El fascismo y la lengua
El Fascismo es una rama de los Colectivismos, es decir: una variedad de la familia de virus sociales que surgen de la Masa, o del Hombre Masa, como lo llamó Ortega y Gasset. Los colectivismos son estructuras que devoran, como en un incendio, toda la diversidad y memoria de una sociedad y la sustituyen por el Movimiento, Volk, etc. El fascismo es la variante que conjuga socialismo y nacionalismo; es decir el estatalismo colectivista y el tribalismo romántico y totalitario. El socialismo se vuelve fascismo cuando incorpora un mito nacional (donde la Historia de una sociedad pasa a ser la Historia del movimiento político revolucionario). Esta transición se llamó en Alemania «Tercer Reich», en Venezuela es la «República Bolivariana», en Irán es «la Revolución Islámica», etc. Lo que ha ocurrido en estas naciones es que el cuerpo social, sus instituciones desde la familia al Estado de Derecho, han sido reemplazadas por un agente extraño, es decir: el animal colectivo e ideológico o «ismo», en este caso fascismo. El fascismo, al ser la unión de socialismo y nacionalismo, aúna todo lo malo que socialismo y nacionalismo aportan. La iniciativa privada aún existe, pero al servicio del Movimiento; los derechos ciudadanos no, ya que los individuos ya no son valiosos por sí mismos sino en razón a su utilidad para el crecimiento y la agenda del Movimiento. Los fascismos se pueden envolver en toda clase de colores, símbolos, creencias religiosas, y parafernalias. De esta forma pueden penetrar una sociedad sana sin ser identificados como tales, y apropiándose desde el principio de recursos e imágenes de esa nación o de sectores de la sociedad. De ahí que sea preciso mirar más allá de los logos y consignas, para identificar al fascismo. No son los elementos que usan, sino cómo los usan, lo que nos permite descubrir a este formidable enemigo de la Humanidad y la Naturaleza. Hablemos en este caso de cómo usan el lenguaje.
El lenguaje es el código que empleamos para codificar nuestras experiencias e ideas, de modo que se puedan recordar, comparar y sobre todo compartir con otros. Los seres humanos necesitamos hablar y escuchar para pensar; y escribir y leer para pensar de forma más abstracta y avanzada.
Toda persona culta intenta dominar varias lenguas, y varios registros (por ejemplo como la hablan los agricultores) dentro de cada lengua. De esta forma, puede pensar con aproximaciones diferentes un mismo problema, ya que cada lengua divide la realidad de una manera un poco diferente.
El fascismo, como otros totalitarismos, «hackea» el lenguaje para manipular nuestro pensamiento: por ejemplo llamando «arte degenerado» al arte no fascista, o llamando «revolución» o «proceso constituyente» a un golpe de Estado.
Pero además, el fascismo usa la lengua como instrumento para delimitar el «nosotros» y «los enemigos».
En su dimensión natural y sana, toda lengua busca facilitar la comunicación entre los diferentes, y las lenguas más valiosas son las que comunican a más millones de personas o nos permiten comprender a las generaciones pasadas.
Sin embargo, el fascismo hace de la lengua, además de un arma para condicionar y programar a sus simpatizantes, una línea artificial artificialmente quién forma parte del Movimiento totalitario y quién no.
Veamos un ejemplo muy elocuente de esto:
El euskera
El euskera es una lengua construida por el movimiento fascista vasco, a partir de dialectos residuales de la lengua pre-rromana en los valles alejados de los nucleos urbanos como Álava, San Sebastián o Bilbao. Si bien la lengua de los vascos ha sido siempre el castellano o español de Castilla -al que contribuyeron fonéticamente y que se habló allí antes que en el sur de España- en zonas rurales más aisladas subsistieron como decimos, cuatro dialectos emparentados con el íbero anterior a los romanos.
La pérdida de esta lengua prerromana no se debió a ninguna persecución ni invasión de «castellanos», sino al propio desarrollo de España y en particular de los vascos, que desde hace siglos han tenido una proyección internacional comercial especial por su situación estratégica; y al proceso de urbanización derivado de la industrialización, también más acusada en el Norte de España. Además, San Sebastián en particular como Santander o Gijón, fueron desde el XIX polos de atracción del turismo español y europeo de clase alta. Con todo esto Caín le ganó a Abel; es decir, la cultura civilizada y cosmopolita a la pastoril y tribal. Escribió el vasco Unamuno:
La cultura vasca, lo que se dice «cultura», se ha hecho en español o en francés. En español escribió sus cartas y sus ejercicios Íñigo de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, y en francés pensaba y escribía el abate de Saint-Cyran, fundador de Port Royal, fortaleza del jansenismo. (…) En vascuence no se puede pensar con universalidad. Y el pueblo vasco, cuando se eleva a la universalidad, lo hace en español o en francés.»
Miguel de Unamuno, «La unificación del vascuence», en Obras Completas (VI): 344-348. Madrid: Afrodisio Aguado.Ahora bien, tras las guerras carlistas se forjó el movimiento nacionalista vasco, a imagen de otros movimientos similares en Alemania, Cataluña, Italia…que en el siglo XX constituyeron la primera ola de fascismos, que en realidad fue una nueva oleada de nacionalismos. El nacionalismo vasco encontró en el euskera (construcción artificial de un idioma «vasco» a partir de los dialectos euskaras residuales) la forma de formar poco a poco, un Movimiento racista y nacionalista en las provincias vascongadas. Escribió el fundador del fascismo euskaldún, Sabino Arana:
«Pasemos a ver qué raza es la bizkaina. Ésta pertenece a la raza que habla la lengua llamada Euskera. Esta raza originalísima no es celta, ni fenicia, ni griega, ni latina, ni germana, ni árabe, ni se parece más que en ser humana a ninguna de las que habitan en el continente europeo, el africano, el asiático, el americano y las islas de la Oceanía. Está aislada en el universo de tal manera que no se encuentran datos para clasificarla entre las demás razas de la Tierra. Luego el bizkaino no es español por la raza.» (Sabino Arana, en Bizkaitarra, Bilbao, 16 de junio de 1895.)
Esta concepción racista, por cierto, ha sido muy desmentida por los modernos análisis genéticos; los vascos no constituyen una identidad genética separada de los españoles, o de Europa Occidental. Además, con la derrota del nazismo en 1945, la versión darwiniana del fascismo quedó muy desacreditada; por lo que el acento se puso en la lengua como sustituta del ADN. Si Sabino Arana defendía una nación vasca en torno a La raza, la sangre, el suelo y la lengua», el PNV y Bildu, al menos en las últimas décadas, ha tenido que renunciar a la «sangre» en favor de poner mucho el acento en la lengua y el sentimiento.
Desfile nazi en Guipúzcoa, en 1940, con Himmler al lado del gobernador civil. Antes de la alianza con Franco, los nazis prometieron a los nacionalistas vascos y catalanes sus propios estados, a imagen de la Palestina que Hitler prometió a los árabes.
Este cambio de modelo está «legitimado» en los escritos del padre del nacionalismo euskaldún, cuando por ejemplo escribe Arana:
«Si nos dieran a elegir entre una Bizkaya poblada de maketos (españoles que no tienen apellidos vascos) que sólo hablasen Euzkera y una Bizkaya poblada de bizkainos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda, porque es preferible la sustancia bizkaina con accidentes exóticos que pudieran eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades bizkainas que nunca podrán cambiarla,»
«Tanto están obligados los bizkainos a hablar su lengua nacional, como a no enseñársela a los maketos o españoles. No el hablar éste o el otro idioma, sino la diferencia del lenguaje es el gran medio de preservarnos del contacto con los españoles y evitar así el cruzamiento de las dos razas.»
«En Cataluña todo elemento procedente del resto de España lo catalanizan, y les place a sus naturales que hasta los municipales aragoneses y castellanos de Barcelona hablen catalán; aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos euzkericos, u oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano.»
«Les aterra el oír que a los maestros maketos se les debe despachar de los pueblos a pedradas. ¡Ah, la gente amiga de la paz…! Es la más digna del odio de los patriotas. »
«Conque, ¿es anti-español el Euzkera? Es la primera vez que lo oímos de labios maketos. ¡Ya lo sabéis, euzkaldunes, para amar el Euzkera tenéis que odiar a España! Así lo pensábamos nosotros; pero ahora es un español el que lo dice»…y del enemigo el consejo.»
Sabino Arana también inventó nombres «euskéricos» para ayudar a los vascos nacionalistas a sentirse diferentes del resto de los españoles. Así por ejemplo, el que se llamara Ignacio ahora se llamaría «Iñaki», Jorge ahora se llamaría «Gorka», los Josés ahora serían «Josebas», etc. También se inventaron nombres como Aitor, Simaur o Zigor, que ni siquiera eran nombres propios en los valles de los dialectos euskaras.
El cambio gatopardiano viene representado simbólicamente en Iñaki Williams, que siendo de piel negra como el ébano, puede ser delantero del Athletic de Bilbao ya que al fin y al cabo se llama Iñaki. Sus padres de Ghana lo llamaron así, sospecho, para facilitar su integración en esta región donde manda el fascismo euskaldún desde hace más de cuarenta años. Si sus progenitores hubiesen emigrado a Cataluña se llamaría Ignaci, y si hubiese nacido en una región no dominada por el fascismo de España se habría llamado quizá como su abuelo. Y si no fuese un gran delantero, ni llamarse Iñaki le habría bastado para servir como coartada al fascismo étnico euskaldún.
Lo mismo que ha pasado con el euskera, que actualmente se impone a la fuerza a los alumnos de familias vascas y navarras con gran detrimento del nivel educativo de los pobres niños -recordemos la cita de Unamuno-, también ocurre en España que el catalán se impone en Cataluña, Valencia y Baleares; el portugués arcaico en Galicia; y en regiones como Andalucía, se impide por todos los medios que los niños y jóvenes andaluces tengan modelos de castellano estándar, con lo que poco poco falta ya para que necesiten subtítulos. Los líderes políticos andaluces actuales, a diferencia de los de generaciones anteriores, hablan como una adivinaora de la buena fortuna del barrio de Santa Cruz; y se enorgullecen de ello. La izquierda en Andalucía ya pide que se escriba el castellano como se habla tras cuarenta años de fracaso educativo; y poco a poco formar una lengua aparte.
pegatina del separatismo andaluz, en la que se reivindica el árabe y el castellano dialectal como idiomas propios de la nueva Andalucía independiente
Esta tendencia «sabinoaranista» y fascista y paleta se extiende actualmente también a otras regiones: En Asturias quieren imponer el bable (fabla rural); en Aragón los políticos empiezan a hablar como Paco Martínez Soria; etcétera. Es una versión española del indigenismo que afecta a muchos países americanos.
Parece que sólo Madrid y Murcia resisten esta pulsión retrógrada, tribal y derivada del fascismo hacia lo étnico y tribal. Murcia por cierto, tuvo una lengua propia, la llengua murciana; con sus diccionarios y escritos. También un dialecto huertano, el panocho. Es un milagro que en Murcia no haya triunfado nunca el nacionalismo étnico y la nostalgia de su reino perdido, que tenía tres provincias hasta que en la Constitución del 78 se quedara con una. Bien por los murcianos, personas a la vez muy de pueblo y muy cosmopolitas y emprendedoras. Que ahora votan mucho a Vox, y espero que les ayude.
En resumen, el fascismo usa la lengua para manipular a la masa, inventar su propia realidad, y sobre todo para separar los suyos de los demás.
Como voxero, como español patriota, y sobre todo como persona civilizada como es usted que me lee, le animo a usar la lengua para llamar las cosas por su nombre, y para comunicarse y unirse a otros.
Si por ejemplo hablamos español e inglés, ya conocemos los dos idiomas más estudiados en el mundo como segunda lengua, y los dos más usados en los negocios del mundo. Lo cuál no quita para que tengamos también nuestra lengua local, o acento o dialecto, y lo usemos cuando queramos. La lengua es un puente entre las personas; y entre los seres humanos y la Realidad. Lo mejor a mi entender que podemos hacer es emplearla así, y no como un muro que separe a grupos humanos que conviven o separe a la mente de la verdadera naturaleza de lo que pasa en el macrocosmos y el microcosmos de cada uno.