«¿Qué es lo que hace que una vida sea como es?»Un momento puede cambiarlo todo. Un instante a veces lo desmorona todo. Nuestra vida toma un destino distinto al que tenía que ser y ya no seremos la persona que hubiéramos sido sin ese instante decisivo. A veces son pequeños cambios, un libro que se nos cruza y que nos dice léeme, como el que reseño hoy (no me ha cambiado la vida pero ha usurpado el lugar de otro que quién sabe si llegaré a leer y cómo me hubiese afectado). Otras veces, sin embargo, el cambio es tan enorme, fatal y devastador que solo deja vacío a nuestro alrededor, un socavón enorme que nos impide emerger al nuevo camino y nos condena a vagar a perpetuidad. El cambio en la vida de Jules, protagonista de esta novela de Benedict Wells, pertenece a este segundo tipo.
«El abismo me mira a los ojos.
Y yo miro hacia atrás».
«Conozco ese bosque. He vuelto a él continuamente desde mi infancia. Se ha convertido en mi casa. Y si no me ando con cuidado, será el lugar en el que moriré».Iremos avanzando a lo largo de las casi trescientas páginas de este libro por la vida de Jules, recorriendo su infancia, su juventud y acompañándolo en los primeros años de su edad adulta. Aunque casi podríamos decir que lo de avanzar es un eufemismo. Jules no avanza, vive anclado en ese momento que truncó su vida, pensando en cómo hubiese sido la vida de ese otro Jules que no ha perdido a sus padres. Añadirá a ese lastre que le impide ser el auténtico motor y protagonista de la nueva senda que la tragedia familiar abrió ante él los recuerdos vividos con Alva, con la que perderá el contacto.
«Y entonces pensé en la muerte y en cómo la había imaginado antes: como una explanada de nieve infinita sobre la que todos flotamos, y en los lugares en los que la rozamos, la nada se confunde con los recuerdos y con las imágenes que arrastramos y adquiere un rostro. Y a veces es tan precioso que el alma quiere saber más de la nada y la sigue en su camino hacia la desaparición».
«A veces creo que hay gente que no sabe que va a morir».Benedict Wells es un joven escritor alemán cuyas dos anteriores novelas han sido bien recibidas en su país y que con esta tercera, Premio de Literatura de la Unión Europea en 2016, ha cosechado un más que notable éxito. Entiendo el entusiasmo, parte de mi pálpito con este libro se debe a un par de fragmentos sueltos leídos al azar; otra parte supongo que se debe a cómo viene envuelto, me refiero a la forma de redactar la sinopsis y las cuñitas publicitarias (pequeños extractos de críticas) que lo acompañan. No, no soy tan ingenua como para creerme todo lo que leo y presumí de antemano que no iba a encontrarme con la novela mágica que me prometían, si bien concedo que la novela brilla por momentos. Y sí, soy una lectora exigente que siempre quiere más, o al menos quiere más cuando le han demostrado que se lo pueden dar. Así que, asumiendo el riesgo de que los peros que me dispongo a exponer os disuadan de leer esta novela que bien merece la pena ser tenida en cuenta, voy a darle un pequeño tirón de orejas a su autor, de quien espero que en un futuro nos regale novelas que brillen en su totalidad.
Mamiya 135 EE. Fotografía de Ludovico Magnocavallo
Wells escribe muy bien y es admirable su madurez para tratar los temas que toca esta novela. Borda sus reflexiones sobre la inconsistencia de la vida, sobre cómo paraliza el miedo a esa falta de seguridad, sobre cuál es la verdadera identidad, si aquella que se levanta sobre lo que hemos tenido u aquella otra que se desvela tras lo que vamos perdiendo. Pero tal vez se enquiste en esas mismas reflexiones, sin que por ello la fluidez de la lectura se resienta ni haga perder interés, y tal vez, también, arme una trama demasiado elaborada para algo que creo que planteado de manera más sencilla hubiese funcionado mejor. Por último, detecto un ligero empeño en que la tristeza de su historia nos ofrezca un algo iluminador, en dejarnos un mensaje de esperanza, algo que me ha empañado en parte la lectura.
Quiero pensar que todo esto que expongo no son carencias sino excesos debidos a la insolencia de la juventud, pues creo que los últimos son más fáciles de pulir que las primeras de suplir. Espero que el éxito no haga al joven Wells reincidir en ellos y que, con los años y la experiencia, consiga que esas mentiras que son las historias alcancen una cuota de realidad mayor que la de la propia realidad. Las historias son espejos mágicos, nos muestran a modo de cuento aquello que no alcanzamos a poner en palabras. En El fin de la soledad me he encontrado fragmentos de uno de esos espejos que se me han clavado y que se me han incrustado cual implantes en mi piel. Ahora quiero el espejo entero. No lo exigiría si no me hubiesen mostrado antes la fidelidad y el brillo de su reflejo.
«Tengo claro que todas estas ideas son de lo más infantiles, pero aun así estoy seguro de que en este universo existe un lugar en el que ambos mundos pueden observarse a la vez y adquieren el mismo grado de realidad. Lo vivido y lo soñado. Porque cuando todo se acabe y se olvide, cuando, dentro de millones de años, todo haya desaparecido y no nos quede ninguna prueba de la existencia de nada, será absolutamente indiferente que algo haya existido o haya sido soñado. Y las historias que ahora solo suceden en mi interior adquirirán quizá la consistencia de aquello a lo que algunos se refieren como realidad».
Cunningham Forest Stream - HDR. Fotografía de Nicolas Raymond
Ficha del libro:
Título: El fin de la soledad
Autor: Benedict Wells
Traductora: Beatriz Galán Echevarría
Editorial: Malpaso
Año de publicación: 2017
Nº de páginas: 283
ISBN: 978-84-16665-94-5
Si te ha gustado...
¿Compartes?
↓