Aquel sábado por la mañana muy pocos de los que acudimos a la sala de prensa del Kursaal de San Sebastián conocíamos al tipo negro y espigado que se sentaba al lado de François Cluzet. Nos había cautivado con su frescura, desenfado, con su sonrisa inabarcable y una vis cómica que combinaba perfectamente con una faceta más dramática. El cartelito que tenía delante rezaba: Omar Sy. Poco después se convirtió en el fulano más conocido de Francia y su película alcanzó números estratosféricos en la taquilla del país vecino aupándose, también, a un espectacular número uno en España. Intocable supuso su pasaporte al éxito, a los rodajes internacionales y al prestigio de verse agradeciendo el premio César al mejor actor por delante de su afamado compañero de rodaje.
Desde entonces, su nombre y su imagen en el póster de un largometraje es el reclamo perfecto para llenar las salas de espectadores. El problema radica en el momento en que se encasilla a un intérprete en una tipología concreta de personaje en la creencia de que lo que ha vendido muchas entradas una vez, por fuerza, ha de seguir haciéndolo en el futuro. Y es que el bueno de Omar Sy parece abonado a los papeles de pícaro con buen corazón desde aquel que le granjeó celebridad y respeto.
En esta ocasión la historia nos traslada a la Francia de los años 50. El doctor Knock es un antiguo delincuente de poca monta que se ha sacado el título de medicina. Su llegada a la localidad de Saint Maurice provoca gran revuelo. Sus particulares métodos y su alma de granuja provocarán que los habitantes del pueblo vean síntomas y enfermedades donde no las hay; mientras, él se lucra y hace fortuna con ello.
El filme adapta libremente la novela de Jules Romains Dr. Knock o el triunfo de la medicina, anteriormente llevada al cine en 1951. Sus hechuras, la cuidada fotografía y la banda sonora cálida, agradable, de comedia romántica anglosajona que recuerda el estilo de Rachel Portman, parecen querer emular la atmósfera de cuento que tenía Chocolat, pueblecito singular incluido. El esfuerzo económico se aprecia tanto en la entidad de la producción como en la elección del cabeza de cartel, pero lo cierto es que, a pesar de estos mimbres, más allá de la presentación, en el momento en que se ha de desarrollar la trama el guión hace aguas.
Como espectador, en el momento en que uno es consciente de que aquello no acaba de funcionar tiende a desconectar. Tan solo podemos salvar del fuego la preciosa historia de amor, una joya dentro del naufragio general, y la actriz que representa el interés romántico del protagonista, Ana Giradot. Omar Sy, solo a ratos. Los destellos de calidad en su trabajo quedan ensombrecidos por el cliché que viene repitiendo cinta tras cinta desde su eclosión para el gran público. Sin un texto brillante y una buena dirección, algo que aquí se echa a faltar, su rendimiento baja notablemente.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © Curiosa Films, Mona Films, Mars Films. Cortesía de Filmax. Reservados todos los derechos.
El doctor de la felicidad
Dirección: Lorraine Lévy
Guion: Lorraine Lévy, a partir de la obra de Jules Romains
Intérpretes: Omar Sy, Ana Giradot, Alex Lutz
Música: Cyrille Aufort
Fotografía: Emmanuel Soyer
Duración: 113 min.
Francia, Bélgica, 2017
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