EL FIN DE LA ETERNIDAD (por Pere Sbert)
La novela aborda un tema, ahora clásico, como es el de los viajes en el tiempo, en el que el propio Asimov apenas había profundizado por considerarlo demasiado complejo. El autor imaginó una organización, la Eternidad, que opera al margen del tiempo controlando el desarrollo de la humanidad. Sus agentes, los Eternos, vigilan las sociedades y, cuando detectan alguna característica indeseable o que pudiera conducir a un evento indeseable, inducen cambios en la historia para reconducir la situación. Todo ello a espaldas de los temporales (personas ajenas a la Eternidad, es decir, nosotros), que jamás se aperciben de las alteraciones, pues en cuanto se producen sus recuerdos, toda su vida se reescribe como si jamás hubiera habido otro pasado.
En este marco argumental entra en juego Andrew Harlan el agente Eterno, hombre de confianza del coordinador Twissell, el líder de la organización de la Eternidad. Su trabajo consiste en determinar el Cambio Mínimo Necesario a implementar en una realidad para obtener el Resultado Máximo Deseable… y, a continuación, ejecutar dicho cambio; alterando con ello las vidas de millones de personas, incluso borrando su existencia cuando no existe otro remedio.
Sin embargo, en el transcurso de una misión rutinaria, conoce y se enamora de Noys Lambent, una temporal. Entonces, ante la certeza de que al aplicar el Cambio Mínimo Necesario implica modificar irreversiblemente la personalidad de Noys, Andrew rompe todas las normas, extrae a la chica de su tiempo y se la oculta a La Eternidad. Además Andrew pone en juego su as en la manga, un secreto que no debería conocer y que en manos expertas como las suyas, podría conducir a la destrucción de la línea temporal que conduce a la creación de la propia Eternidad: el secreto de lo que sucede en los Siglos Ocultos, un periodo en un futuro distante (entre el 70.000 y el 150.000) al cual los Eternos no tienen acceso y a cuyo fin aparece una Tierra despoblada.
A partir de aquí Asimov teje una complicada trama en la que, mediante paradojas temporales y bucles causales, explora y profundiza en el plano ético de las acciones del protagonista y de La Eternidad.
Como buena novela de ciencia ficción Rusa de mediados del siglo XX, esta crítica, reflejo de una situación social y política real (La Rusia de Stalin) es su gran valor y en donde la novela alcanza su mayor profundidad: la Eternidad constituye una dictadura, tan absoluta que no cabe rebelión externa contra ella, pues los hombres sujetos a sus designios desconocen hallarse en tal situación.
Cabe destacar que, dentro de la trayectoria de Asimov, esta novela es un “Rara Avis” al profundizar (aunque de forma bastante torpe) en los sentimientos de sus protagonistas, que incluso juegan un papel importante en la trama. A la postre, sin embargo, es la racionalidad la que fuerza los acontecimientos hacía su conclusión: antes que el amor, lo que triunfa es la libertad; libertad para cometer errores; imprescindible para maximizar las posibilidades futuras y alcanzar auténtica grandeza.
En resumen, “El fin de la Eternidad” posee esa genialidad, elegancia formal y estilo que Asimov imprimía en sus textos, y es una novela perfecta para introducirse en la ciencia ficción, ya que posee una trama interesante y llena de misterios que incita a seguir leyendo hasta terminar el libro, un ritmo sorprendenemente ágil y es mucho menos densa de lo que, en un principio puede parecer, a pesar de la complejidad de su argumento.