para oxigenar la idiosincrasia de nuestra dirigencia política.
La facultad de Ciencias Sociales de la UBA (presumiblemente las instalaciones de Marcelo T. de Alvear) es/son el escenario de la puja entre la vieja y nueva metodología. La parodia que otros dos estudiantes-militantes hacen de famosos discursos de Perón y Balbín refuerza la mirada crítica y la intención de renovación (no necesariamente revolución) por parte de los cuadros jóvenes.
En una Argentina donde la militancia recupera protagonismo y busca reparar los daños de la mala prensa, El estudiante enriquece la discusión sobre la relación entre educación y política, y sobre la formación de los jóvenes en una escuela y con maestros que exceden el ámbito académico.
La voz en off que relata la evolución de Roque como inesperado animal político, las referencias a fenómenos de nuestra historia reciente (el malestar que sigue causando el incorregible peronismo; la frustración del alfonsinismo; las dificultades de la izquierda a la hora de surgir como tercera fuerza), la caracterización de los pesos pesados de la gestión universitaria construyen un thriller sin precedentes en nuestro cine nacional. Quizás por eso, después de ver El estudiante, pocos se atreven a sostener que la política es aburrida.