Publicado el 18 octubre, 2011 por juanmartorano Reinaldo Iturriza López
Primero Justicia: un “autobús” que es realmente una parada
Hace un par de días, Julio Borges, dirigente de Primer Justicia, afirmaba en un programa televisivo que la campaña electoral de la MUD debía consistir en “dejar de hablar de política y hablar de la gente“. Se trata del mismo personaje que, dos semanas atrás, durante el acto de apoyo de su partido a la candidatura de Capriles Radonski, discurseaba: “Nuestro movimiento no es en contra de Chávez, ni del chavismo, es a favor de un camino distinto“.
Pero, ¿qué es lo que hace que el representante de un partido político antichavista, heredero de la vieja partidocracia (con la cual se retrata, sonriente), intente mostrarse como todo lo contrario de lo que realmente es? ¿Políticos que no hablan de política? ¿Antichavistas que no están contra Chávez ni el chavismo? ¿De dónde tanta contorsión, tanta mueca, tanto disfraz, tanto malabarismo?
Si la política sigue siendo percibida como un carnaval por parte importante de la población, si ha tenido lugar el envilecimiento de la política, es precisamente por el predominio de estos actores dispuestos a todo con tal de alcanzar la fama, o mejor dicho, posiciones de dominio.
En filas revolucionarias hemos padecido, cómo no, el mismo fenómeno, que está en la base del hastío que parte de la base social de apoyo a la revolución profesa por la política. Hastío que no es desesperanza ni desencanto, sino inconformidad e irreverencia. Porque a una clase política que ha logrado desplazar a la vieja partidocracia, pero se empeña en reproducir sus vicios, no se le puede rendir reverencia alguna, y nadie puede pretender que así sea, a menos que la revolución bolivariana se disfrace de gobierno que desea un pueblo sumiso. Y eso no ha sucedido.
Frente a este cuadro, el antichavismo partidista (al menos el que encarna el señor Borges) intenta convertir esta irreverencia, esta inconformidad, en desencanto: la actitud de alerta en pasividad, la disposición a la pelea en sumisión. Olvidémonos de la política y hablemos de los problemas de la gente. Olvidémonos de Chávez. Olvídate de la razón por la que te hiciste chavista. El extraño caso del antichavismo sin Chávez.
Pero tú te hiciste chavista, millones nos sentimos chavistas porque creemos que la política se trata de resolver colectivamente los problemas colectivos, entre ellos, uno central: cómo derrotar este sistema que nos explota, que se sacia de nuestro trabajo, de nuestra inteligencia, de nuestros afectos, para que unos pocos tengan lo que nos pertenece a todos. Es en este sentido que el chavismo repolitiza, mientras que el antichavismo pretende prevalecer despolitizándolo todo.
De eso se trata el “camino distinto” del que tanto hablan: de desandar todo lo que hemos avanzado. “Dejar de hablar de política” no porque el pueblo rechaza a la vieja política, sino para que la vieja política vuelva, agazapada, disfrazada, pulcra, de punta en blanco, no contaminada de pueblo.