«El fotógrafo de Auschwitz», de Luca Crippa y Maurizio Onnis

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«Esos ojos lloraban sin lágrimas. Las pupilas negras y profundas estaban llenas de terror y desesperación. Los párpados permanecían completamente abiertos, la mirada desorbitada. Una arruga de los labios delataba cuánto miedo sentía la mujer. Había visto algo…»

Reseña escrita por Maudy Ventosa.

Los escritores italianos Luca Crippa y Maurizio Onnis, de nuevo a cuatro manos, publican en España su última novela, El fotógrafo de Auschwitz, en la Editorial Espasa. Una obra desgarradora y emotiva que narra la vida en el campo de exterminio de Auschwitz del fotógrafo polaco de ascendencia mixta austriaca-polaca, Wilhelm Brasse, que sobrevivió al terror salvaje de los nazis, al espanto diario provocado por la locura colectiva de gente sin alma, tomando fotografías del “trabajo” de los prisioneros, retratos de cautivos demacrados de ojos desorbitados que iban en fila a la cámara de gas en silencio absoluto, de experimentos médicos criminales y de los orgullosos jefes que cumplían órdenes sin titubear como si de un mandato divino se tratase.

Wilhelm Brasse nació en Żywiec -Polonia-. Tras la invasión y ocupación alemana en 1939, la Schutzstaffel (SS) intentó su adhesión y lealtad a Hitler y, ante su negativa, fue encarcelado tres meses. Después de su liberación, al continuar negándose a estar en la Volksliste y servir en el ejército alemán, intentó escapar a Hungría y unirse al ejército polaco en Francia, pero fue capturado, junto con otros jóvenes en la frontera polaco-húngara y fue deportado a KL Auschwitz-Birkenau como prisionero número 3444. Era un preso político. Las fuerzas estadounidenses lo liberaron, de otro campo de concentración austriaco a donde había sido trasladado, en mayo de 1945, y volvió a Żywiec, donde falleció en 23 de octubre de 2012. Su documento gráfico conservado hiela la sangre. En el libro se incluyen fotografías del propio Brasse, del Museo de Auschwitz y otras del Museo de YadVashem, de Jerusalén.

A pesar de lo mucho que se ha escrito sobre el terror sembrado por los nazis y las masacres llevadas a cabo en los campos de concentración, la novela de Luca Crippa y Maurizio Onnis, basada en la historia real de un prisionero, sigue siendo imprescindible. Escrita en tercera persona, con un estilo claro y directo, nos enfrenta a unos hechos que no pueden permanecer en el olvido. Brasse, el fotógrafo del Holocausto, se jugó la vida para que el mundo fuera testigo que lo que allí se vivió, del dolor, de la desesperanza. Del horror sin límites.

Brasse en 2005 con una de sus fotografías de Auschwitz

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Brasse en 2005 con una de sus fotografías de Auschwitz

Hombres ricos, cultos, médicos, profesores… sucumbieron porque su raza no era la adecuada, pero ser buen fotógrafo salvó a nuestro protagonista y los nazis tuvieron su archivo para poder asesinar a las personas correctas y dejar constancia de sus “hazañas científicas” experimentadas en cientos de mujeres. De esta manera cambió la vida de este sobreviviente y de otros compañeros de infortunio, aunque el miedo nunca lo abandonó. Ni la culpa por estar vivo.

A Brasse siempre le impactaban los ojos de los prisioneros, porque eran capaces de reflejar lo que su cuerpo maltratado y famélico de muertos vivientes, de fantasmas sin carne, ya no podía; unos expresan dolor, miedo, terror… los de aquel muchacho eran unos ojos claros, limpios, los ojos confiados de quien acaba de salir de la pubertad. Las pestañas largas, casi femeninas, y las pecas le conferían un aspecto amable… Moriría invocando a su madre y mirando fijamente a los verdugos, asombrado, sin saber por qué lo mataban. Las mujeres no le sostenían la mirada. Aquí, les arrebataban lo que para ellas es más importante, el cuidado personal. Mujeres víctimas de la guerra de los hombres. Mujeres sin lavar, el olor es tufo, había que airear el laboratorio. No tienen agua en las barracas. Con el hielo, los golpes y el hambre, la menstruación desaparece. Lo peor nunca acababa.

Historias terribles que, a pesar de ser cotidianas para los prisioneros, rayaban en la locura. Como la de aquel orgulloso marinero, Karol, que tenía tatuado en la espalda una hermosa escena ambientada en el paraíso terrenal. Una obra de arte viviente, le dijeron, rico en detalles, con Adán y Eva. El tatuaje se lo hicieron en Valencia. Pocos días después, en la mesa del crematorio, Brasse vio la piel de la espalda de Karol. La sujetaban unos pesos en los extremos y a los lados. Parecía en buenas condiciones. Le habían desollado para quitarle la piel. Para encuadernar un libro.

Señores, esto no es un sanatorio. Es un campo de concentración. Aquí un judío vive dos semanas. Un sacerdote vive tres semanas. Un prisionero normal llega a tres meses. Pero todos deben morir. ¡Recuérdenlo! ¡Si lo tienen presente, sufrirán menos!

Fotografías en blanco y negro porque lo peor del alma humana no tiene color. Si están preparados, adelante con la lectura de El fotógrafo de Auschwitz. No saldrán indemnes.

PERSONAJES:

  • Wilhelm Brasse aprendió fotografía en Katowice, junto a su tío. En Auschwitz está catalogado de preso político. Tiene 23 años, y habla bien alemán, tiene respeto a los demás y es hijo y nieto de austriacos. Su suerte cambia cuando Bernhard Walter lo recluta para el Erkennungsdienst, el Servicio de Identificación del campo de exterminio. Van a fotografiar a los presos y crearán un archivo. Ese día lloró lágrimas dulces de alegría. Confiar en su equipo era indispensable si querían sobrevivir.
  • Wladyslaw Wawrzyniak había llegado a Auschwitz desde Cracovia a principios de 1941; lo detuvieron los alemanes durante una redada callejera. Era un buen calígrafo y escribía magníficos pies de fotos, en caracteres góticos, de las imágenes de los álbumes ordenados por patrones. Tal vez se los regalaran a los jerarcas que pasaban por el campo de visita.
  • Bernhard Walter, jefe del Erkennungsdienst. El superior directo.
  • Franz Schobeck, el jefe del Kanadienkommando. Se encargaba de almacenar y distribuir la comida incautada entre los deportados en la rampa de Birkenau. Ejercía un poder enorme. Tiene 35 años.

Y Tadek Brodka y Stanislaw Tralka, el equipo de fotógrafos… y tantos innombrables.

Lee las primeras páginas del libro.

Los autores:
Luca Crippa es consultor editorial y ha escrito varias novelas, ensayos y docuficción. Mano a mano con Maurizio Onnis, ha publicado con éxito El fotógrafo de Auschwitz y Las niñas de Kiev en la editorial italiana Piemme, ambas basadas en hechos reales y ambientadas en la Segunda Guerra Mundial.

Luca Crippa Maurizio Onnis

Maurizio Onnis (1963) es autor de novelas históricas y guiones cinematográficos. Tras estudiar Antropología e Historia de las Religiones y de las Culturas, realizó diversos viajes por el mundo.

El libro:
El fotógrafo de Auschwitz (título original: Il fotografo di Auschwitz, 2014) ha sido publicado por la Editorial Espasa en su Colección Espasa Narrativa. Traducción de Clara Ferri, 2024. Encuadernado en tapa dura con sobrecubierta, tiene 368 páginas.

Como complemento pongo un vídeo titulado il fotografo di Auschwitz – Per ricordare Wilhelm Brasse trailer.


Para saber más:
https://es.wikipedia.org/wiki/Wilhelm_Brasse