No a la violencia
Por paradójico que pueda parecer, la venganza citada en el apartado anterior no suele satisfacer a los protagonistas, más bien todo lo contrario: genera una incontrolable espiral de violencia. Semejante mundo de crueldad hace que los personajes se replanteen su condición y se vean obligados a tomar medidas drásticas tras una serie de equívocos que terminan en tragedia, como le sucede al curtido Will Munny de Sin Perdón ante la pérdida de su amigo Ned o a Jimmy en Mystic River, magistralmente interpretado por Sean Penn.
Si llevamos la violencia hasta sus últimas consecuencias nos adentramos en las guerras más crueles, reflejadas en el dúo formado por Banderas de Nuestros Padres y Cartas desde Iwo Jima. Aunque las dos películas se centren en el mismo episodio bélico, la conquista de la isla de Iwo Jima en la Segunda Guerra Mundial, ambas ofrecen versiones bien diferenciadas acerca de los mismos hechos. La primera de ellas, centrada en el bando norteamericano, supone una total desmitificación de la figura del héroe militar (lejos del patriotismo mostrado en filmes como Salvar al soldado Ryan) y lanza a los espectadores un poderoso mensaje: aquellos hombres no eran héroes, tan sólo luchaban por sus compañeros. Como contrapartida nos encontramos con la joya Cartas desde Iwo Jima, visión del mismo conflicto desde la óptica de los japoneses, para quienes suponía un honor mayor morir por su patria que volver a casa a salvo. A pesar de sus diferencias, en ninguna de estas dos películas se ensalzan las hazañas bélicas de cualquiera de los dos bandos, pues en la guerra no hay lugar para los héroes, sólo para la crueldad.