El frasco de las esencias: la integridad

Por Alfredo Abad Domingo @AlphesTIC


Dicen que el mejor negocio es comprar a un hombre por lo que vale y venderlo por lo que él cree que vale.
No sé si es así pero lo que se me hace evidente es que a todos nos pasa que pensamos valer más de lo que los demás creen que valemos. Tenemos una cierta tendencia a considerarnos mejores de lo que realmente somos.
Y es que a veces consideramos nuestro propio valor por lo que hacemos, por lo que representamos, por lo que tenemos. Y entonces, erramos el tiro.
Ya en el siglo I Juvenal, poeta satírico romano, afirmaba que "la integridad del hombre se mide por su conducta, no por sus profesiones".
También podemos observar que no siempre nuestra conducta es recta. En ocasiones no nos salen las cosas como queremos que nos salgan. Ni siquiera nadie puede garantizar que queramos hacer las cosas bien. Hacer el bien exige aprendizaje, además de querer hacerlo. Séneca, filósofo latino contemporáneo de Jesucristo, se formulaba la siguiente pregunta retórica: ¿Qué importa saber lo que es una recta si no se sabe lo que es la rectitud?

Cuando nos proponemos vivir nuestra vida con rectitud en cualquier circunstancia, entonces nos ponemos en camino hacia la llanura de la integridad. La mirada de otros no perturbará nuestro bien hacer. Básicamente porque "sólo el hombre íntegro es capaz de confesar sus faltas y reconocer sus errores" (Benjamín Franklin).
Ahora, querido lector, ¿te atreves a destapar el frasco de las esencias?
Alfredo Abad Domingo.