Entonces, justo cuando suena la variación del tango el hombre ejecuta hasta cuatro sacadas en rápida sucesión, precisas, perfectas y vistosas en su modestia. Su pie izquierdo apenas roza la pierna de la compañera. Su abrazo cerrado se relaja para volver a acunar el pecho palpitante de la compañera que parece dormitar como un pájaro caído de su árbol, que alguien recogiera del suelo y siguiera con su sueño de sol y cielo sin que para el hubiera sucedido perturbacion ninguna. Y cuando termina la tanda de precisas sacadas, el señor "Sacadita" acompaña gentilmente a la mujer y vuelve a consultar su reloj, asintiendo complacído.
Conversará y bailará con fluidez y sin trascendencia, como conviene a toda conversacion ingeniosa y toda tanda inolvidable, y se irá siempre unos minutos antes del final - para no cerrar la milonga y mundanizar el aura de misterio que lo envuelve - solo o acompañado ejecutando una especie de cabriola al estilo Gene Kelly y encajandose el sombrero para salir al frío o al calor. Parara en un mercado abierto las 24 horas y allí abastecerá su despensa y su nevera para no exponerse al sol enemigo, al chillido, al ruido y al acontecer.