De nuevo lo ha vuelto a hacer, yo creo que lo hace periódicamente, que tiene marcadas las fechas anticipadamente en su calendario y cuando llega una, zas, suelta toda la bilis que ha tragado durante toda su vida contra la auténtica izquierda. El tipo intelectualmente más rastrero que conozco ha vuelto a utilizar una tribuna, que se pretende libre, para atacar a los únicos reductos del mundo donde se defiende realmente, intelectualmente, a los parias de la Tierra. El ruin éste no tiene empacho alguno en utilizar la peor de las demagogias y lo hace tan mal que incluso sus más fervientes lameculos, a los que todavía les resta algo de la dignidad original de cuando eran de izquierdas, no han tenido más remedio que expresar oficialmente su disconformidad: Hwanho, Eirene, Malditos Bastardos y algún otro. Y he escrito “de cuando eran de izquierdas” porque, desgraciadamente ya no lo son, porque no se puede ser de izquierdas y avalar con su presencia cotidiana en aquel chat las continuas acciones fascistas de este repugnante individuo que, efectivamente, es un hijo de puta integral, convicto y confeso, de esos que nunca reconocerán honestamente que lo son porque esto sería un acto de sinceridad y eso no cabe en su ideología superfascista. Pero dejemos a un lado a esta serie de personas capaces de vender su honestidad por ese asqueroso plato de lentejas que supone la posibilidad de asomarse todos los días a una tribuna pública para exhibir, abriéndose de par en par la gabardina, esas vergüenzas que son su narcisismo irresistible y su desvergonzada hipocresía. Lo que nos interesa es lo que hace el tal Saco. Dice así: “..... Ya tan solo los irrecuperables consideran comunista al régimen chino. Pero entre la izquierda, una vez caídos los Ceascescu y sus colegas rusos o polacos, todavía hay quien se refugia en viejos hideputas como los hermanos Castro para mantener la llama de la ilusión de que cierto “socialismo real” es posible. Al buen hideputa todo se le disculpa. La Iglesia es un tinglado mafioso, pero hace una labor estupenda con los pobres del tercer mundo. El régimen represor de Franco, con su política de pantanos, hizo posible que España no se muriera de sed en épocas de sequía. Y la monarquía revolucionaria y hereditaria cubana, la que acaba de apresar a dieciséis de las peligrosas y subversivas Damas de Blanco en su particular 15M, ese calco del franquismo, con sus sindicatos verticales, su parodia vecinal de partidos políticos, sus organizaciones juveniles entusiastas, como la OJE, donde se fraguan los futuros cuadros del partido, su policía política, sus delatores a sueldo, su falta de libertad de opinión y movimiento, sus presos políticos… resulta ser una monarquía estupenda, a pesar de todo, porque asegura a sus ciudadanos una sanidad gratuita y una escolarización universal. También es posible que el hideputa sea yo. Pero, qué le vamos a hacer: soy vuestro hideputa”. Lo he escrito ya miles de veces, diciendo siempre, claro está, que el concepto no es mío. La historia es una proceso dialéctico en el que el bien y el mal, Dios y el Diablo, Ormuz y Hariman, Roma y Cartago, España e Inglaterra, Alemania y Japón contra las potencias aliadas, no son más que pequeñas etapas de un proceso gigantesco que hace progresar a la humanidad desde las cuevas iniciales a los actuales rascacielos, si se me permite la metáfora. Hoy, esa lucha a muerte, no por dialéctica menos sanguinaria, está trabada entre China y los EE.UU. Y quién dice no verla no es que está ciego sino que pertenece a esa inmensas legión de canallas hipócritas que hoy se alinea de una manera más o menos descarada en las filas de la ultraderecha. Y estos jodidos hijos de puta ultraderechistas que hacen trampas hasta cuando respiran, le exigen a una de las partes en la contienda una pureza no ya virginal y angelical sino extrema, de modo que dicen que el Estado cubano es inadmisible porque no hay libertad de prensa y proponen que nuestra prensa, la suya, la de los que nos banean porque les criticamos, vaya allí, a Cuba, plante sus gigantescas rotativas y comience la obra de demolición del único Estado del mundo en el que todos los ciudadanos, desde Fidel al último disidente, incluso esas damas de blanco, son absolutamente iguales. Acabo de escribir “iguales”, la terrorífica palabra que se deriva de igualdad. A este jodido tipo, el tal Saco, le gusta mucho más esa otra, la libertad, porque es un concepto esencialmente mentiroso, porque ni siquiera puede existir, la libertad es una quimera, un señuelo, un trampantojo que la ultraderecha blande continuamente ante nuestras narices, mientras grita: “toda la libertad del mundo será tuya si abandonas tus deseos de igualdad y me sigues”. Y todos los jilipollas del mundo siguen mansamente a los hijos de puta, como los niños de Hamelin seguían al asesino múltiple que tocaba la flauta, hasta morir ahogados, en el fondo del río. Nadie es libre en este puñetero mundo porque no puede serlo, porque es imposible hacer lo que uno desea realmente en medio de una sociedad que lo 1º que te exige es que le vendas tu libertad de trabajo si quieres tener algo para sobrevivir. De modo que la absoluta libertad es la gran mentira, el engañabobos que nos enseñan para que aceptemos todo lo que nos exigen. La única libertad real que yo tengo, que yo he tenido, mejor, es la de elegir entre morirme de hambre o trabajar en 5 sitios a la vez, para llevar a mi casa algo que nos permitiera sobrevivir a mi mujer y a mis hijos. Y yo era, y soy, un tipo más bien privilegiado porque tuve la oportunidad de hacer una carrera universitaria gracias a una serie de becas que me dieron ellos. Y me he pasado toda la vida lamentando no haber nacido en Cuba, donde seguro que habría tenido la oportunidad de intentar vivir de lo que más me gusta, escribir, porque yo y los míos hubiéramos tenido lo que todos tienen allí, una base mínima igual para todos. Pero, para el tal Saco, aquello es el infierno seguramente porque allí él no hubiera podido vivir, como lo hace aquí, de engañar a la gente con sus asquerosos artículos, que no hubiera podido nunca publicar porque allí el respeto a los otros se halla por encima de una falsa libertad que consiste tan sólo en utilizar una libertad tan desigual que ni siquiera me permite a mí, penetrar en su chat y escribir allí todo esto, porque no sólo me lo impide coactivamente sino que incluso ha amenazado a sus secuaces con una increíble especie de excomunión que lleva implícita la imposibilidad de volver a colgar en aquel sitio ningún tipo ya de comentario. En cuanto al conflicto China/Usa, me duelen ya los dedos de tanto escribir sobre él. Los Usa son el imperio y tenemos que dar gracias a quien sea porque la dialéctica histórica ha hecho que China esté ahí y ahora para pararle los pies y no me vale nada que supremos hipócritas, como el tal Saco, finjan que no saben que atacar a China es ayudar a los Usa que comparativamente es el peor demonio de la historia (Hirosima, Nagasaki, Irak, Afganistán, Libia, etc.), apoyando sus ataques en que no cumple con todas las normas que exige su declarado comunismo porque ésa es la actitud más maniquea que yo haya visto. En fin.
De nuevo lo ha vuelto a hacer, yo creo que lo hace periódicamente, que tiene marcadas las fechas anticipadamente en su calendario y cuando llega una, zas, suelta toda la bilis que ha tragado durante toda su vida contra la auténtica izquierda. El tipo intelectualmente más rastrero que conozco ha vuelto a utilizar una tribuna, que se pretende libre, para atacar a los únicos reductos del mundo donde se defiende realmente, intelectualmente, a los parias de la Tierra. El ruin éste no tiene empacho alguno en utilizar la peor de las demagogias y lo hace tan mal que incluso sus más fervientes lameculos, a los que todavía les resta algo de la dignidad original de cuando eran de izquierdas, no han tenido más remedio que expresar oficialmente su disconformidad: Hwanho, Eirene, Malditos Bastardos y algún otro. Y he escrito “de cuando eran de izquierdas” porque, desgraciadamente ya no lo son, porque no se puede ser de izquierdas y avalar con su presencia cotidiana en aquel chat las continuas acciones fascistas de este repugnante individuo que, efectivamente, es un hijo de puta integral, convicto y confeso, de esos que nunca reconocerán honestamente que lo son porque esto sería un acto de sinceridad y eso no cabe en su ideología superfascista. Pero dejemos a un lado a esta serie de personas capaces de vender su honestidad por ese asqueroso plato de lentejas que supone la posibilidad de asomarse todos los días a una tribuna pública para exhibir, abriéndose de par en par la gabardina, esas vergüenzas que son su narcisismo irresistible y su desvergonzada hipocresía. Lo que nos interesa es lo que hace el tal Saco. Dice así: “..... Ya tan solo los irrecuperables consideran comunista al régimen chino. Pero entre la izquierda, una vez caídos los Ceascescu y sus colegas rusos o polacos, todavía hay quien se refugia en viejos hideputas como los hermanos Castro para mantener la llama de la ilusión de que cierto “socialismo real” es posible. Al buen hideputa todo se le disculpa. La Iglesia es un tinglado mafioso, pero hace una labor estupenda con los pobres del tercer mundo. El régimen represor de Franco, con su política de pantanos, hizo posible que España no se muriera de sed en épocas de sequía. Y la monarquía revolucionaria y hereditaria cubana, la que acaba de apresar a dieciséis de las peligrosas y subversivas Damas de Blanco en su particular 15M, ese calco del franquismo, con sus sindicatos verticales, su parodia vecinal de partidos políticos, sus organizaciones juveniles entusiastas, como la OJE, donde se fraguan los futuros cuadros del partido, su policía política, sus delatores a sueldo, su falta de libertad de opinión y movimiento, sus presos políticos… resulta ser una monarquía estupenda, a pesar de todo, porque asegura a sus ciudadanos una sanidad gratuita y una escolarización universal. También es posible que el hideputa sea yo. Pero, qué le vamos a hacer: soy vuestro hideputa”. Lo he escrito ya miles de veces, diciendo siempre, claro está, que el concepto no es mío. La historia es una proceso dialéctico en el que el bien y el mal, Dios y el Diablo, Ormuz y Hariman, Roma y Cartago, España e Inglaterra, Alemania y Japón contra las potencias aliadas, no son más que pequeñas etapas de un proceso gigantesco que hace progresar a la humanidad desde las cuevas iniciales a los actuales rascacielos, si se me permite la metáfora. Hoy, esa lucha a muerte, no por dialéctica menos sanguinaria, está trabada entre China y los EE.UU. Y quién dice no verla no es que está ciego sino que pertenece a esa inmensas legión de canallas hipócritas que hoy se alinea de una manera más o menos descarada en las filas de la ultraderecha. Y estos jodidos hijos de puta ultraderechistas que hacen trampas hasta cuando respiran, le exigen a una de las partes en la contienda una pureza no ya virginal y angelical sino extrema, de modo que dicen que el Estado cubano es inadmisible porque no hay libertad de prensa y proponen que nuestra prensa, la suya, la de los que nos banean porque les criticamos, vaya allí, a Cuba, plante sus gigantescas rotativas y comience la obra de demolición del único Estado del mundo en el que todos los ciudadanos, desde Fidel al último disidente, incluso esas damas de blanco, son absolutamente iguales. Acabo de escribir “iguales”, la terrorífica palabra que se deriva de igualdad. A este jodido tipo, el tal Saco, le gusta mucho más esa otra, la libertad, porque es un concepto esencialmente mentiroso, porque ni siquiera puede existir, la libertad es una quimera, un señuelo, un trampantojo que la ultraderecha blande continuamente ante nuestras narices, mientras grita: “toda la libertad del mundo será tuya si abandonas tus deseos de igualdad y me sigues”. Y todos los jilipollas del mundo siguen mansamente a los hijos de puta, como los niños de Hamelin seguían al asesino múltiple que tocaba la flauta, hasta morir ahogados, en el fondo del río. Nadie es libre en este puñetero mundo porque no puede serlo, porque es imposible hacer lo que uno desea realmente en medio de una sociedad que lo 1º que te exige es que le vendas tu libertad de trabajo si quieres tener algo para sobrevivir. De modo que la absoluta libertad es la gran mentira, el engañabobos que nos enseñan para que aceptemos todo lo que nos exigen. La única libertad real que yo tengo, que yo he tenido, mejor, es la de elegir entre morirme de hambre o trabajar en 5 sitios a la vez, para llevar a mi casa algo que nos permitiera sobrevivir a mi mujer y a mis hijos. Y yo era, y soy, un tipo más bien privilegiado porque tuve la oportunidad de hacer una carrera universitaria gracias a una serie de becas que me dieron ellos. Y me he pasado toda la vida lamentando no haber nacido en Cuba, donde seguro que habría tenido la oportunidad de intentar vivir de lo que más me gusta, escribir, porque yo y los míos hubiéramos tenido lo que todos tienen allí, una base mínima igual para todos. Pero, para el tal Saco, aquello es el infierno seguramente porque allí él no hubiera podido vivir, como lo hace aquí, de engañar a la gente con sus asquerosos artículos, que no hubiera podido nunca publicar porque allí el respeto a los otros se halla por encima de una falsa libertad que consiste tan sólo en utilizar una libertad tan desigual que ni siquiera me permite a mí, penetrar en su chat y escribir allí todo esto, porque no sólo me lo impide coactivamente sino que incluso ha amenazado a sus secuaces con una increíble especie de excomunión que lleva implícita la imposibilidad de volver a colgar en aquel sitio ningún tipo ya de comentario. En cuanto al conflicto China/Usa, me duelen ya los dedos de tanto escribir sobre él. Los Usa son el imperio y tenemos que dar gracias a quien sea porque la dialéctica histórica ha hecho que China esté ahí y ahora para pararle los pies y no me vale nada que supremos hipócritas, como el tal Saco, finjan que no saben que atacar a China es ayudar a los Usa que comparativamente es el peor demonio de la historia (Hirosima, Nagasaki, Irak, Afganistán, Libia, etc.), apoyando sus ataques en que no cumple con todas las normas que exige su declarado comunismo porque ésa es la actitud más maniquea que yo haya visto. En fin.