El final de todo o de mi confianza en Netflix

Publicado el 27 febrero 2019 por Dro @Drolope

Queridísimos y pacientes lectores, trasunos días de incesante visionado de diversas producciones audiovisuales, he tomado la firme determinación de proseguir con mi tarea crítica y dar riendasuelta una vez más al universo de ideas que pueblan mi mente. Es por todos biensabido que Netflix es la plataforma de streaming líder en consolación de individuos apesadumbrados por la ordinaria y monótona realidad. Muchos niños seaventuran a preguntar perpleja y atrevidamente a sus progenitores si es ciertoel rumor que escucharon murmurar a ciertos adultos acerca de la inexistencia de Netflix o sus imitadores (HBO, Amazonprime) en el pasado reciente. Es asombrosocómo el gigante online ha conquistado el mercado audiovisual global, y más aún, como ha saciado definitivamente la sed seriófila de millones de humanos. Su omnipresencia cultural ha ocasionado que niños, asimismo como adultos, precisende Netflix como la planta requiere del sol para sobrevivir. No obstante, ¿no seestará sobrevalorando la citada plataforma de streaming en demasía? Quizá asísea, ya que la calidad de sus contenidos está dudosamente a la altura de las expectativasproyectadas por sus acérrimos entusiastas. Sin embargo, tras reflexionar sobreesto, la materia oscura que puebla nuestro cosmos y el calor que hace en el sur de España, entre otras cosas, decidí volver a concederle una nueva oportunidada Redflix y me dispuse a ver una made inNetflix: El final de todo.
La película da comienzo mostrándonos queel amor es hermoso y que a causa de este abstracto y misterioso concepto, todoes factible. Excremento de comienzo que repite el manido motivo del amor comoúltima esperanza tras el adverso devenir. La trama se confecciona mediante la ligazón de relaciones familiares catapultadas, yernos maltratados y suegrosdespiadados con impulsos enfermizamente protectores: es así como el mundo sedestruye. No sería despiadado pensar que los directores de este filme seencontraran haciendo la cena o cualquier tarea baladí mientras escribían el guión de este largometraje, ya que la trama es más simple e insípida que unbocadillo de queso sin una gota de aceite de oliva virgen extra. La severa adversidad que induce aldescontrol y conduce al humano a un estado de supervivencia extrema en el quellorar en el tierno y empoderador hombro de mamá no sirve de nada: este es el “theme” que vertebra el “subject matter” de una trama cuya originalidad brillapor su ausencia. El clímax de la película llega justo en el preciso momento en el que casi nos hemos dormido por falta de estímulos. El final es aguardado con impaciencia e incluso con ansiedad para resultar en una decepción colosal, puesla resolución de conflictos emocionales entre la familia política nunca essuficiente para un buen cinéfilo; sí para un desacralizador del séptimo arte. El reparto destaca por la belleza de la juventud enamorada y por la destreza interpretativa de grandes como Forest Whitaker (Bosque Whitaker para los hispanos). No obstante, la belleza y la destreza no atenúan la manifiesta reiteración creativa en el desastre apocalípticocomo motivo engrasador de la maquinaria argumentativa.“«La última voz audible antes de la explosión del mundo será la de un experto que diga: es técnicamente imposible». Peter Alexander Ustinov.


Jkuicast (@Jesuskuicast)