El feminicidio de la mujer de don Federico

Publicado el 03 enero 2016 por Sonia Herrera Sánchez @sonia_herrera_s

Hace unos días iba en metro hacia el trabajo cuando oí a un niño y una niña canturrear detrás de mí. Me sonó la cantinela y afiné el oído. “Don Federico mató a su mujer, la hizo picadillo y la puso en la sartén”… ¡Claro que me resultaba familiar! Cantábamos esa canción en el recreo mientras chocábamos con fulgor las palmas de las manos. No había vuelto a escucharla desde la infancia y al poner atención de nuevo en la letra me horroricé y miré a los adultos que acompañaban a los niños con cara de pánico y desprecio. ¿Cómo puede ser que en pleno siglo XXI unos niños puedan cantar semejante oda a la violencia machista y al feminicidio y nadie se escandalice? Miré alrededor. Nada. Todo el mundo a lo suyo. Ni una cara de asombro. Me quedaba solo una parada, así que la agonía duró poco. Llegué a Urquinaona y me bajé.

El caso es que desde ese día no he dejado de darle vueltas a lo poco críticos/as que somos ante todo aquello que la sociedad ha etiquetado como un “juego de niños” inofensivo. ¿Inofensivo? ¿De veras? Para nada. El juego, como forma de socialización, también genera aprendizaje y modelos de conducta a imitar y perpetúa actitudes sexistas y patriarcales.

No recuerdo que ninguna profesora nos llamara nunca la atención por cantar semejante barbaridad ni que ningún padre o madre se escandalizara al oírlo en ninguna fiesta de cumpleaños o a la salida del colegio… Así de normalizada está la violencia contra las mujeres en nuestra sociedad. Pero si pasmada me deja tal impunidad hace más de 20 años, peor llevo que la canción de marras haya llegado hasta nuestros días… Por si alguien no recuerda la letra, la podéis escuchar en los siguientes vídeos:

Reflexionando sobre esto me vino a la memoria otra de las grandes perlas de la socialización de género de mi infancia:“Soy capitán de un barco inglés y en cada puerto tengo una mujer. La rubia es fenomenal y la morena tampoco está mal. Si alguna vez me he de casar, me casaré con la que me guste más”.

Las canciones y los juegos infantiles, al igual que la literatura, la fotografía, el teatro, la pintura, el cine o los videojuegos son productos culturales que vehiculan y transmiten ideologías. Por ende, pueden analizarse y deconstruirse desde una perspectiva crítica y feminista de modo que podamos llamar la atención -tal y como recoge la Guía para transformar los juegos tradicionales del Instituto Andaluz de la Mujer- “del profesorado y de las familias sobre la necesidad de prestar atención a los juegos y, en relación a ellos, a los roles de género, a las actitudes y al uso de los espacios” y “mostrar que es posible otra forma de jugar y de relacionarse” basada en la igualdad, en el respeto a la diversidad, en la coeducación y en la cooperación.

Quizás, si lo logramos, desterraremos el sexismo y la banalización de la violencia machista en la educación de niñas y niños y les diremos bien clarito que no hay nada de gracioso y divertido en que don Federico matara a su mujer; que lo hizo porque era un machista prepotente que infravaloraba a su pareja a intentaba anularla, dominarla y someterla; que no soportaba ni un solo atisbo de empoderamiento en ella; que la creía de su propiedad y la cosificó; y que menospreció su vida y la asesinó. Y que todo eso no se puede edulcorar con ninguna melodía repetitiva y pegadiza.