El extraño caso de las hormigas zombis

Publicado el 16 abril 2014 por Ireneu @ireneuc

Hormiga zombi

El tema de los zombis, los conocidos muertos vivientes, es un tema que apasiona a jóvenes y no tan jóvenes en la actualidad. La fantasía de que cadáveres medio corrompidos se dediquen a cazar humanos vivos para convertirlos en zombis a su vez es una de las ficciones que más éxito ha tenido últimamente tanto en películas como en literatura. Y aunque están basados en los estados catatónicos inducidos por productos alucinógenos en las ceremonias de vudú, la verdad es que no pasa de ser más que una lucrativa ilusión de los amigos de las pseudociencias. Sin embargo, no todo es tan fantástico como pudiera parecer, y en la naturaleza existen casos en que ciertos organismos, casi muertos, pueden vagar arriba y abajo privados de conciencia. No, no me refiero a una caterva de jóvenes saliendo de un after-hours, sino del extraño caso de las hormigas zombis.

Hongo creciendo de la cabeza

Una hormiga cualquiera, en un hormiguero cualquiera en cualquier parte de la selva tropical, ya sea de Tailandia, Indonesia o de Brasil. Como todas las hormigas, se dedican a coger materia orgánica para trasladarla al hormiguero donde se alimentarán de ella. De repente, una de las obreras comienza a moverse de forma extraña. No sigue su linea igual que lo hacen sus compañeras e incluso hace caso omiso a las señales odoríferas que les señalan el camino. Se aleja del hormiguero y tan pronto va para arriba como para abajo. Convulsiona y salta al vacío de forma totalmente descontrolada cayendo al suelo ya que es incapaz de volver a su nido. Pasado un tiempo, la hormiga, totalmente fuera de si se dirige hacia las alturas, a buscar las hojas de los árboles, donde muerde el nervio central con tal fuerza que no se puede soltar, muriendo en esa posición. ¿Qué ha pasado aquí? ¿A que es debido esta reacción tan extraña? Lo que sucede a continuación, nos da la solución.

Ophiocordyceps fructificado

A partir del momento en que la hormiga queda atrapada con sus mandíbulas, comienza a desarrollarse a partir de su cabeza un filamento que corresponde a un hongo el cual se desarrolla hasta fructificar. Se trata de un hongo de la familia de los Ophiocordyceps y ha utilizado a la hormiga, controlando su cuerpo y su mente para que lo ayude a reproducirse. El sistema, ya documentado por el naturalista británico Alfred Wallace en 1850, resulta cruel e inquietante, pero tremendamente efectivo.

El hongo manda

Efectivamente, todo empieza por una hormiga que pasa cerca de otra que haya muerto en semejantes circunstancias. El hongo, al fructificar, esparce sus esporas sobre las hormigas que pasen cerca de él, las cuales crecen preferentemente en la cabeza del pobre bicho. La hormiga, evidentemente, no tiene ni idea de lo que va a suceder y actúa con normalidad, pero el crecimiento del hongo en su cabeza inyecta toda una serie de productos químicos que provocan todos los síntomas antes descritos. El hongo, parasitando desde dentro, controla toda la musculatura de la hormiga, y cuando ya ha crecido suficiente, provoca que la hormiga se fije a un sustrato blando cualquiera (normalmente una hoja) y desde aquí procede a fructificar para seguir adelante con el ciclo.

La bola es el fruto del hongo

El hongo Ophiocordyceps, de esta forma, ha conseguido hallar una forma con la que diseminar sus esporas de una forma eficaz aunque formidablemente cruel, ya que llega a poder acabar con colonias enteras de hormigas siguiendo este patrón de infección. Lo gracioso del caso es que las hormigas lo saben, y tan pronto como detectan a sus congéneres infectados a punto de desarrollar la parte fructífera del hongo, las obreras la tiran lejos de la colonia para evitar acabar como ella, poniendo en peligro a toda la comunidad.

Hormiga en proceso de infección

La capacidad de la naturaleza para desarrollar estrategias de reproducción parece infinita, aprovechando recursos y sistemas que difícilmente podrían llegar ni a imaginar las mentes más aviesas y calenturientas. Un hongo utiliza una hormiga para reproducirse como y cuando él quiere. La próxima vez que vea gente tambaleándose, con mirada perdida y errante como un zombi, con las manos enganchadas a un vaso un sábado por la noche, ya lo sabe, no es que lleve una melopea como un piano, no. Es que ha sido víctima de un Ophiocordyceps.
...y también pretende reproducirse.

El hongo maneja la hormiga según le parece


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