Revista Cultura y Ocio

El faro de la mujer ausente, de David Fernández Sifres

Por Eltiramilla

Hugo recibe una beca para estudiar cuatro semanas en Bellemer (Francia), donde conoce a un grupo de chavales de su misma edad que provienen de diferentes partes del mundo. Tras ser testigo de un misterioso asesinato en los acantilados, Hugo hace partícipes del asunto a sus compañeros y juntos y revueltos investigan una historia congelada desde la Segunda Guerra Mundial.

La editorial Edelvives falla su XI Premio Alandar en favor del leonés David Fernández Sifres, que se atreve por primera vez con un libro juvenil, El faro de la mujer ausente. Lo leo porque me apetece. Es indignante. ¿Qué debo pensar? ¿Que no había nada mejor a lo que premiar? En absoluto, y prueba de ello es El santuario del pájaro elefante, que quedó finalista y como mínimo entretiene. Pero oye, el jurado sabe lo que quiere y yo no vengo a patalear, sino a explicar lo que considero que convierte a esta novela en el objeto perfecto para calzar una mesa, empezando por los personajes: pero por todos los dioses de todas las culturas de todos los pueblos, ¿podían ser más ñoños, teatrales y absurdos? Definitivamente no, porque si con tanto abracito, lagrimita fácil y amor a primera vista ya pierde la historia credibilidad y espacio, no quiero imaginar qué sería de este faro y esta mujer ausente si el autor los hubiera ofrecido en un contexto realmente romanticón. Y desde luego hay que conocer muy poco a los adolescentes para presentarlos así, tan estúpidos, irreales y llenos de clichés. Eso sí, como he sufrido críticas muy positivas de este libro en la red, a mí sólo me queda preguntarme si es que he leído una obra diferente o es que, una vez más, no me puedo fiar, porque una cosa es ceder al gusto personal y otra muy diferente obviar lo que ni para unos ni para otros es aceptable. Yo, la verdad, salvo y aplaudo sólo dos cosas de esta novela, y una de ellas es la capacidad del autor para conectar los hilos de una trama de misterio y salir airoso. Pero quitando esto, hay cero sorpresa, el desenlace está cantado desde la primera página (o antes, y ya no sé si pensar que soy demasiado astuto), los dos mensajes más relevantes (guerras malas, diferencias culturales buenas) están introducidos de forma poco inteligente, y, atención a esto, hace acto de presencia un viejo conocido que tiende a provocar sonrisas de incredulidad en el lector: el As de la Manga. La manga de David ha demostrado en esta novela que esconde ases a raudales, pero hay uno en particular que hace daño y bastante: resulta que la guapa de Klara era una enferma terminal y por eso tosió aquella vez. Vaya, ¿de verdad era necesario, Fernández Sifres? ¿Era necesario terminar soltando de pasada que esa chica que tiene el mismo protagonismo que un pez en el mar murió enferma al poco tiempo y escribió cartas tan empalagosas como el narrador? Y, lector, lo que acabas de leer, aunque lo parezca, no es un spoiler, porque como digo estamos ante un personaje que ni pincha ni corta, sólo muere enfermo, y lo que me niego a consentir es que un libro juvenil invite al lector a formar parte de un juego o recurso propio de una historia que, a falta de ideas mejores, pretende tocar la fibra sensible con torpeza, con descaro y sin delicadeza.

Antes he dicho que salvo sólo dos cosas del faro que nos ocupa: la primera concernía a la elaboración de la trama de misterio y la segunda es el ritmo. De acuerdo, se lee rapidito, gracias a Dios, y al final hasta te engancha, aunque sepas de antemano cómo va a acabar todo el asunto. Pero ya. El peor libro juvenil que he leído en 2011. Una novela sin pies ni cabeza de la que espero que su autor no se sienta demasiado orgulloso, porque si es lo mejor que puede aportar a la literatura juvenil española apaga y vámonos. Ahora sólo queda esperar para comprobar si era una broma o realmente esto va en serio. Yo me comprometo a leer lo próximo que escriba David en el campo y espero de corazón que me sorprenda aunque sea un poco, porque habilidades seguro que tiene, y mejores ideas también, a pesar de que aquí hayan brillado por su ausencia.


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