No se trata de lanzar nuestros lamentos al viento. Se trata de cambiar de paradigma, de estilo, de empuje, de sangre. Seamos, sin más. ¿Acaso no veis que es mentira? Más cursos, más postgrados, más carreras, más exámenes, más dinero, más madera, para ellos; menos horas, menos tiempo, menos vida, menos parte, menos arte, para nosotros. El mundo siempre se ha construido sobre las espaldas de quienes sufren callando, y aceptan; la educación, en su cara soterrada, nos prepara a ello. Pero hay una incongruencia, un fallo en el sistema. Algunos de los hiperformados han ido más allá, van más allá e irán más allá de lo pautado, como esas máquinas y dinosaurios que se rebelan al hombre en Hollywood. A ellos espera el malestar, la duda, el desasosiego, el sinsentido de una vida que dista mucho de la imagen ideal que durante tantos años se construyeron.
Deconstruir, reconstruir... ¿y cómo hacerlo? Derríbalo todo, allá en tu mente, y parte de una sola premisa: pienso, luego existo, más por corto tiempo. A partir de ahí, veamos qué es lo que de verdad importa.