Hoy día, las excepciones a la norma están teniendo éxito y reconocimiento. Van siendo valoradas como una opción tan legítima como la ortodoxa y, si acaso, mucho más efectiva para triunfar en algunos aspectos en que era considerada una extravagancia o un hándicap para alcanzar cualquier objetivo en la vida. En una sociedad que presume de “normalidad”, los discapacitados, los que sufren determinadas enfermedades y trastornos psíquicos, los dependientes de sustancias adictivas o los que se comportan contra las normas sociales, todos ellos están dejando de ser “raros” y llegan a convertirse en ejemplos dignos de admiración y seguimiento. Son modelos “heterodoxos” de lograr cualquier ambición o éxito que se desee.
Algo similar le ha sucedido a Jeremy Meeks, un exdelincuente que tiene todo el cuerpo lleno de tatuajes y que, en el pasado, si te hubieras tropezado con él en medio de la noche, habrías cambiado de acera. La verdad es que estuvo arrestado y preso en Los Ángeles por robar a mano armada, pero un rostro bien parecido y una excelente forma física le valieron para convertirse en un “top model” cotizado y un sex symbol masculino de las pasarelas. En su caso, no era una discapacidad lo que le apartaba de la “normalidad”, sino una tendencia antisocial hacia los bienes ajenos. Cazadores de “belleza” para diseñadores y algo de suerte, le permitieron ingresar en el sofisticado mundo de la moda y olvidar aquella época en que era parte de los “otros”, de los rechazados o esquivados por la sociedad. Otro éxito de la excepción.
No son los únicos, pero los citados tal vez sean los ejemplos excepcionales más conocidos en todo el mundo. Sin embargo, historias similares se producen cada día en nuestras ciudades y en el anonimato de nuestros barrios, donde personas con el síndrome de Down consiguen trabajar y llevar una vida tan “normal” como la de cualquiera. O exdelincuentes y drogadictos que logran superar sus “baches” para incorporarse a la “normalidad” familiar y laboral que ambiciona cualquier ciudadano. Y muchos más. Todos y cada uno de ellos son ejemplos de que de la invisibilidad se puede salir, que ser “raro” no es un estigma que impida el desarrollo de la persona en su integridad y dignidad, y que la excepción también es una posibilidad de éxito. El triunfo de la excepción.