Y la mitad de las veces, sí, estoy con ellos, pero en realidad solo soy un acompañante, el observador de este experimento. Como si fuera un vídeo de la Iniciativa Dharma, o los Observers de Fringe. Las cosas pasan delante mía. Ellos hacen que pasen. Ocurren. Yo solo soy testigo, pero realmente da igual, no importa si estoy o no o si participo.
Ya es media tarde. Levanto la vista y los veo jugar en el césped. Luke sigue en bañador, y se ha puesto las gafas de sol que nunca quiere ponerse, collares de cuentas de colores y pulseras a juego, como su hermana y una amiga que compartía risas y galletas con ellos. Parece sacado de un videoclip playero de Jefferson Airplane. El que nunca quiere disfrazarse ni pintarse la cara. Y está riendo a carcajadas. Hasta me deja hacerle alguna foto –que no os enseñaré– con esa pinta. Y sigue jugando y riendo.
Volvemos a casa charlando los tres de la mano. Aún nos queda mucha batalla por delante, pero yo voy pensando que sigo siendo el testigo accidental. El observador de un experimento. Más tarde, a la hora de la cena se han pasado cinco minutos repartiendo besos y tequieros entre los cuatro, entre ellos, entre nosotros. Ha sido cosa suya, son ellos los que hacen que pasen estas cosas, que ocurran. Y esta vez, quizás por cansancio, ni reacciono para hacer fotos, casi ni para escribirlo.
Ahora son las dos y pico de la noche y sigo pensando lo mismo. La suerte que tengo de poder presenciarlo todo, y seguir sonriendo.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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