Puede que sea un iluso y confunda la realidad con el deseo, pero aún a riesgo de equivocarme debo reconocer que, en mi opinión, ETA ha interiorizado que su tiempo ha tocado a su fin y creo que sus dirigentes, o al menos una parte de ellos, están preparando, a su modo, una retirada que no suene necesariamente a derrota o rendición. La apuesta de la izquierda abertzale por las vías políticas, avalada mayoritariamente por su base social, no les deja más alternativa que abandonar la violencia por y para siempre.
ETA avanza hacia su desaparición porque llegados a este punto no le queda otro camino que no sea la derrota policial o la ruptura con su referente político, pero se mueve paso a paso, sin ser plenamente consciente de que el tiempo corre en su contra y la ciudadanía no esta dispuesta a esperar sine die y la izquierda abertzale tampoco. Es cierto que en Ciboure (Francia) sus representantes reconocieron, en coherencia con la estrategia “Zutik Euskal Herria”, su disposición a superar el llamado conflicto vasco por cauces democráticos. Ojalá actúen ahora en consecuencia y lo hagan más pronto que tarde.
La credibilidad de la izquierda abertzale está en juego y quienes pensamos, o queremos pensar, que ETA terminará por subirse al tren de la paz, no tenemos, sin embargo, una paciencia infinita. La desaparición de la violencia ha de ser inmediata y, además, debe ser sincera y sin condiciones de ningún tipo. Si ETA cree, tal y como afirmó en el homenaje a Jon Anza, que el futuro de Euskadi está en manos de sus ciudadanas y ciudadanos, es obvio concluir que debe disolverse y dejar que sea la política, sin injerencias, quien resuelva los problemas políticos.