En medio de una paz concordada entre los mirlos, la tórtolas balanceando el aire con el ulular, los azores en un diálogo rápido y conciso, mientras los pequeños herrerillos saltaban entra las ramas. Las psiques, revoloteando puras y una perdiz con sus polluelos.
Así la sentíamos, la inspirabamos y nos mimetizabamos.
Una cara transparente se asomaba en la tercera ventana del primer piso. Agitábamos suavemente las manos y de pronto se deshacía. Otros días que no se sentía bien, gemía y toda la casa se hacía eco.
Lo llamábamos Spöke y cuando le hablábamos de lejos, repetía muchas veces "Jag är rädd", (significaba "Tengo miedo" cuando averiguamos después.)
Él emocionado:Ya somos cuatro amor.
Pinki, que se revolcaba feliz en el césped levantó sus enormes orejas.
Un atardecer cuando estábamos yendo hacia el coche, la tocata y fuga de Bach empezó a sonar como un golpe en el silencio, tan alta que nos estremecimos.
(Buenas noches Spöke.)