El fantasma de la retirada

Publicado el 18 septiembre 2014 por Adrián Gómez @Guantespuestos

No todo en la vida es fútbol, aunque para algunos, el fútbol es la vida. De todas maneras, el cuerpo no perdona y llega un momento en el que, irremediablemente, debes de parar, mentalizarte de que tus días como portero se terminan y que tienes que ver el fútbol desde otra perspectiva.

Existen muchos motivos por el cual un portero (o futbolista) puede colgar las botas. Ciertamente, el motivo más inevitable es el de la edad. A pesar de que ser portero implica una longevidad en el puesto mucho más larga que la de un jugador, el cuerpo se resiente y ya no es capaz de reaccionar físicamente a los exigentes entrenamientos específicos de portería. Normalmente, cuando un portero nota estos síntomas y se ve incapaz de recuperar sus antiguas capacidades, opta por echarse a un lado y dar paso a los jóvenes que vienen por detrás.

Sobre todo en casos donde muchos porteros “viven” de su físico, de su potencia, elasticidad, etc. Los años no perdonan, aunque tenemos el caso de guardametas que se cuidan hasta el último milímetro para poder dar lo mejor de sí, como Faryd Mondragón, que lo tenemos en la selección de Colombia en este Mundial con nada menos que 43 años.

Otro motivo más que recurrente es la fatiga mental que supone la responsabilidad de un puesto tan delicado. Tener una gran disposición y un buen físico no valen de nada si la cabeza no acompaña. Problemas de índole personal, laboral, no sentirte realizado, recibir críticas una y otra vez, son cosas que desgastan muchísimo y al final acaban por derrumbar la fuerza mental del guardameta. Todo suma hasta hacer un muro insalvable que hace que se pierda el espíritu original del deporte, que es disfrutar y pasarlo bien. Sin ello es inviable seguir jugando.

Y por último, la retirada forzada, posiblemente la que más duele. Las lesiones de gravedad que cortan de raíz la vida del portero. Y con ello no hablamos de lesiones que tan de moda están como el cruzado o la triada, nos referimos a dolencias crónicas de espalda, problemas de rodillas que normalmente no dan opción a una recuperación total… Multitud de casos de porteros en su punto más álgido han tenido que parar por lesión, volver y nunca han vuelto a ser el mismo. O incluso parar definitivamente.

Tan solo queda comentar que, a pesar de que la retirada siempre es un momento triste, o incluso traumático, pensad que cuando una puerta se cierra, otra se abre. Podemos desconectar y dedicarnos a otras cosas, otros hobbies, la familia, etc. Y si amáis este deporte, entrenar porteros o entrenar a algún equipo siempre es una opción a tener en cuenta para vivir el fútbol desde otro punto de vista, pero siempre igual de bonito que el otorga el estar debajo de los tres palos.