No hay mucho nuevo que decir de Spinetta por estos días. Todos aquellos que nos sentimos tocados por su varita mágica, ésa de las palabras imposibles, los acordes aún más imposibles y la dulzura etérea que muchos consideran soporífera -puedo comprender que a alguien le aburran sus discos solistas de los últimos 20 años, pero si no te gusta Almendra no tenés sangre papá- pensamos casi diariamente en él desde que un medio gráfico digno del grupo de medios que proviene lo obligó a hacer público el padecimiento de una enfermedad que está en el mundo sólo para romper las pelotas y quitarnos a gente valiosa.
Spinetta a esta altura es como un familiar, los que lo queremos nos sabemos la fecha de su cumpleaños y sentimos esa afinidad parental con el Flaco Luis -a lo sumo Luisito; nunca Luis Alberto: decirle así es de idiota-, ese señor que nos cambió la vida con su voz y un arte comparable a cualquier gran artista revolucionario de otras latitudes. Quien escribe siente que Spinetta no palidecería ante Paul McCartney, Dylan o el que le quieran poner enfrente; él está a la altura de todos esos y hasta quizá su mundo sea aún más peculiar y definible -¡e indefinible a la vez!- que el de otros monstruos de su peso y categoría.
Pensándolo un poco, puedo llegar a una conclusión: lo que más me conmueve del arte de LAS es su armonía, aquellos acordes únicos que te rompen la mano, ése don para dibujar arpegios imposibles, el misterio de un sonido que sólo encontramos en sus canciones y quizá no volvamos a oir ni sentir en las manos nunca más (¡ni siquiera en otra canción de su autoría!). Y arribo a esta conclusión sabiendo que, sí, sus textos-poesías-letras-líricas o como se le quiera decir también son únicas, hay una sola canción en el universo todo que incluye la palabra "recircule" y la compuso este flaquito frágil de Belgrano. Pero las palabras, más o menos, las comprendemos e interpretamos (si queremos) todos, todos tenemos la capacidad de leer y deducir y no llegar a ninguna conclusión... La música es más misteriosa aún, no todos la ejecutamos y, aunque la podamos escuchar, esconde en sus formas una profundidad abstracta que afecta -digo yo- aún más que el sonido de una palabra (aunque la palabra sea "magma" o "proserpina" o "alba" o "tajo"). Si alguien junta letras e inventa una palabra muy probablemente esté diciendo cualquier cosa, pero todavía hay sonidos que nos pueden impactar y sorprender y en eso de combinar, jugar y sorprender, Luis es rey. Con sus lánguidas séptimas mayores, sus quintas aumentadas, su incógnita sonora eterna y sus vueltas interminables...
Por eso, esperamos que el Flaco se recupere pronto: por él, porque alguien que dio tanto amor merece que toda esa energía y ese mundo de belleza, vuelva en salud. Y porque necesitamos de su aire para que toda la vida tenga música hoy. ¡Salud, Maestro!