Cuando menos, el sarcófago no era totalmente verdadero, pues a pesar de que estaba compuesto en buena medida por piezas realmente antiguas y etruscas, la suma resultante sólo era una falsificación. Supe de esta historia por primera en un artículo de el diario El País, y creo recordar que lo había escrito el inolvidable antropólogo y erudito Julio Caro Baroja. Ahora que he adquirido por librería de viejo su conocido libro sobre las falsificaciones de la Historia recupero fresca aquella noticia que quedó grabada en la memoria durante tantos años:
"Hay algunas falsificaciones de momumentos etruscos muy famosas. En 1873 ingresó en el Museo Británico un hermoso sarcófago. El propietario anterior había sido Alessandro Castellani, que lo había comprado a Pietro Perecelli, hermano de un escayolista del Louvre. Salomon Reinach sabía que, en su juventud, y estando al servicio del marqués Pietro Campana, este gran artífice había llevado a cabo restauraciones de fragmentos antiguos, que vendía a los turistas deseosos de llevarse algún recuerdo material de Italia. En última instancia también hizo falsificaciones completas. Por él supo Reinach que, con su hermano, había labrado el sarcófago de Cerveteri, que enterraron y luego descubrieron "como por casualidad". El director del Museo Británico interrogó a Perecelli, que primero confesó que era verdad lo de la falsificación, desmintiéndolo después. Pero las pruebas del hecho parecían evidentes. La inscripción estaba copiada de la de una fíbula que existía en París. La pareja representada no estaba en un kliné, como las de momumentos conversados en el Louvre o la Villa Giulia, sino en una caja rectangular, hábilmente compuesta de fragmentos de relieves, algunos de los cuales eran auténticos. Por otra parte, la indumentaria de la mujer y la desnudez y postura del hombre eran impropios de un banquete funerario. La resistencia a retirar la obra duró varias décadas, pero al fin fue retirada de exposición pública." (Julio Caro Baroja, Las falsificaciones de la Histoira (en relación con la de España), Barcelona, Seix Barral, 1992, pp. 21-22)
Pues bien, las cronologías son a menudo juguetonas con los propios hechos. Un año antes de la publicación de este libro, en 1991, tuve la suerte de adquirir en un puestecillo de libros viejos alojado dentro del claustro de la facultad de Derecho de la Universidad de Ámsterdam una vieja postal del Museo Británico con la siguiente leyenda: "Etruscan Terra Cotta Sarcophagus. Sixth Century B.C. From Cervetri (Room of Terra Cottas). British Museum. Printed at the Oxford University Press." Se trata de la preciosa reproducción que aparece al comienzo de este blog. En algún momento leí el texto de Caro Baroja, más o menos como he reproducido más arriba, pero lo recuerdo en el formato de una página de diario. Desde entonces siempre tuve la razonable sospecha de que se trataba de la falsificación, pues se trata de un conjunto escultórico demasiado brillante y diferente como para ser real. No soy capaz de rescatar aquel texto periodístico de Caro Baroja (puede que se tratara de un avance o resumen del libro que estaba a punto de publicar) y, lo que es todavía peor, no encuentro en internet imagen alguna de este supuesto sarcófago (si bien luego, una amable persona me proporcionó datos al respecto). Me pregunto si aquella preciosa mentira quedó oficialmente borrada, una vez se descubrió que era mentira, y hoy sólo aparece en las amarillentas fotografías de comienzos de siglo XX.
En todo caso, la moraleja de esta historia es que, por paradójico que nos parezca, LA MENTIRA SE VUELVE PARTE DE NUESTRA HISTORIA y, a su manera, su recuerdo es también una forma de verdad. En todo caso, mi principal propósito en este blog era que vierais unidos el texto de Caro Baroja y la antigua postal, que como tal postal es indudablemente una joya. Esto demuestra otra de mis inquietudes, que LA BELLEZA ES AJENA A CIRCUNSTANCIAS TAN SUTILES COMO LO QUE ES VERDAD O MENTIRA.
Francisco García Jurado
H.L.G.E.