Carrie se hallaba en medio de ellas, impasible, una rana entre los cisnes. Era una muchacha fornida, con granos en el cuello, la espalda y las nalgas. Su cabello mojado no parecía tener color alguno: se pegaba a su rostro con una obstinación empapada y abatida.
Estaba allí parada, con la cabeza ligeramente inclinada, dejando que el agua se precipitara sobre su cuerpo y cayera al suelo. Parecía la típica cabeza de turco, el perpetuo blanco de las bromas, la chica capaz de tragarse las historias más increíbles, el objeto de todas las malas jugadas. Y realmente lo era.
De manera desesperada desearía que la «Escuela Secundaria Ewen» tuviese duchas individuales -y por lo tanto privadas- como escuelas de Andover y Bosford. Porque se quedaban mirándola... Ellas siempre se quedaban mirándola......................"
Carrie
Stephen King