Parece claro que los Sindicatos no están pasando por su mejor momento de influencia y popularidad. Posiblemente el origen de ese deterioro esté en que les está faltando un poco de cintura y de sintonía fina para adaptar su labor a los tiempos que corren, y a los que nos esperan.
Los líderes sindicales, en la rueda de prensa inmediatamente
anterior a las manifestaciones del domingo.
(Fuente: lavozlibre)
Tampoco es ajena su mala prensa a la actitud indolente que han adoptado durante los (casi) ocho años de gobierno socialista, en la que han asistido impertérritos al progresivo deterioro del mercado laboral y a un número creciente de desempleados. Se dice que anestesiados por muy jugosas subvenciones del Gobierno para la impartición de formación a trabajadores y parados. Y es conocido que hasta la aceitera más limpia e impoluta, siempre nos acaba untando los dedos.
Pero en estos tiempos revueltos no debemos, de ningún modo, empezar a demonizar colectivos y organizaciones. Parece inevitable que en momentos como este en que tan poco queda para intentar repartir, a la solidaridad la sucede el individualismo, el sálvese quien pueda. Quien tiene (todavía) un empleo está dispuesto a lo que sea para mantenerlo. Porque la única alternativa posible es el desempleo (situación en la que, muy probablemente, ya están algunos de sus familiares, vecinos y amigos).
A los funcionarios no les queda más remedio que, presuntamente a cambio de su empleo vitalicio, aceptar sucesivos recortes en sus salarios y derechos. Muchas empresas privadas han avanzado también por este camino, negociando reducciones de jornada laboral a cambio de disminuciones proporcionales en el coste salarial.
A nada nos conduce demonizar al colectivo de los que todavía están empleados, o a los propios Sindicatos, que, por otra parte, no acaban de salir de su estupor. Un desconcierto que tiene mucho que ver con que deben enfrentarse a circunstancias para las que no estaban preparados.
La principal función de los Sindicatos, tal y como los conocemos hoy en España, es, si acaso, defender los intereses de los trabajadores. A través de las negociaciones colectivas y, eventualmente, las movilizaciones, huelgas y demás, saben luchar para conseguir que el trozo de un pastel creciente dedicado a los trabajadores sea algo más grande de lo que sería si no existieran. En otras palabras, su estructura mental está preparada para alterar la distribución de la riqueza creada, en favor de los trabajadores.
Dicho sea de paso, con un éxito menos que relativo, pues las últimas décadas nos han traído un agravamiento muy serio de la desigualdad. Es decir, los ricos lo son cada vez más, mientras que los pobres se siguen empobreciendo. Usando ricos y pobres en el sentido más amplio posible.
Curioso. Esta convocatoria era para el
29 de Septiembre de 2010.
(Fuente: noblezabaturra)
Y ello nos ha traído la Trampa Gigante de la Desigualdad. En Estados Unidos, por ejemplo, en las últimas cuatro décadas se ha pasado de un 8% del PIB detentado por el 1% de la población, a una concentración de hasta el 20% del PIB en manos de ese 1% de más ricos. Os recomiendo un excelente artículo (en inglés, eso sí), publicado sobre este tema por el Social Europe Journal.
Los Sindicatos mayoritarios en España (CCOO y UGT) convocaron manifestaciones este pasado domingo (por cierto, un 11-M, lo que generó más polémicas todavía; para evitar la fecha del 18 de Marzo, en medio del puente de San José), que tuvieron una afluencia bastante limitada. Los medios más contrarios llegaron a decir que sólo habían asistido los liberados sindicales, en defensa de sus propios privilegios.
Y también han convocado, con más miedo que vergüenza, una Huelga General para el 29 de Marzo, que ya veremos en qué resulta. Me da la sensación de que la gran mayoría de empleados y también de parados creen que este no es tiempo de algaradas y protestas, sino de trabajar todos juntos para intentar salir de una situación extremadamente crítica.
No ha contribuido, por cierto, al prestigio de los Sindicatos las infinitas reuniones sin acuerdos que han mantenido con la Patronal y tanto con el gobierno socialista anterior como con el actual del PP. No conseguir llegar a un acuerdo significa que, muy probablemente, siguen intentando defender cosas que ya no son de estos tiempos. En estos momentos, la principal obsesión debe ser conseguir que de la crisis salgamos todos y que no quede un reguero de cadáveres económicos en la cuneta. Que cuando consigamos recuperar la senda del crecimiento, con el esfuerzo de todos (no hay otra), disminuya la desigualdad y se distribuya mejor la riqueza creada.
Creo que han perdido la ocasión de transigir con algunas medidas duras pero temporales, a cambio de un horizonte más despejado para todos. En revancha, el Gobierno ha publicado una Reforma Laboral que se carga de un plumazo, y para siempre, muchos derechos que ha costado décadas conseguir.
Con su tozudez creo que están opositando a que puedan acabar siendo organizaciones prescindibles. Y eso no será bueno para nadie.
Como siempre, casi nada sucede por primera vez. Todo ha pasado ya alguna vez antes, en algún lugar. Pero no aprendemos. He tenido ocasión de leer recientemente un excelente y ameno libro titulado No Such Thing as Society (subtitulado A History of Britain in 1980s). La década de los 80 fue dominada en el Reino Unido por Margaret Thatcher (Primera Ministra desde 1979 hasta 1990). Thatcher era una neoliberal convencida (que hizo tándem político con el más siniestro Ronald Reagan), monetarista de la Escuela de Chicago y enemiga militante de los Sindicatos (las poderosas -hasta entonces- Unions).
Los Sindicatos en Gran Bretaña terminaron esa década terriblemente debilitados. Para ilustrar la lección que deberíamos aprender, valga como muestra un botón. Se empeñaron en defender derechos (o privilegios) que ya no estaban en consonancia con los tiempos que corrían. Por ejemplo, las Unions dictaban cuántos componedores (los que elaboraban casi manualmente la maquetación de las páginas de los periódicos) hacían falta para cada empresa y para cada actividad. Además, los empleados debían ser obligatoriamente miembros del Sindicato correspondiente. Las nuevas tecnologías, especialmente los ordenadores, ya permitían que los propios periodistas colocaran sus noticias en el formato de la página del periódico. Dramáticamente, las Unions descubrieron, demasiado tarde para ellos, que ya carecían de la capacidad de presión de la que habían gozado hasta entonces. De alguna forma intentaron oponerse al progreso, y este les pasó por encima.
Y no perdamos de vista que la amenaza, para todos, es justamente ese debilitamiento y desprestigio de los sindicatos, que parecen incapaces de convivir con los nuevos tiempos. De ahí el título de ese libro. Margaret Thatcher, en la euforia tras su tercera victoria electoral, fue entrevistada para una revista femenina. En ella se quejaba amargamente de la tendencia moderna a confiar en que la sociedad resuelva los problemas que tiene la gente, las personas, los ciudadanos. Y se preguntaba, ¿pero quién es la sociedad?.
Con la intención de dejar más claras todavía sus ideas, Margaret Thatcher insistía del siguiente modo:
"There is no such thing as society. There is a living tapestry of men and women and people and the beauty of that tapestry and the quality of our lives will depend upon how much each of us is prepared to take responsibility for ourselves"
(Cita de la revista Women's Own, 31 de Octubre de 1.987, tomada del libro No Such Thing as Society, de Andy McSmith, publicado por Constable-London en 2011)
Mi traducción libre sería como sigue: "No existe lo que llaman sociedad. Lo que existe es un tapiz vivo de hombres, mujeres y gente (sic) y la belleza de ese tapiz y la calidad de nuestras vidas va a depender de cuánto cada uno de nosotros esté preparado para tomar la responsabilidad de nosotros mismos".
Margaret Thatcher, Primer Ministro del Reino Unido
(1979-1990)
(Fuente: prensarosa)
Todo un manifiesto individualista. En otras palabras, entre los caprichos del capitalismo y cada ciudadano no habría más que su capacidad de tomar la responsabilidad de su propia vida. Un mundo de perros grandes y pequeños que se devoran sin piedad unos a otros, abandonados a su suerte.
Para intentar evitar que esas palabras de la Thatcher describan a nuestra sociedad del futuro, es básico que los Sindicatos se sacudan de encima el estupor y el desconcierto que les está abatiendo, y sean capaces de seguir desarrollando un papel de amortiguación social en los tiempos venideros.
No debemos demonizar a los Sindicatos. Pero condescendencias las justas. Que asuman ya de una vez el papel que les toca llevar adelante en los tiempos que vienen.
Que se vayan poniendo las pilas, que se apaga la luz.
JMBA