Mysore, India. 13 de julio 2011“Tiene que haber un lugar en la tierra donde ninguna nación pueda proclamar como suya, donde todos los seres humanos de buena voluntad que tengan un aspiración sincera pueden vivir libremente como ciudadanos del mundo obedeciendo a la única autoridad de la suprema verdad”. Con estas palabras imagino Mirra Alfassa una nueva ciudad. Un gran laboratorio donde personas de todo el mundo convivirían juntas dedicadas a la búsqueda de una verdadera unidad humana trabajando progresivamente en la construcción de una sociedad basada íntegramente en valores espirituales.Nacida en Paris en 1878, Mirra Alfassa, más conocida como La Madre, visito por primera vez Pondicherry en 1914, una pequeña región bajo el protectorado Francés donde aún hoy en día es bien visible su pasado colonial; amplios bulevares, croissants en las panaderías y policías luciendo kepis rojos. Durante esta primera visita conoció a Sri Aurobindo. Educado en Inglaterra, Sri Aurobindo fue el primer líder indio en declarar abiertamente la independencia lo que le llevo a ser encarcelado en 1908. Tras su liberación busco refugio en Pondicherry, donde al amparo de los franceses fundo una comunidad espiritual (ashram) proponiendo una síntesis entre el yoga y la ciencia moderna. La Madre quedo prendada de esta nueva filosofía y regreso a Pondicherry 6 años más tarde para nunca abandonarla. Juntos definieron las bases del ashram y desarrollaron numerosas instituciones bajo sus tutela; albergues, escuelas, periódicos… que hoy en día siguen muy presentes en la ciudad. Tras la muerte de Sri Aurobindo en 1950 La Madre continuo con su cometido como guía espiritual al mismo tiempo que en su cabeza iba tomando forma el sueño de construir una nueva ciudad; Auroville, un experimento con el propósito de promocionar la búsqueda y la experimentación en las relaciones humanas, un lugar sin política, religión ni banderas, un territorio que no pertenecería a nadie en particular, sino a toda la humanidad. Para tan titánica empresa eligió al arquitecto francés Roger Anger, destacado por el trabajo junto a Piccinelli en la Ille verte en Grenoble. Los primeros bocetos trazados por Roger recordaban sutilmente a la ciudad de Chandigarh que Le Corbusier había comenzado a construir en los años 50 al Norte de la India como representación del poder y modernidad de un nuevo estado. Por contra Auroville debía ser el reflejo de la unidad humana en su búsqueda por la divina conciencia y pronto la geometría cuadrada fue rechazada. Se adoptó la forma circular, la utópica ciudad radial con la convergencia en el centro para finalmente en 1967 tomar su geometría definitiva basada en el dinamismo del universo. Este boceto incluía un monorraíl que recorría toda la ciudad y dos macroestructuras abrazando el centro del conjunto, la pieza principal de toda la obra, que en las primeras fases aún se representaba como una gran flor abierta. Finalmente en 1971, dos años antes de la muerte de La Madre a los 97 años, ya con el centro del conjunto totalmente definido y con las obras a punto de comenzar se tuvo que realizar una última modificación. Toda la ciudad, el “universo” entero se tuvo que girar 50 grados sobre su eje ya que parte del terreno previsto aún no se había podido adquirir.A la inauguración el 28 de febrero de 1968, bajo el apoyo y financiación de la UNESCO, asistieron representantes de más de 124 países que introdujeron en una urna tierra traída de todos los rincones del planeta como símbolo de la unidad universal. La ceremonia tuvo lugar junto al solar que debería acoger el “alma” de Auroville, la gran estructura esférica ideada por La Madre y concluida en 2008, el mismo año de la muerte de Roger Anger. El Matrimandir, símbolo de la divina conciencia, un lugar para el silencio y la concentración. En el exterior 1400 discos hechos con pequeños azulejos dorados simbolizan la radiación del supremo sol. En el interior una cámara recubierta por mármol blanca y presidida por una esfera de cristal de 70 cm de diámetro, la más grande del mundo, sobre la que se proyecta un haz de luz cenital. Un lugar concebido exclusivamente para la concentración y exento de cualquier símbolo religioso. A día de hoy Auroville se extiende sobre unos 25 kilómetros cuadrados, aunque solo un 10% se ha desarrollado, y de los 50.000 habitantes previstos tan solo hay 2.000 residentes (43% indios, 15% franceses, 11% alemanes, 31% otros). De la teórica ciudad ideada por Roger bajo las directrices de La Madre tan solo se encuentra ejecutado el Matrimandir y algunos de los interesantes prototipos de viviendas que Roger proyectó. Actualmente los esfuerzos se centran en completar los 12 jardines que envuelven la cámara: luz, juventud, vida, armonía… y más adelante en crear el lago que rodeara el conjunto. Por lo demás, Auroville, 43 años después de su creación, no es más que unos 80 asentamientos dispersos entre la vegetación con una estructura básica de carreteras, agua, electricidad y telecomunicaciones. Del mismo modo que pudimos comprobar en Chandigarh hace unos años la teoría parece aún muy lejos de la realidad. Auroville, además de su vertiente espiritual, se erige como pionera en el desarrollo sostenible. Muchas empresas desarrollan sus prototipos de captación de energía solar o depuración de aguas en Auroville. Se desarrollan técnicas para cultivos y granjas ecológicos y el Auroville Earth Institute, promueve y transfiere conocimientos y tecnologías de arquitectura de tierra mediante técnicas menos costosas y energéticamente eficientes. Durante el poco tiempo que estuvimos explorando parte de la ciudad no pudimos comprobar nada de esto, tan solo pudimos observar un amplio catálogo de viviendas tradicionales, y alguna de formas cuanto menos curiosas que poco tenían que ver con desarrollos sostenibles y que desde luego no guardaba ninguna relación con las imágenes del dinamismo universal imaginado por Roger. Sin duda Auroville, es un lugar tranquilo y en armonía, que no difiere de cualquier otra pequeña población de 2000 habitantes aislada de los grandes núcleos. Al visitar Auroville quedan muchas preguntas sin resolver, posiblemente algunos menos de las que podrían generarnos las ciudades en las que vivimos. Hasta que la ciudad no alcance el tamaño y forma para el que fue ideado, en el que se pueda comprobar al mismo tiempo la eficiencia de vivir en una gran comunidad y sus contrariedades asociadas, no será posible sacar ninguna conclusión. Por ahora, y lamentablemente parece que así seguirá por bastante tiempo, el experimento seguirá incompleto.
GALERIA DE IMAGENES: VISITA NUESTRA PAGINA DE FACEBOOK