El fracaso del Partenón de Edimburgo

Publicado el 07 septiembre 2021 por Tdi @RLIBlog


Edimburgo, la capital de Escocia, es conocida como la "Atenas del norte". Aunque puede parecer extraño que una ciudad en el norte de Gran Bretaña se compare con una ciudad en la costa mediterránea, todo partió de una campaña que pretendía imitarla para, irónicamente, distinguirse del resto. Sin embargo, no fue tan bien como se hubiera esperado


En 1712, el conde de Mar buscó documentos premedievales de los celtas y druidas para encontrar la esencia del país que, según Julio César, se parecía a los griegos. En la década de 1760, James Macpherson afirmaba haber reconstruido los poemas de celta mítico Ossian gracias al griego arcaico de las epopeyas griegas. Macpherson había descubierto esta relación entre el griego y el celta a través de su profesor Thomas Blackwell, de la Universidad de Aberdeen. Los pintores y sucesivos jefes de la Academia de Arte, Alexander Runciman y David Allan

Parece que la primera vez que se vinculó Edimburgo con Atenas fue aparentemente en el prefacio de Antiquities of Athens (1962) de los arquitectos James Stuart y Nicholas Revett. Sin embargo, aunque el pintor Allan Ramsay o el actor Thomas Sheridan habrían citado la relación en torno a la misma época, la primera edición del libro no hacía tal mención. Lo que resultaba evidente es que Edimburgo estaba experimentando un notable desarrollo, especialmente en el campo académico, y buscaba destacar frente a Londres.

En 1818, el anticuario Edward Daniel Clarke argumentó que la relación entre Atenas y El Pireo era como la de Edimburgo y el puerto de Leith, sirviendo como una ciudad griega con su puerto, pueblo y acrópolis. El pintor Hugh William Williams, tras su viaje por Italia y Grecia en 1817-1818, comparó la geografía de Atenas con la de Edimburgo y Stirling, acuñando la referencia de "Atenas del norte". En una época en la que la New Town aún estaba en crecimiento, Williams defendió la construcción de un partenón sobre la Calton Hill, a medio camino de Leith.

Durante siglos, bajo el dominio otomano, Grecia se mantuvo aislada del resto de Europa. Obras como las de Stuart y Rett despertaron el interés en su cultura y arquitectura, que entonces apenas se conocía por autores como Pausanías. En Edimburgo y otras ciudades escocesas que buscaban encontrar su propia identidad, el estilo de Grecia, cuna de la democracia, se sentía como un soplo de aire fresco con el que desmarcarse de las tendencias del pasado. Además, a inicios del siglo XIX, con la guerra de independencia de Grecia, la simpatía hacia el futuro país impulsó la expansión del estilo neogriego en Europa.

Aunque parecía que no había duda en que era el camino a seguir, se oyeron voces discordantes tanto desde Edimburgo como desde Londres que ridiculizaban las pretensiones de dotar de este estilo a la ciudad. A pesar de ello, los planes para convertir a Edimburgo en la nueva Atenas prosiguieron. De esta manera, Edimburgo podría distinguirse, pues con el Acta de Unión de 1707 y su unión con el reino de Inglaterra, perdió importancia al dejar de ser la capital de su propio estado independiente.


En 1816, James Gillespie Graham diseñó un arco del triunfo en honor a los caídos en las guerras napoleónicas para Londres. En Edimburgo también se sintió la necesidad de construir un monumento a los escoceses caídos en las mismas guerras, por lo que Archibald Elliot diseñó un monumento con una iglesia que posteriormente se basaría en el partenón de Atenas. En 1821, se decidió la posición y la naturaleza del monumento, comenzando el proyecto al año siguiente y recibiendo la aprobación del parlamento en 1823 para continuar las obras y crear la Asociación Real de Contribuyentes del Monumento Nacional de Escocia, cuyo comité, encabezado por Thomas Bruce, Sir Walter Scott y Henry Cockburn, realizaría las tareas de supervisión. Thomas Bruce, 7º duque de Elgin, señaló al arquitecto Charles Robert Cockerell, experto reconocido del Partenón, para que supervisara el diseño de William Henry Playfair, uno de los arquitectos escoceses más importantes del estilo neogriego. En 1829, el proyecto fue abandonado por falta de fondos con tan solo 12 columnas en pie.

El apogeo del romanticismo, liderado en Escocia por Sir Walter Scott, hizo que el neogriego dejara de estar en boga. No obstante, Escocia se mantuvo con fuerza. De hecho, en Edimburgo se construyeron más edificios con este estilo en la New Town de las clases altas, mientras la degenerada Old Town se remodelaría con la arquitectura baronial escocesa, que había pasado de un ámbito rural a uno urbano. Al final, la identidad de Edimburgo consistió en aunar dos estilos, uno a imagen del extranjero y otro al estilo propio.

  • Lowrey, J. (2001). From Caesarea to Athens: greek revival Edinburgh and the question of Scottish identity within the Unionist State. The Journal of the Society of Architectural Historians, 60(2), 136-157.
  • Naik, A. S., & Stewart, M. C. (2007). The Hellenization of Edinburgh: cityscape, architecture, and the Athenian cast collection. Journal of the Society of Architectural Historians, 66(3), 366-389.