Revista Cultura y Ocio

El festín de la muerte, de Jesús Díez de Palma

Por Eltiramilla

El festín de la muerte, de Jesús Díez de PalmaLa Segunda Guerra Mundial ha estallado. Las hostilidades han dado lugar al bombardeo de un ferrocarril en Varsovia y gentes de todas partes se ven arrojadas de improviso a un mundo tambaleante que trastoca sus vidas. Los pequeños Jacques y Jean Pierre huirán hacia casa de sus tíos sin más ayuda que la de sus piernas, uno de los hermanos Clement-Moore se alistará como piloto de un caza creyendo que puede ser un juego divertido, Juan se unirá a la División Azul para conseguir méritos que puedan hacer libre a su padre, Heinrich disfrutará dentro de las Juventudes Hitlerianas y aspirará a más mientras sueña con poseer a su querida Liese… y otras tantas personas más participarán, directa o indirectamente, en esa guerra que no habían pedido y que les cambiará por completo. Si es que acaso logran sobrevivir…

Si últimamente se reivindica con más fervor que nunca que la literatura juvenil no son sólo argumentos simples para jóvenes sino obras con un importante trasfondo capaces de hacer disfrutar también a los adultos, El festín de la muerte se sitúa como la mejor evidencia de ello. Jesús Díez demuestra no sólo que hay vida más allá de los no muertos (perdonadme el chascarrillo fácil), sino que además la literatura juvenil tiene todavía mucho nuevo que aportar. Aquí no hay hombres lobo o zombis de instituto; ni una gota de sangre sobrenatural, sólo la que vierten los humanos inocentes y corrientes de a pie (que no es precisamente menos importante). Aunque sí hay amor. Amor entre hermanos, amor de padres e hijos, amor entre amigos o camaradas, amor de pareja. A lo largo de las 400 páginas de la novela y de los 6 años que dura la contienda que narra, hay lugar para casi todo, hasta para el fútbol y los juguetes. Me gustaría definir esta obra como un canto al amor (además de a la paz) en medio del horror más profundo. Pero cuidado, no creo que haya violencia gratuita, todo lo contrario: la imagen que se da de ella es la adecuada. Aunque, claro, no se puede negar que hay sangre, vísceras y muerte, y se puede apreciar el hedor putrefacto que dejan los asesinos, ya sean de tu bando o del mío. Un aplauso, por tanto, para Jesús, que ha tenido el valor suficiente como para no mostrar vencedores ni ideologías que deban alzarse sobre otras, sean las que sean; al final de la novela sólo podemos ver derrotados y recordar la frase del abuelo de Jacques sobre lo único bueno que tienen las guerras: que se acaban. A través de la historia coral de decenas de personajes vemos las múltiples caras de la guerra y especialmente a la gente que está en segundo lugar, fuera de las trincheras. Ahí me gustaría destacar la historia de los tres hermanos Clement-Moore: cruda, un reflejo de miedos y sueños rotos, y acertada en la evolución de los tres, aunque he echado de menos un poco más de protagonismo de la chica. Ella, Edna, es un personaje interesante y tal vez queda algo desaprovechado, al igual que Anastasia, la joven ucraniana. En cambio, para los demás sólo tengo alabanzas: poseen unas personalidades cuidadas, están repletos de detalles y son muy, muy emotivos (¡imposible olvidar a Hanna y Jaroslaw o a las dos amigas polacas y su último mensaje!). Por otra parte, las escenas que protagoniza todo el elenco son en su mayoría tan breves que no llegan a aburrir, y se intercalan con tanta frecuencia que el ritmo resulta adictivo. Sin duda el estilo directo, cuidado y rico (pero sin excesivas florituras) del autor también favorece que el ritmo fluya, por no hablar de esos párrafos más que bienvenidos dedicados a la reflexión interior. Y no puedo terminar este análisis sin hacer una pequeña mención a la edición de la obra, con fotografías en blanco y negro al final de cada capítulo y tipografías que imitan las letras impresas en cajas de material bélico e informes de guerra que ayudan a recrear en nuestra imaginación lo que nos cuenta Díez de Palma.

El festín de la muerte es un libro diferente, realista y desgarrador que bien merece el Premio Gran Angular que se ha llevado. Podría parecer arriesgado por parte de el hecho de apostar tan fuerte por una novela para jóvenes de este calado, pero una vez se lee no hay resquicios para la duda. Por su calidad literaria, por su valentía, y porque con sus infinitas historias atrapa al lector y lo agita por dentro, nos encontramos ante una obra excelente y recomendadísima.


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