El extranjero.

Publicado el 04 octubre 2013 por Kiriki
A veces una buena novela es suficiente motivo como para querer guionizarla y llevarla al cine. A veces una buena novela -o uno de sus personajes- puede ser un buen argumento para ponerle música y letra y crear una canción. El extranjero, del argelino Albert Camus, le pareció lo suficientemente buena a Luchino Visconti para realizar una película y lo suficientemente profunda a The Cure para componer el tema Killing an arab.

Albert Camus.

Llevo años viviendo en Egipto y el mismo tema del que trata la novela de Albert Camus podría interpretarlo en la sociedad que he elegido vivir. Todo me parece absurdo, todo me parece equivocado, todo me parece falso, todo me parece un engaño; todo excepto la seguridad de lo tangible. Es posible que mis ojos de extranjero acostumbrado a vivir en otra sociedad y con muy diferentes valores hagan sentirme culpable, que sea yo el que no tiene encaje dentro este absurdismo.
Haciéndome cargo de la situación en la que se encuentra el país y todo lo que ha sufrido en estos últimos años me sorprende la carencia de valores que, en general, tiene el egipcio y como deja que la moralidad, lo intangible, gobierne las vidas de un todo social. Puede por este motivo mi relación con la religión(es), desde que tomé realmente conciencia de ella(s), sea cada vez más residual. Cada día que paso vivendo en este país tengo más claro que la felicidad pasa por lo tangible y por lo que mi libertad individual me permita hacer o decir. No la encontraré buscando dentro de ninguna religión; me da igual Qur'an o Biblia.
Entiendo que la fe es una cuestión que cada uno entiende a su manera y que cada uno se abraza a la religión por diferentes motivos, teniendo en cuenta que se estará marcado dependiendo del país donde se nace o dentro de la familia en la que se nace. La religión en Egipto, para la gran mayoría, es como una tabla de madera para un náufrago; una esperanza a la que agarrarse cuando se está desahuciado. Para otros es poder y su ejercicio, ya sea sobre la sociedad o sobre la misma familia. Para otros, para los más extranjeros de todos, es un utensilio y un lucro. 
Pero todos, de un modo u otro, luchan por ella y ven agravios tanto en películas (Submission, La inocencia de los musulmanes,...), como revistas (Jyllands Posten, Charlie Hebdo, Magazinet, El Jueves,...) o en series (South Park,...) e interpretan y juzgan la libertad de expresión que, por supuesto, ellos ni han conocido ni conocen. Todos la justifican porque admiten ser siervos de un ser supremo que ni racionalmente ni científicamente tiene explicación. Todos la quieren pero ninguno la cumple, por exceso o por defecto, y ni posibilidades tienen porque el ser humano no es perfecto.
Vivo dentro de una sociedad que olvida al individuo y el papel que juega dentro de ella; dentro de una sociedad que -quien más quien menos- toma conciencia de su existencia como algo transitorio. Por eso, por estas percepciones que me llegan, no puedo hacer más que justificar mi entrega no a Dios sino a lo tangible, al sentido de la vida que tengo dentro de mí mismo y dentro de unos valores no forzados. Todo lo que estoy viviendo hace que cada día me indentifique, dentro del absurdismo egipcio, con el señor Meursault y esto hace que pueda explicar racionalmente porqué creo Egipto está poblado por más de 85 millones de extranjeros.