El conflicto llega cuando por ejemplo, una se pone enferma. Así me pasó la semana pasada, cuando en lugar de poder dedicarme a terminar un libro para el que tengo fecha de entrega con una editorial (para anteayer), me encontré en la cama debido al virus de un fuerte resfriado. No tenía energía ni para leer un cuento a mi hija pequeña y mucho menos para trabajar. Con laringitis, difícilmente podía siquiera hablar por teléfono para cancelar citas de trabajo, por lo que tuve que recurrir a e-mails y SMS.
El caso es que incluso estando enferma, me cuesta tomarme el día ¨libre¨ y no hacer algo que yo considere productivo. Ya puede ser escribir, trabajar, leer o pasar tiempo con mis hijas. Soy consciente, sin embargo, que no tiene sentido forzarse y que cuando el cuerpo enferma a menudo es porque simplemente necesita ese descanso que no le estamos dando a diario. Y además, cuando el cuerpo enferma suele ser porque la mente lo debilitó mediante el estrés que nos produce el ansia de estar siempre “en marcha”.
Me gusta ser productiva, me gusta trabajar, me gusta escribir, pero – para qué me voy a engañar – también me gusta dormir, me gusta descansar, me gusta ver una película intrascendente y a veces hasta hojear una revista de moda o de cotilleo. La semana pasada no tuve más remedio que quedarme en la cama recuperándome … y hacer un esfuerzo para darme permiso para estar enferma y simplemente descansar, sin sentirme culpable. Todavía no estoy al 100%, pero estoy consiguiendo cuidarme y no obligarme a hacer más de lo que realmente debo en estas condiciones.
Para mí, el éxito ahora significa también saber cuándo decir ¨basta¨, apagar el BlackBerry y el ordenador y darme vacaciones mentales, espirituales y físicas. ¡Incluso aunque en Estados Unidos esté mal visto! ¡Que viva la siesta española!
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