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escribir, estudiar, práctica, teoría
Si quiere aprender a nadar será positivo (al menos no hará daño) recibir las explicaciones básicas de un profesor, incluso leer algo sobre ello para hacerse a la idea y saber de qué se trata. Pero para saber nadar no hay nada que sustituya entrar en la piscina (río, mar, lago…) De hecho, lanzarse al agua sin explicaciones es uno de los métodos más utilizados. Y es el más rápido.
Pero… ¿no entraré en pánico y empezaré a agitarme sin control, empeorando las cosas? Puede ser, pero superados los primeros momentos, si su intención es aprender, empezará a comprender lo básico para mantenerse a flote. El estilo y la gracia vendrán con la práctica.
Con la escritura (con casi cualquier cosa) la preparación sólo nos lleva hasta el borde de la piscina con vagas nociones sobre qué hacer después. El resto sólo se aprende en el agua.
La sensación de que usted será mucho mejor si demora el momento de efectivamente “hacer las cosas” y se dedica a estudiarlas, leer lo que los expertos dicen, analizar varios puntos de vista y recopilar datos, a menudo tiene que ver más con el miedo que con una estrategia bien planeada.
En última instancia, es inútil ponerse a pensar en lo que podría suceder en lugar de hacerlo.
Esto no significa que la preparación previa carezca de sentido, pero quizás la práctica sea mucho más beneficiosa que la teoría. El punto es que el conocimiento es útil cuando lo aplicamos, como saber puro no tiene mucho sentido. Lo óptimo es combinar teoría y práctica.
A la comprensión cabal de la mayor parte de las cosas que le ayudarán en su crecimiento como escritor sólo se puede acceder a través de la experiencia personal. Hay que debemos averiguarlas por nosotros mismos. Eso no quiere decir que las experiencias de otras personas no puedan ser esclarecedoras pero, por su naturaleza, las ideas de terceros nunca nos dan la imagen completa.
Es muy fácil hacer que algo parezca esencial sólo con proporcionar alguna evidencia que apoya la teoría. Una gran cantidad de libros sobre el arte de la escritura lo hace, aunque quizás no siempre intencionalmente.
Si digo que he estudiado los libros más vendidos del año pasado y he descubierto que todos comparten el ingrediente X y, para que su novela sea exitosa tiene que incluir ese ingrediente X, parecerá una sugerencia razonable, especialmente si puedo apoyar lo que digo con varios textos sacados de Best Sellers.
Para poner un ejemplo digamos que he descubierto que todos esos libros exitosos tienen introducción, nudo y desenlace (no es que sea muy revolucionaria la afirmación).
Bueno, ¿hay algún libro que no siga esta estructura? Si, un par. Siempre habrá quien logre el objetivo rompiendo las reglas. Pero la gran mayoría sí que cumple con lo planteado y el suyo debería hacerlo.
Muy bien, pensará usted, dicho así quizás tenga razón.
Pero hay otras preguntas que debería hacer: ¿Cuántos libros hay que siguen esta estructura y no triunfan? ¿Hay alguno que cumple con el ingrediente X y es francamente malo?
Creo que todos conocemos la respuesta, pero no pensamos mucho en ella. El éxito es más visible que el fracaso, que se pierde en la oscuridad (si llegan a ser publicados).
Así, mientras es interesante señalar que las cinco novelas más exitosas tienen un evento desencadenante en la página 25, usted debe tener en cuenta que otras muchas novelas tienen un evento desencadenante en la página 25 y no consiguieron llegar a las librerías.
Lo que nos lleva a pensar: ¿Qué tan útil es entonces saber esto? Descubrir cosas en común no garantiza hallar ese elemento diferenciador que hará que mi novela sea mejor que las otras.
No significa que no vale la pena saberlo. Un doctor debe saber qué lado de la jeringa debe apuntar al paciente, pero no sabrá cómo inyectar algo sin que duela sólo con teoría. Usted deberá clavar varias agujas a la gente para adquirir esa destreza. Y les va a doler al principio y se lo harán saber a los gritos. Así es como mejorará su técnica.
Entonces ¿todo el conocimiento académico más allá del básico no vale la pena?
La verdad es lo opuesto. Ayuda mucho aprender todo lo posible sobre el arte de escribir. No es que ello le suponga algún atajo para convertirse de repente en un maestro kung fu como Neo en The Matrix, esto no funciona así (por desgracia). Una parte de ese conocimiento incluso no tendrá sentido para usted hasta que lo empiece a aplicar.
Pero entre toda esa información que hay allí afuera, habrá una frase, una idea, que producirá ese “click” en su cabeza, evolucionando su forma de pensar. Esta “revelación” será distinta para cada persona y nadie sabe exactamente qué cosa debe escuchar cada cual para activar ese tipo de crecimiento mental, por lo que usted debe conseguir toda la información, todo el conocimiento posible y bucear en él hasta encontrarla.
He leído muchos (muchos) libros sobre el arte de escribir. La mayoría de ellos eran obvios y causaron poca impresión. Pero de tanto en tanto una enseñanza se abre camino hasta mi cabeza. Para mí, descubrir que las escenas podían mostrar en vez de contar y con ello revelar el carácter del personaje cambió mi forma de escribir. Este pequeño consejo (dado tantas veces, en tantos talleres) me hizo buscar formas de mostrar cosas en mis escenas para ver si resultaba.
Quizás eso no me haya hecho un campeón de natación, pero sigo en la piscina y no me ahogo.
Para usted quizás sea otra cosa. Encontrar esa idea sin saber qué busca puede ser un proceso lento y largo, pero finalmente dará frutos (eventualmente).
Mientras tanto no se quede esperando a un lado, láncese al agua y salpique. Si le parece que se hunde, no se asuste: contenga la respiración hasta sentir firme bajo sus pies y entonces tome impulso. Siempre volverá a la superficie.