A pesar de su deseo de integrarse lo más completamente en la sociedad melanesia, Malinowski había debido reconocer que los melanesios, que habían comprendido que iba a meter sus narices en todas partes e incluso allí donde un indígena no habría soñado nunca introducirse a la fuerza, se habían resignado a ver en él un mal necesario que formaba parte de su vida. A pesar de su buena voluntad, el etnólogo está condenado a ser un marginado, con este estatuto de excepción para ampliar su campo de observación (Akoun, 1971).
A propósito de los inconvenientes de la observación participante (trabajo de campo o sobre el terreno), una reflexión: