¿En qué pensabas cuando te oí llegar entre gritos y sombras? Apenas distinguía tu voz, tan lejana, ya no sé quién eres. Cuando la soledad atroz ataca sólo se oyen cantos de sirena. No mentí, sólo eran flores secas de un pasado no necesariamente mejor, un pasado basado en la incertidumbre, como un muro invisible que nos impide avanzar.
Y ahora, ahora me hundo, me hundo en este lodo de apariencia inocente, en este dolor que me atraviesa el alma y mientras, mientras tú miras a otro lado, pero ya es tarde, no quedan ángeles que nos salven.
Líneas paralelas que convergen en un azar desordenado, nada que decir, las cartas bajo la mesa. Miradas que adivinan sonidos en el vacío.
Rezas en silencio un credo que nadie conoce, y despiertas comprobando que nada ha cambiado, que vives en el adiós permanente, en la fugacidad de los abrazos al infinito, en los sueños que se cumplen de forma relativa, en los cuentos que nos has contado ni contarás, en las explicaciones que no darás porque ya es suficiente.
Y sigo buscando,sigo buscando la libertad en el fundamento de los azules y me pierdo, me pierdo en los colores de un clandestino cielo, un cielo azulado que se tiñe rojo en el ocaso.
Se acabó, llegó la hora del ADIOS.