592 El faro de Alejandría
Vértice de una pasión urbana, todo lo iluminaba el faro: la ciudad, el Mediterráneo, un ideal causado. Si bien Dinócrates de Rodas, arquitecto personal de Alejandro el Grande, plasmó en la traza de Alejandría lo más avanzado del urbanismo y la arquitectura griega, y aún de suyo aportó soluciones que en menos de un siglo lo afamarían entre los mayores, el diseño y construcción del ilustre faro, llamado así por la Isla de Pharos en donde estuviera asentado, superó todo lo conocido en relación con la altura y la estabilidad constructiva.
Recuerdo ilustre de aquella época fue, durante muchos siglos, el famoso faro de Alejandría. La navegación próxima a las costas, en días de niebla y por la noche, hizo imprescindible la colocación de grandes luminarias permanentes en determinados puertos y cabos del litoral Mediterráneo.
A la época en que hoy nos trasladamos corresponde una de las obras más importantes de los antiguos, considerada en aquellos tiempos como una de las siete maravillas del mundo.
Phlinio y otros autores antiguos, describen la estupenda construcción que se levantó al noroeste de la Isla de Pharos, durante el reinado de Ptolomeo Filadelfo, por los años 285 a 247 antes de Cristo. Su constructor fue Sóstrato de Cnido, hijo de Dimócrates, quien, a su vez, había sido arquitecto de Alejandro el Grande.
Sobre una base de grandes bloques de vidrio (que no es atacado por el mar), se eleva una torre de mármol blanco, dividida en cuerpos cada vez más pequeños, hasta alcanzar los 160 metros de altura. En la parte superior se hallaba un gran brasero, encendido día y noche (un fuego alimentado con leña y resina), con una especia de espejo de forma lenticular, el cual se ponía delante de la llama para enviar los rayos luminosos a distancia mayor.
El en basamento de la gran obra se leía la inscripción: "Sóscrato de Cnido, hijo de Dimócrates, a los dioses salvadores, por aquellos que navegan por el mar".
Los árabes siguieron utilizando el famoso faro después de conquistar Egipto, en el siglo IX de nuestra era. Un emperador de Constantinopla, para dificultar la navegación de aquellos, decidió destruírlo; pero, careciendo de fuerza que oponer contra el califa, dueño del país, acudió a la astucia.
Envió un emisario al poderoso Al-Walid, con la consigna de hacerle creer que había un gran tesoro en la base de la elevadísima torre. El califa ordenó su demolición; hasta que, advertido, quizá, del engaño, hizo suspender la tarea destructora cuando ya se había realizado en su mayor parte.
Un terremoto sucedido en 1.375 consumó la destrucción de la maravillosa obra debida a Sóstrato de Cnido. Sus ruinas se han buscado en vano.
Los restos desaparecieron en 1.480 cuando el sultán de Egipto Qaitbey empleó los bloques pétreos de las ruinas para construir un fuerte.
En la actualidad existe un proyecto de reconstrucción del faro, propulsado por varios países de la Unión Europea (Francia, Alemania, Italia y Grecia) que están dispuestos a incluir el faro en el ambicioso proyecto Medistone, concebido para recrear y conservar los monumentos arquitectónicos de la época ptolomea.
Es mucho el tiempo transcurrido desde entonces y en el siglo XXI, cuando la tecnología modifica continuamente la forma de acercarnos al pasado y al porvenir, nuestra relación con el presente se orienta a una experiencia concreta: el desarrollo de extensas redes de teleinformación.
Un anhelo que requiere de un gran esfuerzo organizativo que siembre faros iluminadores por toda nuestra geografía. Para ello, en Alejandría cotidianamente se buscan alternativas que favorezcan el crecimiento estratégico, una es el desarrollo del programa "Faros de Alejandría".
Fuente | Mgar
Celso de Ourense (@moradadelbuho)