Cumbre del club Bildelberg Antes de leer mi post, hay que leer el artículo original sobre el que versa: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20130109/381609/es/Un-holocausto-sin-memorial Nunca entenderé por qué un escritor como Antonio Alvarez Solís ha sido desplazado hasta ese rincón de la península en el que se publica “gara”. Aunque, lo reconozco, sólo allí se puede escribir en esta España tan dolorosa, dirían los del 98, los acerados y acertados textos que produce la que es, para mí, sin duda una de las mentes más claras de nuestro tiempo, aunque no sé por qué incide también en esa especie de optimismo impostado que hace tan poco he criticado aquí en Enzensberger y no recuerdo ahora mismo en quién más. Alvarez Solís comparte conmigo el concepto materialista de la Historia porque él, como yo, es marxista. El materialismo histórico piensa que la Historia, el devenir histórico, la puñetera, la jodida vida que llevamos, no es sino el resultado de las luchas económicas que se producen inevitablemente entre unas clases esencialmente opresoras como las que forman parte del capitalismo, bajo diversos nombres y apariencias, impuestos por las circunstancias y otras menos cambiantes porque tienen pocas oportunidades de mutar, que llamamos oprimidas que son las que producen únicamente, en una dolorosísima labor exclusiva, toda la plusvalía lícita que tiene lugar en el mundo. Y tengo la sospecha de que esta definición que acabo de improvisar aquí quizá no se ajuste demasiado a la ortodoxia, sobre la que tan bien nos podía ilustrar mi querido amigo ausente ALIENADO, pero, como no me cansaré nunca de defenderme de los ataques de la ortodoxia marxista, yo no puedo pensar sinceramente con otra cabeza que no sea la mía. Es por eso que, después de limpiarme la saliva que ha salido abundantemente de mi boca mientras leía el texto de Alvarez Solís, no sé si asombrarme de que una mente tan lúcida y con tanta habilidad dialéctica incurra en el error fundamental del optimismo porque si bien éste es admisible como estrategia política, desde el punto de vista científico es absolutamente inadmisible ya que si bien aparentemente parece que la historia progresa se trata de una mera ilusión óptica puesto que a cada avance virtual de las conquistas sociales sigue, como el propio Alvarez Solís constata, una desmedida y contundente reacción de la ultraderecha que no sólo anula el progreso logrado sino que implica un considerable retroceso que no hace sino preparar otro mayor y continuado. En realidad, todo el admirable texto pergeñado por este genio no hace sino reflejar, al pie de la letra, la historia interminable de nuestra explotación por las negras fuerzas de ese fascismo que hasta ahora se manifiesta como absolutamente invencible y cuyas aparentes derrotas no son sino las mutaciones que adopta para cumplir con esa máxima histórica que tan bien plasmara el genio maléfico de Lampedusa cuando expuso, resumida, la que, sin duda, es la táctica definitiva que está llevando a la regresión al triunfo definitivo en la Historia. La regresión triunfará siempre no sólo porque así se halla inscrito en el devenir de la propia economía, cuyos ciclos son, o parecen, absolutamente incoercibles, sino porque también se halla inscrita en el fondo rastrero del alma humana esa inmanente tendencia destructiva a negarse a trabajar por altruismo, ese instinto carnívoro a sacrificar y abusar de los demás. Ser optimista en una materia como ésta y con un sujeto de la historia como es el ser humano es un rasgo de absoluta irracionalidad que los poetas de la ciencia ficción no se cansan de denunciar: el mundo acabará, una vez más, como dicen que ya ha concluido otras muchas veces, de ahí que los precavidos construyan sus refugios, para encerrarse en ellos cuando las cenizas atómicas cubran por completo un mundo que no será otra cosa que un inmenso cementerio. Y ya se sabe que los poetas son los únicos que, de vez en cuando, se aproximan a la realidad.
Cumbre del club Bildelberg Antes de leer mi post, hay que leer el artículo original sobre el que versa: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20130109/381609/es/Un-holocausto-sin-memorial Nunca entenderé por qué un escritor como Antonio Alvarez Solís ha sido desplazado hasta ese rincón de la península en el que se publica “gara”. Aunque, lo reconozco, sólo allí se puede escribir en esta España tan dolorosa, dirían los del 98, los acerados y acertados textos que produce la que es, para mí, sin duda una de las mentes más claras de nuestro tiempo, aunque no sé por qué incide también en esa especie de optimismo impostado que hace tan poco he criticado aquí en Enzensberger y no recuerdo ahora mismo en quién más. Alvarez Solís comparte conmigo el concepto materialista de la Historia porque él, como yo, es marxista. El materialismo histórico piensa que la Historia, el devenir histórico, la puñetera, la jodida vida que llevamos, no es sino el resultado de las luchas económicas que se producen inevitablemente entre unas clases esencialmente opresoras como las que forman parte del capitalismo, bajo diversos nombres y apariencias, impuestos por las circunstancias y otras menos cambiantes porque tienen pocas oportunidades de mutar, que llamamos oprimidas que son las que producen únicamente, en una dolorosísima labor exclusiva, toda la plusvalía lícita que tiene lugar en el mundo. Y tengo la sospecha de que esta definición que acabo de improvisar aquí quizá no se ajuste demasiado a la ortodoxia, sobre la que tan bien nos podía ilustrar mi querido amigo ausente ALIENADO, pero, como no me cansaré nunca de defenderme de los ataques de la ortodoxia marxista, yo no puedo pensar sinceramente con otra cabeza que no sea la mía. Es por eso que, después de limpiarme la saliva que ha salido abundantemente de mi boca mientras leía el texto de Alvarez Solís, no sé si asombrarme de que una mente tan lúcida y con tanta habilidad dialéctica incurra en el error fundamental del optimismo porque si bien éste es admisible como estrategia política, desde el punto de vista científico es absolutamente inadmisible ya que si bien aparentemente parece que la historia progresa se trata de una mera ilusión óptica puesto que a cada avance virtual de las conquistas sociales sigue, como el propio Alvarez Solís constata, una desmedida y contundente reacción de la ultraderecha que no sólo anula el progreso logrado sino que implica un considerable retroceso que no hace sino preparar otro mayor y continuado. En realidad, todo el admirable texto pergeñado por este genio no hace sino reflejar, al pie de la letra, la historia interminable de nuestra explotación por las negras fuerzas de ese fascismo que hasta ahora se manifiesta como absolutamente invencible y cuyas aparentes derrotas no son sino las mutaciones que adopta para cumplir con esa máxima histórica que tan bien plasmara el genio maléfico de Lampedusa cuando expuso, resumida, la que, sin duda, es la táctica definitiva que está llevando a la regresión al triunfo definitivo en la Historia. La regresión triunfará siempre no sólo porque así se halla inscrito en el devenir de la propia economía, cuyos ciclos son, o parecen, absolutamente incoercibles, sino porque también se halla inscrita en el fondo rastrero del alma humana esa inmanente tendencia destructiva a negarse a trabajar por altruismo, ese instinto carnívoro a sacrificar y abusar de los demás. Ser optimista en una materia como ésta y con un sujeto de la historia como es el ser humano es un rasgo de absoluta irracionalidad que los poetas de la ciencia ficción no se cansan de denunciar: el mundo acabará, una vez más, como dicen que ya ha concluido otras muchas veces, de ahí que los precavidos construyan sus refugios, para encerrarse en ellos cuando las cenizas atómicas cubran por completo un mundo que no será otra cosa que un inmenso cementerio. Y ya se sabe que los poetas son los únicos que, de vez en cuando, se aproximan a la realidad.