El 8 de marzo 2020 y en pleno conocimiento de la pandemia del "coronavirus", el gobierno dominicano emitió un comunicado de cumplimiento a fecha y plazo del 17 de junio actual, por el que se requería con seriedad y sin causar amenaza alguna la obligatoriedad de los nacionales haitianos regularizados o no y los que disfrutan de un contrato de trabajo, a actualizar sus datos y/o inscribirse en un patrón-registro para corregir y determinar lo que por defecto y de acuerdo a la Ley sería una expulsión o deportación ya sea como lo quieran calificar, considerando un trato de reciprocidad y atención con respecto a los protocolos marcados por derechos humanos, toda vez que se facilitaría con la fluidez pertinente, previa comprobación y a instancias del empleador el pago de subvenciones dentro del programa FASE, en el supuesto que se conserve todavía un trabajo cotizado en la seguridad social.
Todo país tienen derecho a preservar y tomar medidas macro-económicas cuando el mismo se ve afectado, como es el caso de esta crisis sanitaria que se está padeciendo en el mundo denominada y popularmente "coronavirus", y he aquí donde hay que hacer algunas consideraciones al respecto cuando se trata de tomar decisiones que pueden afectar de sobremanera a un pueblo que nunca fue intruso de hecho, como el haitiano que cruza la frontera, ya de por sí de costoso pasaporte por parte de la administración haitiana e importe de visado mensual por la dominicana, o simple mordida a pie de linea cuando el funcionario hace la vista gorda, permitiendo que el "coyote" en sociedad transporte a un buen número de indocumentados. Esa es la realidad suprema, lo que nos hace pasar al siguiente estadio que debería tener una reflexión más emocional por parte de los dirigentes, tanto de República Dominicana como de Haití, si es que al pueblo se logra estimar con un mínimo de respeto.
Nos preguntamos que hacer con un ingente número de jóvenes de padres haitianos que nacieron en República Dominicana, gracias a una gentil y sensible disposición por parte de la sanidad oficial e incluso alojamiento hospitalario de ser necesario, que nunca han pisado el otro lado de la frontera, cuando muchos de ellos ya casados, y debido al paso de los muchos años, tienen hecha su vida en toda la geografía vecina, que por impedimentos documentales, ignorancia o falta de información precisa, carecen de cualquier credencial para autentificarles, habiendo sido muchos pillados por sorpresa en inspecciones rutinarias de inmigración que los ha devuelto al otro lado en el que para ellos es un infierno y sin recursos de ningún tipo, familiares conocidos que les pudiesen prestar cualquier ayuda.. para días después tras un penoso recorrido y endeudamiento por salir de un atormentado limbo, volver al punto de partida y en muchos casos vagabundeando para caer en redes de trata y lo que podríamos añadir sin complejos, una esclavitud encubierta.
Si las comisiones de derechos humanos que son muchas las habilitadas en casi todos los departamentos de la procuraduría general dominicana, persisten en no utilizar y bajo una única directiva la predisposición vehicular propuesta por la Liga Haitiana Internacional para normalizar esta situación de un obligado éxodo por razones anteriormente mencionadas y en vital calidad de interlocutor válido para evitar en lo posible un drama social que cada dia puede empeorar y derivar a situaciones lamentables, será porque la politica sin ñetica ha triunfado y en su máxima dimensión falla, toda vez que sus exigencias para consolidarse o seguir en el poder opta por la desnaturalización de un concepto básico en las relaciones humanas, refiriéndonos a la dureza que otorga mediante decreto proteccionista la presión hacia otros, así también la falta de transparencia y gallardía por afrontar una amenaza que no es tal y muchos menos una invasión silenciosa haitiana como muchos pretender señalar, sin excetuar que se trataría de un acto de cobardía, canallesco y de mala fe que criticado podrían tener consecuencias de cuanto menos un temblor, cuando muchos de los dirigentes de los partidos en liza que se disputarán el bastón de mando el próximo 5 de julio, si deciden miran hacía otro lado permaneciendo aislados mientras las leyes se juegan a conveniencia, logrando en este caso un tardío trabajo por establecer una hoja de ruta correcta para impedir la humillación a la persona llevándola a unos limites insostenible e insospechada, especialmente cuando carece de los más elemental para seguir viviendo, es decir libertad, comida y trabajo.
Todavía se está a tiempo de corregir decisiones extremas, de tender una mano al más necesitado, de aplicar la ley mirando a los ojos de esos hombres, mujeres y niños que no sabrán ir a ningún lado que no sea un rincón de cualquier parte para esperar que el destino les alcance o un mortífero rayo, masacrando a muchos sus esperanzas de seguir como sea, y a otros por cansancio de haber vivido siempre atemorizados, terminando por vestirse con la harapienta indiferencia, que puede inducirles a lo más o menos insospechado.
Éxodo deriva del latín "exodus" y del griego "ἔξοδος", que significa salida voluntaria u obligada. Una tradición muy habitual en estos tiempos que relata la esclavitud que es la situación por la cual una persona o un gobierno es propietario de otra comunidad a tenor de sus circunstancias, permitiendo su salida, huida o estampida cuando así le conviene o no le hace falta su mano de obra económica.
Y en cualquier caso señores, no estaría de más que para ayudar lo injustificable, panifiquen quienes tengan atribuciones una acción más contundente, determinando una zona de exclusión dentro del territorio dominicano inmediato a la demarcación que divide dos mundos, y así evitar los peligros que se hallan al otro lado, en donde reina el caos y el hambre, a la vez que se instalan con lo más indispensable esos campos de refugiados, ubicando tiendas para resguardarse, carpas de asistencia y socorro para mitigar en parte el daño que ya se empieza a percibir en una envidiada República Dominicana, que hace prontamente una "desescalada" paulatina para "acaparar" un turismo que a lo mejor no se merece si el trato vejatorio dispensado a sus iguales y "vecinos exiliados" se demuestra y sigue siendo motivo de preocupación, intranquilidad y un escarnio que recorre la piel de quien se creía vivir con un tatuaje de dignidad, a la vez que comprendido y aceptado para ganarse la vida humildemente allí donde pudiese.