No sé si muchos saben que me encanta escribir. Uno de los proyectos que tengo aparcados, y que algún día espero recuperar y volverlo a poner en marcha, es el de escribir un libro. Por eso sé que elegir las palabras adecuadas es algo que hay que tener muy en cuenta si quieres escribir una historia. Y he elegido «aventura» para definir mi experiencia universitaria por varias razones. Principalmente, porque sus cuatro acepciones del Diccionario de la Real Academia Española me vienen como anillo al dedo para explicar todo lo que ha pasado durante estos cuatro años.
La primera acepción de aventura reza ‘suceso extraño’, y me hace gracia que este sea el primer concepto que tenga que explicar. Principalmente, porque que yo esté terminando de estudiar Traducción e Interpretación y quiera dedicarme a la traducción es ya de por sí un hecho bastante extraño. Mi principal meta era conseguir este título para poder dedicarme a la docencia; sin embargo, y conforme ha ido avanzando el tiempo, me he dado cuenta de que la traducción es algo que me encanta, algo que creía que no iba a pasar cuando empecé la carrera.
La segunda, que dice algo así como ‘casualidad’, tiene que ver mucho con la gente que he ido conociendo a lo largo de estos años. Estar en un sitio concreto en un momento determinado y no en otro puede ocasionar muchas cosas. Yo creo mucho en el efecto mariposa, y sé que si no hubiera hablado con cierta persona o no hubiera hecho alguna de las cosas que he hecho durante estos años, ahora mismo no sería el mismo. Tampoco sería el mismo si no hubiera compartido esta aventura con la gente que me rodea y a las que considero mi familia.
‘Empresa de resultado incierto o que presenta riesgos’ es la tercera acepción que ofrece el Diccionario de la Real Academia Española, y creo que es la oportunidad perfecta para hablar del mundo laboral. Durante todos estos años he pensado mucho en el futuro, en lo que iba a hacer, en lo que tenía que hacer para conseguir mis metas... pero ha llegado el punto en el que el futuro que tanto me preocupaba ha sido presente y he tenido que ponerme las pilas casi de un día para otro. Los planes que tenemos en la cabeza cambian mucho cuando llegan al plano de la realidad y no siempre se pueden estructurar como queremos, pero también creo que hay que arriesgarse. Hay experiencias que tienen su momento para ser vividas, y soy de los que piensan que hay que tomar todas las que podamos: solo así podemos mejorar, crecer y aprender.
La cuarta y última acepción se refiere a una ‘relación amorosa ocasional’, y supongo que es el momento de hablar de todo aquello que he aprendido durante esta carrera, que me ha encantado, pero que por muchas razones no he logrado terminar de enamorarme: a veces, han sido razones personales y referentes al gusto; otras, simplemente, han sido razones externas las que han hecho separarme de esas disciplinas. Sin embargo, he aprendido mucho.Supongo que, por eso mismo, porque he experimentado otras cosas que no tienen tanto que ver con el concepto de
‘aventura’, sino con el de ‘aprendizaje’, debo admitir unas cuantas cosas: la universidad me ha enseñado mucho para ser un buen profesional, pero, sobre todo, me ha enseñado a desechar aspectos de mi vida que no me servían y también me ha enseñado que hay mucha valentía y fuerza en sus pasillos.Quizás he absorbido esa valentía, esa fuerza y esas ganas y es lo que hoy me hace decir dos cosas: que no hay que conformarse jamás, si lo que tienes no te compensa, si lo que quieres es ir más allá; y que ser traductor no se consigue haciendo los 240 créditos de la carrera, que eso se gana fuera, y que yo, a día de hoy, me siento traductor de verdad.