El Experimento Philip: cómo un grupo de investigadores crearon un fantasma

Por Lapuertadelmisterio
Un grupo de adolescentes reunidos en torno a una mesa de Ouija reciben misteriosos mensajes del espíritu de una persona que dice haber muerto hace 40 años.

Una compañía de investigación paranormal practica una sesión espiritual a través de la cual una entidad comunica su presencia moviendo la mesa. Los habitantes de una antigua casa ven al final del pasillo el espectro de un niño jugando. Se trata de experiencias que se han convertido en parte de la cultura de masas en forma de leyendas y ficción, pero que a veces también se tratan en las crónicas de los periódicos y en forma de literatura pseudocientífica. Informes que suelen suscitar dudas, llevando al lector a preguntarse si se trata de hechos "sobrenaturales" o de simples alucinaciones producidas por la mente de los protagonistas.

De hecho, varios investigadores de lo paranormal están convencidos de que ciertas manifestaciones espectrales y fenómenos poltergeist (objetos que flotan en el aire, ruidos de pasos, puertas que se cierran en un choque sin ser tocadas) son producidos por la mente humana.

Para probar esta posibilidad, a principios de la década de 1970 la Sociedad de Investigación Psíquica de Toronto (TSPR) llevó a cabo un experimento con la intención de c rear un fantasma desde cero. Un grupo de personas se reunió con la tarea de crear el perfil de un personaje ficticio y luego -a través de algunas sesiones de espiritismo- tratar de 'contactarlo' como en el caso de una persona que realmente existió y murió.

El nacimiento de Philip

La TSPR - bajo la guía del Dr. Owen - compuso un grupo de ocho individuos seleccionados por los miembros de la sociedad misma, ninguno de los cuales afirmó tener facultades psíquicas especiales. El grupo 'Owen' estaba formado por la esposa del Dr. Owen, ex presidente de la MENSA (Asociación Internacional sin fines de lucro), un diseñador industrial, un contador, un ama de casa, un contador y un estudiante de sociología. A muchas de las sesiones también asistió un psicólogo, el Dr. Whitton, en calidad de observador y testigo.

La primera tarea del grupo fue crear el personaje. Juntos escribieron una breve biografía de una persona imaginaria que decidió llamar a Philip Aylesford. En resumen, la biografía dice que:

El grupo Owen utilizó el talento artístico de uno de los miembros para dibujar un retrato de Philip. Una vez que la historia y la apariencia dePhilip estaban claras y consolidadas en las mentes de todos los participantes, el grupo pasó a la segunda fase: el intento de hacer contacto.

En septiembre de 1972 el grupo inició reuniones informales para discutir sobre Philip y su vida; a través de la meditación los participantes enfocaron sus mentes en el personaje, para visualizar de una manera cada vez más vívida y detallada este tipo de alucinación colectiva autoinducida. Estas sesiones, celebradas en un ambiente sobrio y totalmente iluminado, continuaron durante aproximadamente un año sin resultados. Ocasionalmente, algunos participantes afirmaban percibir una presencia en la sala, pero nada como un intento de Philip de comunicarse.

El grupo decidió entonces cambiar su enfoque, escenificando la atmósfera de una sesión de espiritismo clásica. Las luces de la sala se oscurecieron, los participantes se sentaron alrededor de una mesa y comenzaron a producir una serie de referencias al período histórico en el que se había colocado la vida de Philip. Cantaban canciones de esa época, se rodeaban de imágenes de la clase de mansión en la que Philip podría haber vivido, e incluso llegaron a traer algunos objetos originales del siglo XVII a la habitación.

Bueno, la nueva estrategia entró en vigor. Una tarde, durante la sesión habitual, el grupo recibió la primera comunicación de Philip en forma de una serie de campanadas inconfundibles sobre la mesa. Philip respondió a las preguntas del grupo: un tañido para decir sí, dos para decir no. Ellos supieron casi inmediatamente que era Philip porque bueno... le preguntaron.

El verdadero Experimento de FPhilip comenzó esa noche, y produjo una serie de fenómenos inexplicables. Gracias al código de la tabla, el grupo aprendió más y más detalles sobre la vida de Philip. La entidad parecía tener una personalidad precisa; cada respuesta se integraba coherentemente con las anteriores, y a medida que se iban acumulando las respuestas, surgieron simpatías y antipatías; opiniones extremadamente claras sobre diversos temas, y estados emocionales subrayados por el entusiasmo o, por el contrario, por la vacilación en el sonido de los carillones. La entidad también fue capaz de mover la mesa, deslizándola a lo largo de un piso cubierto con una gruesa alfombra. En algunos casos, la mesa se levantó para mantener el equilibrio en una pata.

Las limitaciones de Philip y su poder

Que Philip fue una creación del imaginario colectivo del grupo se hizo evidente de inmediato por los límites que señalaban algunas de sus respuestas. La entidad pudo responder con precisión a preguntas que esperaban elementos conocidos por los miembros del grupo, pero no demostró que conocía nociones y conceptos que el propio grupo no conocía. En otras palabras, las respuestas de Philip tenían que venir de su subconsciente, de sus propias mentes. Algunos miembros afirmaron haber escuchado susurros en respuesta a preguntas, pero las grabaciones de las cintas nunca captaron ninguna voz.

Lo que fue sorprendente, sin embargo, fueron los increíbles e inexplicables poderes psicoquinéticos que poseía Philip. Cuando el grupo le pidió que apagara las luces de la habitación, se oscurecieron instantáneamente, al igual que se reactivaron instantáneamente a petición específica. La mesa en torno a la cual se desarrollaban las sesiones era casi siempre el epicentro de varios fenómenos extraños. En varias ocasiones el grupo sintió una brisa fresca soplando en el avión, así que le preguntaron a Philip si podía controlar el fenómeno a voluntad; Philip respondió afirmativamente y lo demostró. El grupo también notó que la mesa parecía dar una sensación al tacto, como una especie de electricidad ligera, en presencia de Philip. En algunas ocasiones también se formó una niebla en el centro de la mesa.

La culminación del experimento fue una sesión realizada ante una audiencia de 50 personas. Se reanudó el período de sesiones para incluirlo en un documental de televisión. Afortunadamente, Philip no era tímido, y se demostró a sí mismo mucho más allá de sus mejores expectativas. El grupo y los elementos del equipo de filmación dan fe de que hay ruidos en la mesa, otros ruidos en la habitación, luces parpadeantes e incluso una levitación de la mesa de sólo medio centímetro.

Después del experimento

El Experimento Philip fue tan ruidoso que la organización de Toronto decidió dirigir otro con un grupo de personas diferentes y un nuevo personaje ficticio. Después de sólo cinco semanas, el nuevo grupo hizo un contacto con el nuevo fantasma: Lilith, la agente de inteligencia del Canadá francés.

Experimentos posteriores llevaron a la comunicación con muchos otros personajes ficticios, como Sebastian, un alquimista medieval; Skippy Cartman, una niña australiana de 14 años, e incluso Axel, un hombre del futuro. Todos completamente imaginarios, pero capaces de producir comunicaciones a través de sonidos y campanadas.

Conclusiones

Como suele ocurrir en estos casos, el resultado del experimento de Philip dio lugar a consideraciones discordantes. Algunos concluyeron que el experimento había demostrado que los fantasmas no existen realmente, y que ciertas manifestaciones aparentemente "sobrenaturales" son producidas por la mente humana. Otros plantearon la hipótesis de que -aunque su objetivo era canalizar personajes imaginarios- estas sesiones grupales a menudo terminaban evocando entidades reales, "juguetonas" o "demoníacas", que producían los fenómenos psicocinéticos de los que muchos eran testigos.

Tanto en un caso como en el otro parece que el Experimento Philip tuvo el mérito de demostrar que los llamados fenómenos "paranormales" son bastante reales, pero nos dejó más dudas que certezas en la herencia; más preguntas que respuestas sobre la realidad en la que vivimos.