Un fallo judicial ha determinado que el piano exhibido en una celda de la Cartuja de Valdemossa (Mallorca), en el que, supuestamente, tocó el compositor polaco, Frédéric Chopin, es falso y que no compuso en él varios de sus célebres Preludios ni habitó la celda mostrada a los turistas, durante su estancia de 53 días en la isla, en el invierno de 1838-1839. Durante décadas, dos familias explotadoras de la Cartuja, los Ferrá Capllonch y los Quetglas, reivindicaron ser los dueños del piano y de la celda de Chopin, llegando a los tribunales de justicia. La Audiencia de Palma, finalmente, ha fallado a favor de los Quetglas y obliga a los Ferrá Capllonch a retirar el piano que Chopin jamás tocara y a evitar toda publicidad sobre la falsa celda. La sentencia desmonta el montaje y restituye la verdad histórica sobre “piano de Chopín”.
Yo mismo me he creído, aunque con cierta reticencia, todo lo que me contaron los guías turísticos cuando, en un invierno, visité dicha celda con mi madre y escuché a continuación un concierto de Chopín no lejos de la misma, por conveniencias de los propietarios del negocio. La justicia obliga ahora a retirar por engañosos los carteles y alusiones a “la celda Chopín”. Los demandantes (los Quetglas) dicen haber actuado por razón del orgullo y respeto a la verdad. Ganaron el pleito, pero dudo que estos datos vayan a mermar el negocio. Ni creo que la Audiencia de Palma ni ningún Tribunal de Justicia obligue a los demandados a devolver los 8,5 euros que pagaron cada uno de los 300.000 turistas que visitan la Cartuja cada año. El dicho popular “Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita” pesa demasiado en la tradición mallorquina.
Matías Vallés escribe en su blog “Al azar”, un artículo que lleva por título Lennon tocó el piano de Chopín. Dice así: “La celda y el piano de Chopin en la Cartoixa de Valldemossa suponen el mayor fraude de la historia de Balears no protagonizado por el Govern. Según cuatro jueces y dos sentencias, el instrumento ‘en ningún momento fue tocado por Chopin’, por la sencilla razón de que no había sido construido cuando el compositor visitó Mallorca y se alojó en una celda distinta a la promocionada. El pingüe tinglado económico orquestado en torno a una estancia de apenas dos meses es ‘fraudulento’. Los rebaños de turistas ‘son engañados’, aunque aquí cabría alegar que, si no desearan ser burlados, no viajarían a Mallorca, reino de la ficción”.
"Las sentencias -escribe Vallés con su peculiar ironía- desmontan tantas patrañas que, durante su lectura sin aliento, aguardamos a que nos demuestren que no fue Chopin sino Wágner quien viajó a Mallorca en compañía de George Sand. Sin embargo, la intelectualidad de la provincia reaccionó cargando contra la jueza que llevó a cabo una reconstrucción ejemplar sobre el terreno, amén de un relato que mejora la literatura de sus críticos. La Audiencia la felicita ahora por ‘la exhaustiva valoración de la prueba practicada’, además de refrendar todas sus conclusiones. Los progresistas de la tierra siempre han chapoteado más a gusto en la mentira. Chopin ha demostrado el nulo valor de la historia en Mallorca, donde los defraudadores tienen garantizado el respeto social e intelectual. Aguardamos con ansia el comentario de la rutilante academia de Malas Artes de San Sebastián, engendro desacreditado en las sentencias y cuyo cultivo de egos no debería recibir un euro público en tiempos de crisis. Y como el negocio debe continuar, proponemos que el falso piano de Chopin se anuncie ahora como el instrumento que tocó John Lennon cuando viajó a Mallorca para raptar a la hija de Yoko Ono. El embuste será rubricado por los mismos académicos y cultiparlantes que han fantaseado fraudulentamente con Robert Graves, Errol Flynn o Rodolfo Valentino. Por cierto, el último de ellos no visitó Mallorca”.