Cuando era un niño solía tener bastante miedo. Digamos que tenía un abanico de cosas que me asustaban bastante variado. Lo reconozco, era muy impresionable.
Uno de los miedos más tremendos que recuerdo era a que el mundo acabara repentinamente. Yo era así de "transcendental" aún en la infancia. Recuerdo una tarde de invierno en que el cielo estaba poblado de nubes bajas, algodonosas, que se movían rápidamente. Ya oscurecía y las calles aún no habían encendido el alumbrado. La prematura oscuridad que las nubes provocaban tenía ese tono rojo sangre que a veces adquiere el cielo cuando se dan las oportunas condiciones. Ese día se daban, todo era oscuro y rojo allá arriba, las nubes se cernían rápidamente sobre todos los tejados casi tocándolos, yo estaba en calle, cerca del edificio de la iglesia, y tuve miedo, mucho miedo. Creí que todo terminaría incluso antes de que pudiera llegar a casa. Por unos instantes respiré entrecortadamente, me faltaba el aire. Pero todo pasó y, al fin y al cabo, el mundo no se derrumbó ese día.
Este documental me lo ha traído a la memoria. Impresionante.
Lo encontré aquí.