Cuando en 1944 el avance soviético se acercaba al corazón del III Reich, para muchos ciudadanos de los territorios ocupados, no era realmente una liberación. Que un tirano les liberara de otro no era una liberación. Para ellos era una ocupación.
En Yalta, Stalin logró convencer a Roosevelt y Churchill de su deseo de ampliar la Unión Soviética hacia el Oeste. Finalmente Polonia y los Países Bálticos fueron las victimas del expansionismo del líder soviético, con el beneplácito de los lideres occidentales.
Cuando las tropas soviéticas entraban en las ciudades liberadas no dejaban nada para la población civil de origen alemán. No importaba el sufrimiento de los perdedores. Otro problema fue cuando iban liberando los campos de concentración y de trabajo. La alegría inicial de la liberación y el deseo de volver a casa y reunirse con sus familias era tan solo una ilusión. Alemania estaba totalmente en ruinas. Carreteras, puentes y líneas de ferrocarril estaban destruidos. Era el caos.
El golpe final se dio en la conferencia de Postdam, cerca de Berlín, cuando se decidieron definitivamente las zonas de ocupación de las diferentes potencias que previamente se decidieron en Yalta. En el Este la línea Curzon, 300 km hacia el oeste, delimitaba las nuevas fronteras de Polonia y la Unión Soviética y en el Oeste el limite polaco con Alemania se situaba en los ríos Óder y Neisse, mas allá de las fronteras previas a la guerra.
Estas demarcaciones provocaron que territorios alemanes se convirtieran automáticamente en polacos, como Breslau, que paso a llamarse Wroclaw. Otras zonas antes polacas y alemanas pasaran a la URSS como Könisberg que fue rebautizada como Kaliningrado.
En la conferencia decidieron crear estados que fueran étnicamente homogéneos. Decidieron como y dónde debía vivir la gente. La solución era expulsar a los que no fueran originarios de los diferentes territorios. En Polonia y Checoslovaquia, fueron especialmente salvajes, en especial con los de origen alemán que en ocasiones fueron masacrados como venganza. Más de 12 millones de alemanes habían sido expulsados de Checoslovaquia, Polonia y Hungría. Lentamente los aliados fueron organizando transportes para llevar a los millones de familias desplazadas hasta las nuevas fronteras alemanas. En eso transportes murieron un importante número de personas. En el invierno de 1945 millones de desplazados alemanes se apiñaban en cientos de improvisados campos de refugiados, en las ruinas de una Alemania devastada.
Territorios que durante siglos habían pertenecido a una nación, por culpa de una cruel guerra y el ansia de poder, ahora eran de otro país. Dónde generaciones de polacos habían vivido ahora son de Ucrania. Dónde familias alemanas, que se remontan a la edad media, tenían sus vidas y sus ilusiones de futuro ahora vivirán ciudadanos polacos. Muchos de esos territorios antes eran un crisol de nacionalidades y razas, donde había matrimonios entre ucranianas y polacos o checos y alemanas. En nombre de la paz cerca de 20 millones de hombres mujeres y niños fueron expulsados de su tierra natal perdiéndolo todo.
Para saber más:
Continente salvaje: Europa después de la Segunda Guerra Mundial, de Keith Lowe
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